La matrioshka Sputnik V
No podría haber elegido mejor nombre Rusia para llamar a su vacuna, Sputnik, una nave insignia para la conquista de nuevos sitios. ¿Las vacunas llegaron como parte del canje por una base rusa en Argentina?
Desde la aparición del covid-19 a finales de 2019 y, fundamentalmente a partir del desarrollo de vacunas para procurar encontrar una protección farmacéutica frente a la pandemia que azotó a todo el mundo el año pasado, varias alianzas entre Estados y empresas fueron alumbrando con el objeto de aunar esfuerzos para encontrar una salida al callejón en el que nos encontramos.
Argentina fue partícipe, en mayor o menor medida, de varios de ellos, y como tales fueron anunciados por el Presidente de la República. Que se había acordado la producción de la vacuna desarrollada por la Universidad de Oxford en el país, aunque más tarde resultó ser la fabricación de uno de sus componentes, que Pfizer había elegido Argentina para la prueba de la Fase 3 de su vacuna, todas ‘zanahorias' que provocaban que el carro de la confianza en el gobierno se mantuviera en movimiento puesto que este se mostraba a la vanguardia mundial en la procura de hallar la solución que permitiera dejar atrás la pandemia. Aunque el anuncio que acaparó la mayor atención de los argentinos fue el alcanzado con la Federación Rusa para poder contar con un número elevado, no confirmado aún, de su vacuna Sputnik V, desarrollada en el Centro Nacional de Investigación de Epidemiología y Microbiología Gamaleya ruso.
El tiempo pasó, y finalmente el acuerdo con Rusia fue el único que Argentina alcanzó para alzarse con cierta porción de vacunas. Ahora bien, es curioso que no haya habido un debate político que pusiera en cuestionamiento el porqué del acuerdo, que se interrogara el por qué Argentina alcanzó un acuerdo que no alcanzaron otros países, que debatiera por qué no se lograron acuerdos similares con otros proveedores.
Está claro, aunque no es público, que Argentina garantizó una contraprestación económica a cambio, es decir las compró, pero surge la duda entonces de por qué otros Estados no siguieron el mismo camino. Al respecto hay, al menos, dos posibles explicaciones, la primera de ellas clínica. Son muchas las voces que indican que la ‘vacuna rusa' aún no cuenta con el respaldo científico para ser utilizada de manera masiva y que Argentina es un campo de prueba generalizado de dicha inoculación, y muchos otros lo explican por razones geopolíticas, por su origen ruso.
Para quienes abonan la teoría de la geopolítica, Rusia está dispuesta a otorgar dosis del medicamento que podrían utilizarse en su población a Argentina como parte de una ‘diplomacia científica' que le permita ganar posiciones en la lucha por la presencia de las superpotencias en el patio trasero estadounidense, lucha que tras el desmoronamiento de la bipolaridad comparte con China en pos de ubicarse como socio estratégico de los países emergentes.
Sin embargo Argentina eligió la vía rusa en desmedro de la alternativa china, aun cuando durante la última década y media los acuerdos alcanzados con el gigante oriental fueron sumamente amplios en términos políticos y económicos.
Como es de suponer este movimiento trae repercusiones en el tablero geopolítico mundial y ubican a la Argentina en una posición cuando menos incómoda, dado que exhibe al mundo como aliados en su desarrollo a China y Rusia. En este sentido deben interpretarse las palabras del canciller ruso, Sergey Lavrov, que en un mismo discurso avaló la posición argentina sobre Malvinas y la utilizó en su favor para defender la autodeterminación de los habitantes de la península de Crimea anexionada por Rusia en 2014.
¿Todo por una cuestión económica? ¿Todo por una cuestión geopolítica? Quizás haya algo más que no alcanzamos a evaluar claramente y una primera pauta al respecto sea la publicación, el primer día hábil del año, en el Boletín Oficial de la Ley Nº 24.080 (http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/0-4999/479/norma.htm) que establece que ‘Deben publicarse en el Boletín Oficial los [...] actos y hechos referidos a tratados o convenciones internacionales en los que la Nación Argentina sea parte', lo que adquiere mayor importancia dado que se trata de ‘Instrumentos bilaterales que no requirieron aprobación legislativa para su entrada en vigor', o lo que es lo mismo, pasa en puntas de pies y silenciosamente por detrás de la ciudadanía.
¿Cuál es el acuerdo? El ‘Protocolo entre el Gobierno de la República Argentina y el Gobierno de la Federación de Rusia sobre Cooperación en el campo de la exploración y utilización del espacio ultra terrestre con fines pacíficos', y entre otras curiosidades se cuentan que este acuerdo entró en vigor, según el Boletín Oficial (https://www.boletinoficial.gob.ar/detalleAviso/primera/239522/20210104), el 21 de diciembre de 2020, es decir justo el día anterior al vuelo de Aerolíneas Argentinas en búsqueda de las primeras 300.000 dosis de la vacuna Sputnik V.
Viaje que por cierto estaba pautado para unos días antes y se efectivizó el martes 22 de diciembre, ¿Por la entrada en vigor del Acuerdo? ¿Eso es lo que fueron a negociar en el viaje relámpago, y secreto, de mediados de octubre a Moscú? ¿Por eso estaba Mariana de Dios en la comitiva oficial? ¿De ello se habló en la reunión del 29 de octubre entre la Vicepresidente de la República Cristina Fernández y el Embajador de la Federación Rusa en Argentina, Dmitry Feoktistov?
¿De qué trata dicho acuerdo? Según el mismo no es más que para ‘proporcionar términos y condiciones organizacionales y legales adicionales para el mayor desarrollo de una interacción igual y mutuamente beneficiosa dentro del marco del "Convenio entre el Gobierno de la República Argentina y el Gobierno de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas sobre cooperación en el campo de la investigación y uso del espacio ultraterrestre con fines pacíficos" del 25 de octubre de 1990', sin embargo la lectura del mismo aporta más información. A priori no pareciera más que la aplicación específica de un convenio marco firmado 30 años atrás, pero no es solo eso.
Según la información difundida por la Argentina (https://www.argentina.gob.ar/noticias/avanza-la-cooperacion-espacial-con-rusia) este acuerdo ‘representa la posibilidad de trabajos conjuntos de alta importancia para ROSCOSMOS y CONAE. Este encuentro ha sido absolutamente positivo para detectar las primeras líneas de cooperación sobre las cuales vamos a avanzar en el futuro próximo', para Rusia la cuestión es mucho más concreta, (https://mundo.sputniknews.com/amp/espacio/202012081093761293-putin-promulga-ley-sobre-la-cooperacion-espacial-con-argentina/) ‘se presume que el protocolo viabilice la implementación de los proyectos conjuntos anteriormente planificados entre ambas naciones, con el objetivo de desplegar estaciones terrestres en el país austral.'
Pero no es lo único curioso. De la lectura hasta más de uno pensará en que el gobierno argentino encabezado por Alberto Fernández acordó con Vladimir Putin y a espaldas del pueblo argentino, pero no siempre las cosas son lo que parecen, porque hay un paso anterior que posibilitó esto, y es la firma de dicho Protocolo, porque lo que ahora ocurrió fue la entrada en vigor. ¿Quién y cuándo lo firmó?
El protocolo se firmó el 8 de octubre de 2019 (https://www.argentina.gob.ar/noticias/avanza-la-cooperacion-espacial-con-rusia), es decir durante la Presidencia de Mauricio Macri y antes de la elección (por todos descontada) del actual primer mandatario, y quienes lo rubricaron fueron el director general adjunto de la Agencia Especial rusa Roscosmos, Sr. Mikahil Khailov, y el director ejecutivo y técnico de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) Raul Kulichevsky, en la sede de la Cancillería Argentina.
Difícil imaginar en el momento político en que se avanzó con la firma del acuerdo, que no haya estado consensuado entre las gestiones de Mauricio Macri y Alberto Fernández.
La realidad de la pandemia, el desarrollo científico ruso, la imposibilidad argentina de hacerse con vacunas en el mercado internacional y la necesidad peronista de mostrar capacidad de gestión ante las dificultades que le sirvieran de cortina de humo para la aplicación de otras medidas de gobierno posibilitó el resto.
Curiosamente la vacuna se llama Sputnik V, como el primer cohete Vostok que la entonces Unión Soviética envió al espacio, y que fueran los que durante más de 30 años enviaron a los cosmonautas soviéticos fuera de la Tierra, entre ellos a Yuri Gagarin, el primer hombre cosmonauta y Valentina Tereshkova la primera mujer cosmonauta.
Sesenta años después de su lanzamiento, el Sputnik V da un nuevo servicio a la madre Rusia, esta vez no fuera de la Tierra sino dentro de ella, para que como en una matrioshka rusa nuevos cohetes rusos puedan volver a nacer y a conquistar nuevos sitios.