Sin un Messi, la "selección" opositora necesitará una mejor dirección técnica

Un análisis con opinión, en dos partes. La analogía a un equipo nacional de fútbol, y la cruda realidad de las negociaciones que implica el armado de una oposición clara ante el avance del oficialismo en cuestiones institucionales.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Juntos por el Cambio se reunió a pleno con el faltazo de Mauricio Macri, quien está más dedicado por estos días a pelear su influencia en el partido que fundó, el PRO, jaqueado por las deslealtades, desautorizaciones a su persona y las ambiciones de poder que chocan con los que creen ser los dueños de la marca.

Ya no son solo tres representantes en los que el resto de la política les confía el armado, como sucediera con Cambiemos y con Macri, Ernesto Sanz y Elisa Carrió en sus inicios. Ahora son muchos porque no hay un liderazgo fuerte. Si fuera un seleccionado de fútbol, se nota la ausencia de un Messi que haga los goles o los pases fundamentales. Individualmente podría decirse que juegan bien y les sobre autoconfianza individual, pero a la hora de mostrarse como equipo, los traicionan los egos.

De allí que a la reunión de ayer en la que se mostraron juntos y ansiosos por lograr dos incorporaciones difíciles como son Margarita Stolbizer, defensora por izquierda que ya pidió en otros tiempos la pelota a muchos de estos jugadores y podría sentirse incómoda al recordar que pocas veces se la pasaban, y el atacante por derecha José Luis Espert, tironeado por varios representantes en equipos contrarios inclusive, pero que demuestra destellos de vocación por integrar el seleccionado, aunque le preocupa cómo luciría más su juego en la cancha: allí o como comentarista desde una cabina.

Supongamos que la masa crítica reunida resulte lo suficientemente contundente como para hablar de "talento", el asunto es ahora cómo demostrarlo en el conjunto. El día de las elecciones ya no se tratará sólo de mostrarse como habilidosos en el juego de la política, cada cual con sus características e historia, sino que la realidad política se volverá bilardista: hay que hacer goles, más que los otros.

El equipo rival, por su parte, goza más de espíritu combativo que de cintura y músculo. El factor sorpresa los acompañó en su última goleada, aquella que desmoralizó a sus contendientes. El tiempo, la inclinación de la cancha, la altura del campo de juego y hasta el ánimo de los árbitros se han confabulado a su favor y ahora volverá a valer una vez más su picardía que el esquema de juego, aunque llegan con unas circunstancias previas que los pone a la defensiva.

Si bien la final final se jugará en 2023 (y eso lo repite el equipo de Juntos por el Cambio, a punto de cambiar inclusive su nombre a cambio de nuevas incorporaciones), el técnico -si es que aparece- deberá convencerlos de que el partido previo de este año es definitorio para la continuidad del espíritu de equipo: una nueva derrota los desarma y llenará de culpas cruzadas y, en lugar de requerir ya un coach administrar de egos, lo que sobrevendrá será un cotizador que sepa ponerle precio a su continuidad en el mercado electoral o bien, organizarles un digno retiro en clubes y torneos inferiores.

Sin metáforas

En el encuentro de Juntos por el Cambio de anoche se reafirmaron dos conceptos que había anticipado el mendocino Alfredo Cornejo, quien se consolida más como figura en el armado de la alianza que como candidato presidencial, ya que en Argentina todo atenta para que alguien que no sea porteño o de sus alrededores pueda siquiera exhibir sus habilidades, si las tuviera.

Cornejo había dicho más o menos que:

1- No hay un solo liderazgo en la oposición.

2- Si el kirchnerismo gana más influencia en el Congreso va a avanzar sobre la Constitución y la economía, trayendo a la Argentina un escenario ideologizado al extremo de otros países latinoamericanos, con sus consecuencias.

El factor que condiciona el surgimiento de nuevos liderazgos es que entre la capital del país y la provincia de Buenos Aires tienen la mitad del electorado y la discusión en la gran vidriera de los medios porteña multiplicada por espejos en todo el país es quién los gobierna a ellos; quién será su presidente y sus dos gobernadores. Y punto.

Entonces el juego y el armado es más complejo y con menos protagonistas, con una dependencia exagerada en torno a quién consigue un imitador en el "Politichef" del devaluado pero influyente aun Marcelo Tinelli.

El PRO tiene protagonistas con boleto de ida y vuelta, que si no consiguen lo que buscan, se van a otro partido. Armado con remanentes del peronismo y vocaciones empresarias para conseguir el poder político sin intermediarios, están demostrando un comportamiento lejano a lo que se define como partido político, pero tampoco como movimentista que "suma y sigue", sino que sus dirigentes fluyen por el amplio espectro político según el lugar que les toque en las listas.

Así, por ejemplo, si Patricia Bullrich jugara en CABA apadrinada por Macri, Horacio Rodríguez Larreta le mandaría a territorio bonaerense a su vice, Diego Santilli, con lo que deja en off side a Jorge Macri, María Eugenia Vidal y con un pie afuera a Joaquín de la Torre, quien llegó con su Frente Renovador Bis desde el FPV y tiene carnet de libre circulación por toda la política.

Alfredo Cornejo tiene un plan y es que se sumen otros protagonistas como, por ejemplo, Facundo Manes en Provincia de Buenos Aires y dar con ello una batalla interna en donde se cocina el estofado, pero en instancias superiores del frente y ante la ausencia de un distribuidor del juego con poder, confianza y credibilidad, creen entender que las herramientas democráticas de selección de los candidatos podrían perjudicar a los actuales dueños de las decisiones, haciendo valer fotos ya ajadas de resultados electorales anteriores en los que ganaron y sin volver a mirar aquellas que los muestran perdedores.

Visto así, probablemente para el ciudadano común que la está pasando mal, resulte un bajón más difícil de digerir y lo deje al paso de la opción anárquica. Pero son las complejidades de la política que requieren de quien las sintetice. 

La opción diferente a conocer estos procesos es la bajada de línea sin discusión pública y el acatamiento a la orden de alguien que no da la cara ni acepta disidencias, como es el caso de Cristina Kirchner. 

Y justamente de la confrontación de estos dos modelos de hacer política y gestionar, se tratan las elecciones próximas de este año, y del 2023.

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