La mujer y la Vendimia
La reconocida escritora y guionista Vilma Vega en una reflexión en torno a la Vendimia y las reinas. Una palabra autorizada de quien ha trabajado a lo largo de su vida en la cultura vendimial.
No soy muy inclinada a lo autorreferencial pero, frente a los nuevos conflictos que desata nuevamente la Fiesta de la Vendimia, siento que es necesario contar mis propias experiencias.
Soy mendocina y, en consecuencia, en mi niñez jugaba a ser reina de la Vendimia. Como le decía ayer a mi querida amiga Hebe Yacante, un delantal de cocina de mi madre como capa, una corona de papel plateado, una banda lograda con cualquier cinta y una cuchara de madera como cetro, bastaban para que mi imaginación desatara la magia que se vivía en las calles durante febrero y marzo; la que se incrementaba con las historias de vendimia que aportaban pacientemente mi madre y mi abuela materna -dos maravillosas cuyanas de pura cepa-.
Luego, a los 19 y 21 años, la Unión Vecinal , me ofreció la representación distrital rumbo a la Corona Nacional. Pero en ambas oportunidades decliné el honor. En ese tiempo me encontraba trabajando para contribuir a la economía familiar y pagar mis estudios, y mis metas eran otras.-Años más tarde, me desempeñaba como asistente ejecutiva de una gran empresa frutihortícola y debía cumplir mis funciones entre los más o menos veinte hombres que, entre directores y gerentes, componían el plantel de Dirección.
Fue entonces cuando un partido político me propuso una candidatura de concejal que también rehusé, en pos de mis grandes pasiones: las letras y la Vendimia.
Hoy, en una etapa de balances de mi propia vida, me siento enormemente feliz y satisfecha con mis decisiones. Porque pude optar por mis metas. No sé si llegué a ser una gran escritora, pero pude investigar los fascinantes perfiles de nuestra celebración a la par de cualquier historiador y escribir para y sobre la Vendimia más que cualquier escritor, además de compartir los conocimientos adquiridos en cursos, talleres, seminarios y charlas.
¿A qué viene toda esta historia?
A que ni es justo, ni razonable que a las jóvenes de hoy se les impida optar por ser o no reinas vendimiales -una libertad que yo tuve- y creer que la corona de la Vendimia es un simple concurso de belleza, y que la belleza no es un atributo natural, sino una culpa que hay que esconder. Ese solo prejuicio es la mayor de las discriminaciones.
Por otra parte, el reinado de la Vendimia es uno de los grandes homenajes que se le rinde a la mujer como símbolo de una tierra fecunda, bella y generosa.
No tergiversemos nuestras costumbres y tradiciones con prejuicios inútiles.
Entendamos que nuestra fiesta grande, no es la fiesta del cosechador, ni del bodeguero, ni del vino, ni del agua, es el compendio de nuestra historia, nuestras tradiciones, nuestra idiosincrasia y nuestra identidad cultural. De otro modo no tendría la relevancia que -con toda justicia- le ha otorgado el mundo.