Cuando nos ocupamos de lo que queremos y no de lo que debemos
Me crié bajó la fe católica y no puedo más que sentirme decepcionado por la postura ante la sentencia del caso Próvolo. En el Arzobispado hubo más letra para opinar sobre minería que para hacerse cargo de la responsabilidad que le cabe a la institución.
Con tres párrafos compartidos unos segundos después de conocerse la sentencia de los curas del Próvolo, el Arzobispado de Mendoza "acompañó" a las víctimas de los sacerdotes Corbacho y Corradi el día de la sentencia de la justicia mendocina por los abusos ocurridos en la institución.
Me crié en la fe católica, mi padre fue diácono y conocí muchos casos de buenos y malos curas. Incluso he tenido discusiones familiares por el rol de las autoridades de la Iglesia y en especial en este caso, del cual no se hacen cargo, a pesar que -aún estando condenados- los dos abusadores siguen siendo representantes de la Iglesia Católica.
De ahí que me genere molestia e indignación que con un comunicado de tres párrafos se pretenda acompañar, cuando ni siquiera la Iglesia fue capaz de hacer una autocrítica y se despegan de todo, recalcando que el Próvolo no dependía del Arzobispado, sino de una asociación civil, como si los curas violadores fueran representantes de otra religión. Un comunicado que firma la oficina de prensa, el cual parece más un compromiso que un sentimiento sincero, especialmente cuando el texto no se condice con la actitud que tuvo la organización durante todo el proceso.
Más molestia me genera -en particular- cuando te das cuenta que le han dedicado más tiempo a cuestiones políticas, antes de dedicarlo a enfrentar y explicar una cuestión que no es un caso excepcional, sino una cuestión sistemática que está alejando a los fieles de la fe que ellos encabezan.
Lo veo, lo digo y lo aseguro porque nací en Chile, donde los casos se multiplican cada día y se conocen más aberraciones, incluso con curas que daban cátedras de moral y solidaridad en la televisión. Lo veo porque estuve durante la visita del Papa al vecino país y lo escuché en la ciudad de Iquique el día en que el mismo pontífice puso en duda los testimonios de las víctimas de este tipo de abusadores y defendió al obispo Barros.
Prefieren opinar sobre la minería
La Iglesia y el arzobispo Colombo están en libertad de hablar y opinar del tema que les parezca, porque todos tienen derecho a hacerlo. Sin embargo, mientras los fieles y la población en general esperaron respuestas, apoyo y colaboración para entender por qué la Iglesia sigue manteniendo en sus filas a este tipo de delincuentes, no encontraron mas que indiferencia.
"Como Iglesia, queremos trasmitir una vez más nuestra solidaridad y cercanía a las víctimas y sus familias, quienes han denunciado haber sufrido las más aberrantes vejaciones", dice el comunicado, el cual vuelve -entre líneas- a poner en dudas los testimonios. No se puede hablar más de casos denunciados, sino de casos comprobados y sentenciados por la Justicia.
Los curas cometieron delitos graves que les valieron penas incluso superiores a las de los homicidios, pero las respuestas del Arzobispado, a través de su vocero en las pantallas de Canal 9, parecían estar hablando de algo que se calma y se soluciona con las disculpas -que no han llegado- y con reflexiones.
Por eso, es muy curioso que desde el Arzobispado y sus ramas, hayan salido en las últimas semanas más comunicados referidos a la minería antes que a la situación de abusos que se condenaron y los que se están investigando, por ejemplo, en el Valle de Uco.
Como uno de los que cree que el desarrollo minero es beneficioso para Mendoza, no me extraña que Marcelo Colombo active todo su perfil político para intentar frenar el desarrollo de la industria. Pero es molesto y llamativo que tenga más tiempo de televisión y comunicados hablando de la minería que refiriéndose -o haciendo un mea culpa- por el papel o la negligencia la Iglesia en estos abusos.
A la hora de hablar de minería prefiero escuchar a los técnicos o a los mismos ambientalistas que están en contra, antes de escuchar a la Iglesia. Pero no porque no tenga derecho a opinar, sino porque antes de escuchar sus intereses políticos, espero las soluciones y las explicaciones del por qué laa autoridades siguen manteniendo a estos delincuentes condenados como parte de la iglesia. Lo que no entienden es que mientras ellos sigan manteniendo como representantes del catolicismo a estos violadores y abusadores, seguirán alejando a los fieles que sienten que ese no es el espacio en el que quieren vivir su fe.