Listas negras en la historia argentina: la Triple A, López Rega y Perón
Andrea Robles, autora de "La Triple A y la política represiva del gobierno peronista" publicado en el el libro Insurgencia Obrera en la Argentina, da cuenta de que "Perón eligió uno a uno a quienes integraron la cúpula de la Triple A". Un diálogo con La Izquierda Diario, a la luz del reflote de la idea de "listas negras" de disidentes y opositores.
La sola idea de la conformación, financiación, publicación y existencia de "listas negras" que identifiquen presuntos "enemigos", merece el repudio de la ciudadanía democrática, provenga de quienes provenga la tarea. Es que la historia argentina está llena de episodios que comenzaron como un simple señalamiento que terminaron siendo guías para la persecución, aislamiento, desaparición y asesinato de los que integraban esos listados.
Mucho se ha escrito en torno al rol de la Triple A durante el gobierno de Juan Domingo Perón y su esposa María Estela Martínez de Perón (Isabel), pero todas las culpas quedaron depositadas en una sola persona, José López Rega que, se sabe, se intuye y sugiere que no actuó por sí solo.
Esta última es una de las conclusiones de la investigadora Andrea Robles, autora del libro "Insurgencia Obrera en la Argentina", en el que da cuenta de que "Perón eligió uno a uno a quienes integraron la cúpula de la Triple A". Aquí, reproducimos un diálogo con La Izquierda Diario, a la luz del reflote de la idea de "listas negras" de disidentes y opositores:
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- Vos sos autora del apartado dedicado a la Triple A en Insurgencia obrera. Ahí afirmás que Perón fue su creador ¿en que se funda?
- En la documentación disponible y en que su secretario privado, José López Rega, fuera el brazo ejecutor. Perón elige uno a uno los integrantes de la cúpula de la Triple A, una organización que se encargó de asesinar en el término de dos años a 1.500 personas, en su mayoría por su vinculación a la izquierda, peronista o no.
A López Rega, su secretario, además de la jefatura del Ministerio de Bienestar Social, donde funcionará el comando general de la Triple A, con arsenal de armas y todo, lo asciende de cabo a comisario de la Policía Federal (PF) en apenas un día. Un ascenso meteórico que varios historiadores señalan que no tiene precedente en la fuerza.
Además, mediante el decreto 362/1974, Perón asciende a Morales y Almirón, otros de los cabecillas, que habían sido separados de la PF por delitos de contrabando, trata y, legalmente, ocupan la jefatura de la custodia de Isabel Martínez de Perón, la vicepresidenta.
Otro de los hombres claves de la Triple A fue el comisario Alberto Villar. Integró la custodia presidencial a inicios de los ‘50. Especializado en contrainsurgencia, en 1971 participó del comando de represión de las huelgas y movilizaciones cordobesas conocidas como el Viborazo. Y un año después estuvo al frente del secuestro de los cuerpos de los fusilados de Trelew, cuando los velaban en la sede del Partido Justicialista. Es pasado a retiro durante el gobierno de Cámpora y vuelve al servicio a pedido expreso de Perón para asumir el cargo de subjefe de la Policía Federal (Decreto Nº 1475/1974). Villar, que pocos meses después ocupa la jefatura de la PF, conforma los comandos paraestatales de la Triple A junto al Comisario Luis Margaride, éste último también nombrado por otro decreto de Perón (1476/1974), quien se destaca en su foja de servicios por su participación en la represión política sindical. Es decir, a su muerte, Isabel ya tenía toda la estructura creada para intensificar la acción de la Triple A.
- Vos realizaste el trabajo en base a distintos materiales de la época, ¿Por qué Perón la crea? ¿Cuál era el objetivo de la Triple A?
- Es un momento marcado por el ascenso obrero y la efervescencia de la juventud. El rol que viene a jugar Perón es muy distinto del que esperan quienes fueron a recibirlo a Ezeiza y los millones que lo votan en 1973. Este movimiento de masas viene de derrotar a la dictadura militar de Onganía en las calles y quiere avanzar en recuperar lo perdido, se abre una situación peligrosa para el dominio de la burguesía.
La Revolución cubana, la resistencia peronista están presentes en el espíritu de época. Esta situación se refleja también en el creciente peso que van adquiriendo las corrientes y fenómenos políticos más radicalizados, como Montoneros y la tendencia peronista de izquierda que era mayoritaria dentro de ese movimiento. También con la izquierda del ERP, una organización político-militar, con estrategia guerrillera.
Por su parte, el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) era trotskista y, aunque era una fuerza menor en relación a otras, centraba su intervención en los sectores más avanzados del movimiento obrero, también en la juventud. Pero de conjunto, con diferentes perspectivas, todas estas corrientes pugnaban de una u otra manera por un cambio radical que expresa ese espíritu del movimiento de masas.
Como en toda situación revolucionaria, también había grupos de tipo fascista, de ultra derecha solventados por las patronales y el Estado, que en la Argentina, por cierto, tienen una larga tradición. En los '70, proliferaron las agrupaciones de ultraderecha peronista ligadas, entre otros, a la burocracia sindical. El mismo José Rucci, Secretario General de la CGT, creó la Juventud Sindical Peronista, donde hizo sus "primeras armas" su homólogo actual Hugo Moyano.
La vuelta de Perón se inscribe entonces en el intento de la burguesía por cerrar esa situación, aprovechando el prestigio de su figura, revitalizado por 18 años de exilio. El Gran Acuerdo Nacional, inaugura esta "política de contención", sustentado en la figura de Perón, el Pacto Social y una política represiva basada en leyes, decretos y la creación de la Triple A. Perón buscará depurar el peronismo de su ala izquierda e impedir que la vanguardia de centenares y centenares de miles se fusione con el movimiento de masas, y particularmente se desarrollen las tendencias claras a la independencia de la clase obrera que ya, a inicios de 1974, empiezan a cuestionar el Pacto Social.
Durante los pocos meses que duró el gobierno de Perón, la Triple A cometió decenas de asesinatos -como la Masacre de Pacheco o el del sacerdote Mujica-, atentados y voladuras de locales que jamás fueron investigados. La figura inmaculada de Perón es un mito. En sus gobiernos siempre se encargó de neutralizar toda expresión independiente de la clase obrera. Y para ello, toda vez que fue necesario, no dudó en utilizar -como amenazó públicamente en esos años- todos los medios a su alcance.
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No es cuestión de demonizar, no se trata del único gobierno que asume enarbolando las banderas "nacionales y populares" o del "socialismo" desde un lenguaje de "izquierda" o "centro izquierda" para en su nombre liquidar las tendencias radicales o revolucionarias desde el interior. La historia del siglo XX tiene muchos ejemplos. Desde la Revolución alemana de 1918-19, pasando por la Guerra Civil española de la cual se acaban de cumplir 80 años que, al tratarse de una de las revoluciones más importantes del siglo pasado (nosotros al respecto publicamos una obra de León Trotsky que la muestra de cuerpo entero), da cuenta de esto de manera aumentada. Perón no fue tan lejos. Y de hecho se encargó mediante gestos, declaraciones y leyes de mostrar su verdadero cometido y por ende el de la Triple A.
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- El debate de los 70 sigue siendo sumamente actual. Desde mi parecer por varias cuestiones. Una inmediata: mucho de los actores centrales de esa época no solo viven sino que muchos están en funciones o tienen en los '70 parte de su prontuario. Se han publicado recientemente varias investigaciones que prueban los vínculos que tenía en esos años la familia Macri con López Rega y la logia fascista italiana Propaganda due (P2), de la que como se sabe también eran miembros el Almirante Emilio Massera, el General Carlos Suárez Mason y el propio Perón.
En los años del kirchnerismo se extendió un nuevo "relato" sobre los setenta. Se oculta que Perón creó la Triple A y también que fueron los trabajadores quienes enfrentaron al gobierno peronista de Isabel y su plan de ajuste brutal, provocando la caída del Ministro de economía Rodrigo y, también, del Brujo López Rega, el brazo ejecutor de la Triple A. No fue un golpe "antiperonista", sino que el golpe apuntó a una clase obrera que justamente comenzaba hacer su experiencia con el peronismo.
Aquí también está la operación de construir mitos, preservando al peronismo como "partido de la contención" e impedir que se conozcan los hechos objetivos de uno de los hitos más importantes del pueblo trabajador y la juventud. Los más de 30.000 desaparecidos, como se sabe en su mayoría trabajadores, fueron en parte para cortar los lazos de esa tradición con las nuevas generaciones. Y este libro por sus características, basado en una profusa investigación, entrevistas y documentos, permite apropiarnos de este capítulo clave de nuestra historia, en sus luchas cotidianas y discusiones, reabriendo el debate desde otro punto de vista.
Ficha técnica
Ruth Werner, Facundo Aguirre y contribuciones de Andrea Robles, Mónica Torrás y Walter Moretti
Andrea Robles analizó también la historia del accionar de la Triple A y arribó a algunas conclusiones, que pueden leerse íntegras haciendo clic aquí. Algunos párrafos se citan a continuación:
Perón, Villar y la denuncia de Ortega Peña
La historia parecería mostrar que no en vano Perón tenía de secretario privado a "Lopecito", como lo llamaba cariñosamente. No bien asumió a la presidencia, Perón reafirmó el Pacto Social acordado meses antes con los sindicatos oficiales y las patronales, que congelaba los precios y los salarios, suspendiendo las negociaciones colectivas por dos años.
Paralelamente, Perón impulsó una batería de medidas represivas que llegaron incluso a la reforma del Código Penal. Ocho diputados peronistas renuncian a sus bancas en repudio a la reforma, a todas luces proscriptiva de las luchas obreras y populares que se desataron luego del Cordobazo (1969) y los procesos provinciales que lograron la caída de la dictadura de Onganía.
Ya en julio de 1973, a poco de la Masacre de Ezeiza, el recibimiento de Perón a la Juventud Peronista culminó con una provocación, designando al mismo López Rega como enlace con este sector. Luego ante los cuestionamientos por las designaciones de Villar y Margaride por "gorilas", Perón les contestó que "puede ser, pero son buenos policías".
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Poco antes de que Perón echara públicamente a los Montoneros de la Plaza de Mayo, el 1° de mayo de 1974, se produjo la Masacre de Pacheco. Fue el 29 de abril, cuando se secuestró y asesinó a tres activistas obreros del PST en momentos en los que se realizaba una reunión de esa organización en el local de General Pacheco (zona norte del Gran Buenos Aires). Con el accionar de un comando de la Triple A se consumaba así un salto en la escalada represiva contra la vanguardia obrera.
En ese caso se sindicó como responsable del crimen a un comando de la Triple A junto a integrantes de la burocracia sindical. Justamente éste último es otro de los sectores que desde las investigaciones de Rodolfo Walsh en 1975 hasta la misma cédula judicial confirman como partícipes de Triple A: "Incluso puede afirmarse la pertenencia a esta asociación ilícita de diversos miembros de organizaciones sindicales".
Rodolfo Ortega Peña, intelectual de izquierda, defensor de presos políticos y diputado nacional por el Peronismo de Base, haciéndose eco del impacto que provocó la masacre en amplios sectores democráticos y de la izquierda denunció la política del gobierno. Él fue el primero que señaló como responsable directo de esta política al general Perón, en una entrevista brindada al diario del PST en ese momento. Peña también dijo que "todos aquellos sectores que han tenido una inserción real en el ámbito de la clase trabajadora y que trabajan políticamente significan un peligro para la burocracia sindical y para la política del Pacto Social". Y agregó que "no sólo las amenazas van a seguir, sino que esta represión de derecha va a continuar; porque creo que no es un episodio aislado, sino una suma de episodios que hace a una política necesaria para el Pacto Social, ante la imposibilidad de contener la radicalización de la clase trabajadora".
No se equivocó. En absoluto. Pocos meses después, el 31 de julio de 1974, con Isabel Perón en el gobierno, el propio Ortega Peña fue asesinado. Un auto lo interceptó y lo acribillaron frente a su esposa que lo acompañaba. La Policía Federal liberó la zona, siempre el mismo modus operandi. La Triple A se adjudicó el asesinato y todo apunta a que fueron perpetrados por el entorno íntimo de Villar.
El sepelio de Ortega Peña, la Federal y el Grupo Villar
Una masiva movilización acompañó el sepelio de Ortega Peña y fue brutalmente reprimida por orden de Villar. Unos 400 detenidos fueron a parar a distintas comisarías, después de que las fuerzas policiales rodearan los micros que los trasladaban. A las pocas semanas la Triple A confección nuevas listas negras, con sus nombres completos y domicilios.
Testigos vieron en la Comisaría 29º a Almirón, uno de los principales responsables operativos de la Triple A, con una hoja donde figuraba la lista de los detenidos allí. En una carta enviada por el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) al Partido Socialista de los Trabajadores (PST) -incorporada al expediente- se informaba que "hasta nosotros ha llegado esta lista, que está en manos de las AAA, todos los integrantes de la misma han sido condenados a muerte por esta organización parapolicial". La cédula judicial cursada recientemente por Martínez Giorgi dice que "según fue constatado, varias de las personas que fueron detenidas en dicha oportunidad, luego habrían resultado asesinadas o secuestradas por la organización ilícita investigada en autos".
Según otro testimonio que figura en la cédula judicial, "César Robles era uno de los principales dirigentes del PST y estuvo presente en el velatorio de Rodolfo Ortega Peña, en el que se encontraban decenas de dirigentes y militantes del mismo partido y de otras organizaciones políticas y sindicales en oposición al gobierno. A partir de entonces, comenzaron a producirse una serie de atentados contra militantes y locales del PST, que fueron demostrando que aquella lista de personas 'condenadas a muerte' era efectivamente un objetivo de la Triple A".
Hoy, pese al arsenal probatorio, a los testimonios de muchos sobrevivientes y a la constatación histórica de que el accionar de la Triple A no fue otra cosa que parte de un plan sistemático de exterminio de opositores políticos, sindicales y sociales, la Justicia realiza maniobras que intentan seguir consumando la impunidad. No hay que permitirlo.
* La autora es hija de César Robles, querellante en la causa y referente del CeProDH.
** Video superior: Sucesos Argentinos, programa conducido por Romásn Lejtman en América TV