Un mendocino entre los candidatos para presidir la Conferencia Episcopal Argentina
Los dignatarios se convocaron este lunes para participar de la 125 Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal. Si bien son 98 los obispos que pueden elegir y ser elegidos para esos cargos, hay cinco que están perfilados para asumir posiciones importantes. Se trata de los arzobispos Marcelo Colombo (Mendoza), el cardenal Ángel Rossi (Córdoba), Jorge García Cuerva (Buenos Aires) Vicente Bokalic (Santiago del Estero) y el obispo auxiliar y vicario general de Buenos Aires, Gustavo Carrara.
Cerca de un centenar de obispos argentinos de todo el país comenzaron a deliberar en un retiro en Pilar sobre quiénes liderarán la Iglesia Católica durante la presidencia de Javier Milei. En la renovación más significativa y profunda de la jerarquía eclesiástica de la última década, los prelados se reunieron este lunes para la 125ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA).
Aunque hay 98 obispos con derecho a votar y ser elegidos, cinco se perfilan para ocupar cargos clave: los arzobispos Marcelo Colombo (Mendoza), el cardenal Ángel Rossi (Córdoba), Jorge García Cuerva (Buenos Aires), Vicente Bokalic (Santiago del Estero) y el obispo auxiliar y vicario general de Buenos Aires, Gustavo Carrara. El complejo proceso de selección, que se realiza digitalmente, requiere el apoyo de dos tercios de los votos y comenzará este martes, con la expectativa de concluir el jueves.
Los puestos más relevantes a renovar incluyen al obispo Oscar Ojea, actual presidente de la CEA, que no puede ser reelegido; monseñor Jorge Lugones, a cargo de la Comisión de Pastoral Social; monseñor Carlos Tissera, presidente de Cáritas; y el cardenal Mario Poli, responsable de la comisión de Educación. Los tres primeros ya han cumplido los dos mandatos permitidos, mientras que el último, por su condición de "emérito", no es elegible para liderar organismos de gobierno eclesiástico.
La homilía pronunciada por monseñor Ojea, quien también funge como obispo de San Isidro y posee una influencia significativa, trató temas clave relacionados con la elección de su sucesor. Puso especial énfasis en la figura del papa Francisco como elemento crucial para definir la dirección que debe tomar la Iglesia en una Argentina marcada por la polarización política y el antagonismo, así como por las severas consecuencias sociales del que se considera el plan de ajuste más extremo en la historia de la humanidad, según la perspectiva libertaria.
En su último mensaje como cabeza de la CEA a los obispos, Ojea recordó una breve carta de Pablo a Tito en la que se habla de las condiciones de quienes presiden la comunidad: "El apóstol insiste "Quien preside la comunidad tiene que ser irreprochable, como buen administrador de la casa de Dios". Por un lado, sentimos que es algo que nos excede, por otro lado, reconocemos que esta recomendación paulina está en línea con lo que nos está pidiendo el Sínodo que acabamos de finalizar en cuanto a la transparencia, a la rendición de cuentas y a la rectitud en los procesos".
"El Papa Francisco nos ha hablado extensamente en Laudato Si del paradigma del cuidado con respecto a la creación. En estos años, a raíz de los abusos de distinto tipo, venimos hablando mucho de esta actitud. La atención y el cuidado son las concreciones de la caridad. Quien ama, cuida, presta atención. San Agustín decía "Donde hay amor, hay ojos". Esa atención es la que debemos tener como pastores que velan por su rebaño", recordó monseñor Ojea.
"Cuando nos encontramos con hermanos y hermanas heridas, en cambio, recordando que hemos sido perdonados por Jesús, nuestra actitud debe ser de sumo respeto y cuidado para no volver a dañar a quien herimos y ofrecer el espacio de la reparación. Sobre la reparación nos dice el Papa en la encíclica Dilexit nos, hablándonos de la belleza de pedir perdón, "la reparación para ser cristiana, para tocar el corazón de la persona ofendida, presupone dos actitudes exigentes: reconocerse culpable y pedir perdón. Es de este reconocimiento honesto del daño causado al hermano y del sentimiento profundo y sincero de que el amor ha sido herido, que nace el deseo de reparar... Acusarse a sí mismo es parte de la sabiduría cristiana porque al Señor le agrada recibir un corazón contrito...".