Fantasía y realidad

Hay un mundo ficticio en el que el kirchnerismo levanta banderas que, en los hechos, bajó hace tiempo. El curioso caso de Sergio Berni.

Palabras más palabras menos, Nietzsche decía que el mundo real es mucho más pequeño que el de la imaginación ("El mundo real es mucho más pequeño que el mundo de la entelequia del ser humano"). El problema que surge, siguiendo el escenario planteado por el filósofo alemán, es que algunos confunden ambos mundos y sus acciones o discursos surgen desde y hacia esos universos ficticios enormes.

Valga un ejemplo de esto: el Gobierno argentino, el del Frente de Todos, el que empezó a diagramar Cristina Fernández de Kirchner en abril de 2019. Desde hace casi tres años, pero especialmente tras la derrota de las PASO del año pasado, el Poder Ejecutivo gestiona desde y para un mundo imaginario, mucho más grande que el real, con casi una veintena de ministerios moviéndose para que, en lo práctico, nada se mueva.

Ese mundo imaginario para el que se destina la mayoría de los recursos con los que cuenta el Estado es, ni más ni menos, que el relato kirchnerista, una actualización del relato peronista creado por Raúl Apold en los '40, reinventado en la "década ganada" por Javier Grosman, creador de Tecnópolis. Aquí, el pueblo es feliz,  sin importar lo que ocurre en el mundo real; no hay un 40% de pobreza, no existe la inflación y todos viven seguros y felices.

Más allá de comparaciones históricas y situaciones que se repiten 70 años después, lo más curioso es que en el gobierno actual, en los lugares donde se toman decisiones que sí repercuten en la realidad, en ese mundo pequeño, el kirchnerismo no tiene nada que ver. Dicho de otra forma: el puñado de ministerios que se dedican a gestionar y buscar soluciones prácticas, son manejados por fuerzas ajenas, no porque éstas se hayan impuesto, sino porque la propia Cristina Kirchner lo decidió.

¿Qué más preocupa a la sociedad argentina que la seguridad y la economía? ¿Qué otra cosa exige la gente por encima de preservar la vida y que le alcance el dinero para satisfacer necesidades básicas y ocio? Curiosamente, los ministerios de Economía y Seguridad están tercerizados, replicando el modelo del exgobernador de Mendoza Celso Jaque, cuando entregó al Partido Demócrata el Ministerio de Seguridad.

Massa podría conseguir US$1.300 millones, pero tendría que "volver" al Fondo

Entonces, mientras que casi 20 ministros propios se dedican a hablar del sexo de los ángeles, unos pocos gestionan para el mundo real, como Sergio Massa en Economía y Aníbal Fernández en Seguridad. Este último, después de ser funcionario clave de Néstor Kirchner, pasó a ser constantemente ninguneado por Cristina Fernández, mandándolo al Congreso, enviándolo a pesificar sus ahorros y llamándolo para que ponga la cara en lugares donde el kirchnerismo prefería alejarse.

Otro caso emblemático es el de Sergio Berni en Provincia de Buenos Aires, criticado y castigado desde hace tres años por el kirchnerismo, especialmente esta semana tras la represión policial a hinchas de Gimnasia, pero sin embargo confirmado una y otra vez en el cargo por el gobernador Axel Kicillof. 

Por lo tanto, valga el caso Berni para una apreciación, siempre siguiendo a  Nietzsche: en lo práctico, en el pequeño mundo real, el kirchnerismo en Provincia de Buenos Aires aplica y respalda una política de seguridad de mano dura. Y en lo discursivo, en el enorme mundo imaginario, en ese relato kirchnerista, se ratifican progresistas. De lo contrario, el médico militar debería haber renunciado hace tiempo. ¿Qué otra cosa faltaría para su salida que la orden de la jefa? ¿O acaso dirá Cristina Kirchner "¿quién soy yo para echar a Sergio Berni?".

El kirchnerismo se focaliza en el mundo imaginario pero conoce bien la realidad, sabe lo que se necesita y qué reclaman las personas de carne y hueso. Sólo así se explica que finalmente hayan aceptado algún grado de racionalidad en Economía, con la figura de Massa, y que convaliden una filosofía de mano dura en seguridad que exige un sector de la clase media.

Aquellos monstruos que ponen en riesgo la felicidad del reino fantástico, terminan siendo útiles en la cruda realidad.

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