Sin endeudamiento no hay Paraíso

La política en Mendoza cree que puede seguir jugando a la mancha sin que eso genere consecuencias infernales. Los datos que dan cuenta de la necesidad de avanzar con un presupuesto que reactive a la construcción, ante la imposibilidad de pensar en recursos más genuinos, a los que se les cerraron las puertas.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

No hay plata para obras. La mitad de los municipios (grandes, medianos y chicos) se gastaron los recursos antes de las elecciones y no tienen cómo encarar nuevas licitaciones. Si no hay obras, se caen el empleo registrado no calificado todavía más, que es lo que está pasando. Por ello, más allá de la insistencia del gobierno y de la oportunidad que encuentra la oposición para pasarle factura a la UCR, al que le achacan la salida del PJ del poder en 2015, la realidad indica con las cifras estadísticas de la construcción que en diciembre quedaron afuera 4 mil trabajadores. Pero los empresarios del sector advierten que podrían caerse otros 4 mil en enero y otros más en febrero. Serán 12 mil trabajadores sin empleo y empresas desactivadas por la ausencia de obras, algunas de las cuales comienzan a financiarse con la venta de equipos que costará recuperar ¿Fue una burbuja el boom de la construcción? Nadie se anima a aceptar el término, pero sí dan cuenta de que debería haberse ejecutado un plan a largo plazo para sostener las obras. 

El ejemplo que citan los empresarios es el caso de Guaymallén. Allí, cual pirañas contra una salchicha, las empresas se están disputando la construcción del último requecho que va quedando en Mendoza: calles, plazas, intervenciones urbanas. Le viene bien a la comuna que atravesó un pasado hace cuatro años de cesación de pagos, rojo interminable y escándalos. Esa pelea le permite mantener bajo el costo de las obras, debido a la competencia. Parecerá poco, pero allí siguen abriendo licitaciones. Esta semana, la continuidad de la renovación del carril Godoy Cruz por 120 millones de pesos. En total, son 300 millones, poco para sostener el ecosistema de empresas constructoras, pero más que lo que suman las licitaciones de los restantes 17 municipios de Mendoza, según puede chequearse con una simple lectura de la página compras.mendoza.gov.ar.

Hoy en Mendoza, a escala provincial hay más empresas que obras. Son unas 80 obras en carpeta, unas activas, otras paralizadas y algunas en "veremos". A groso modo, no alcanza siquiera para que cada empresa tenga una, y así y todo, de eso no se trata el sistema, sino que a veces una tiene varias obras.

Junto a Guaymallén hay otros dos municipios sobrevivientes por mérito propio: Godoy Cruz y Maipú. También, en un clima de retrasos y complicaciones, los acreedores sostienen que San Rafael "administra bien" y está cumpliendo, a pesar de que está igual de presionado financieramente que el resto. Hasta Malargüe, municipio al que le impidieron crecer al negarle la actividad minera, dejó obras en ejecución y dinero ahorrado. La Paz y Santa Rosa dejaron de pagar las pocas obras que estaban haciendo. Y el caso extremo entre las que están en peor situación, además de San Martín, parece ser el de Luján, en donde encararon un plan histórico de erradicación de las villas costeras al río Mendoza, pero con fondos nacionales. Y hoy se ha cortado toda comunicación con el prefijo 011 en la comuna que fue más amiga de Marcos Peña y Mauricio Macri. La construcción de uno de los barrios estaría a punto de caerse.

El gobernador Rodolfo Suarez se reunió este lunes con las cámaras que agrupan a las empresas que sostuvieron cuatro años de "desocupación cero" gracias a diversos planes de obras. Escuchó lo que habían advertido durante la campaña: la última licitación de importancia se hizo hace un año. Se comprometió y a la vez les pidió compromiso. 

Las obras de "plazo corto" que sirvieron a municipios de un color partidario y otro para mostrarse en campaña ya se están estrenando, por suerte (porque en Mendoza sí se honran los compromisos) y por desgracia (porque se acaban y sus empleados y empresas no están encadenados a nuevas tareas).

No contar con un presupuesto agrava la situación porque, por ejemplo, muchas de esas obras que Mendoza reclamaba como imprescindibles, como son las ampliaciones de hospitales y centros sanitarios, deben ser "rellenados" con personal adecuado para que puedan funcionar y cumplir con su cometido que, además de generar empleo, era brindar servicio una vez erguidas.

Confluyen responsabilidades diversas en la situación. Una manera de encarar la situación es barajar y repartir culpas, a diez o cinco años vista, si se quiere. Pero el problema es más grave que una pelea de partidos: es la subsistencia económica de Mendoza, una provincia que se dio el lujo de decirle que "no" a una posibilidad de ingreso de dinero y de reactivación de la actividad como es la minería.

No, no habrá minería y por lo tanto, la plata tiene que salir del mismo lado de siempre. ¿Cuál es ese lado? ¿Es el rojo del Banco Nación la forma de financiarse? ¿Van a decidir la subsistencia de una provincia los rencores políticos o las ilusiones de idealistas con mucho acceso a redes sociales que deciden gobernar por encima de lo que estipula la Constitución en torno a la representatividad?

Aun aceptando que la sociedad quiera suicidarse (como algunas actitudes colectivas parecen indicarlo), el remedio que le queda a Mendoza es contraer deuda para continuar con un plan que no es para crecer y ni siquiera, para sostener: es de inclusión social de trabajadores, para evitar situaciones peores que todos los sectores lamentarán y de la que no podrán sacar ventaja. Entonces, con la mente fría, lo que hay que hacer es activar la construcción y, de ser posible, de servicios fundamentales y útiles. No, tampoco todo pasa por repartir una tarjeta alimentaria y listo, ahora que no les llenará nadie las heladeras, sino por sostener el trabajo en la construcción, que es inclusivo y multiplicador de beneficios.

El sector empresario está perdiendo integrantes por no poder apechugar una crisis que aprieta igual en cualquier lugar del país, sean peronistas, macristas, socialistas o radicales los que gobiernan. Y sobre todo, un enorme caudal de desocupados está a nuestro paso, con sus hijos a punto de iniciar las clases y con ellos mismos en las calles, esperando una respuesta que no sea promesa, como hasta octubre, sino una realidad.

No cabe el punto medio en el que estamos viviendo. La discusión política condena a toda una sociedad a un Purgatorio de condiciones infernales, porque aumenta la brecha y profundiza la crisis, solo por querer que el oficialismo haga un "mea culpa" que, en los hechos, sería volver a reiterar que nadie en los últimos años logró que Mendoza saliera del bucle en el que está sumida y solo haya podido moverse entre empeoramientos y emprolijamientos del manejo de sus muy escasos recursos.


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