¿Una nueva ilusión económica? Dólar y corrupción, los desafíos que Argentina no resuelve
Lisandro Thomas ofrece una mirada sobre la inestabilidad permanente, que va de lo político a lo económico, y se motoriza con exacerbaciones ideológicas. Qué hace falta para encontrar el eje y el centro.
Argentina atraviesa ciclos económicos que condicionan las decisiones de consumo, inversión y turismo. Actualmente, la estabilización del dólar y la apreciación del tipo de cambio real han reactivado el interés por viajar al exterior, fenómeno recurrente en momentos de aparente estabilidad cambiaria. Sin embargo, esta tendencia expone los desequilibrios estructurales del país: la apreciación del tipo de cambio y el creciente déficit turístico afectan la acumulación de reservas, mientras que la incertidumbre climática pone en riesgo la producción agropecuaria, una de las principales fuentes de divisas. El desafío radica en transformar esta estabilidad momentánea en un proceso sostenible, evitando repetir los errores del pasado donde el optimismo económico se desvaneció ante crisis recurrentes.
El riesgo país refleja con crudeza la fragilidad económica argentina. Equiparado al de Pakistán, Angola y Ghana, contrasta con el de El Salvador, Panamá y Egipto, que muestran menores niveles. Brasil ostenta menos de la mitad del riesgo argentino y, sorprendentemente, Ucrania, a pesar de su conflicto bélico, apenas lo supera en dos puntos porcentuales. Esta desconfianza de los mercados responde a la volatilidad económica y la ausencia de políticas sostenibles. Aunque el déficit fiscal se ha reducido desde 2024, persisten desafíos como el fortalecimiento de reservas y la generación de un crecimiento genuino sin depender exclusivamente de ajustes coyunturales. La posibilidad de un acuerdo con el FMI y la eliminación del cepo cambiario parecen cada vez más remotas, sumiendo al país en una sensación de parálisis económica. Para romper este ciclo, Argentina necesita consolidar una política económica previsible que brinde confianza tanto a inversores como a ciudadanos.
El gasto público expone otra contradicción central. Argentina destina el 40% de su PBI al sostenimiento del Estado, un nivel similar al de Canadá y Nueva Zelanda, pero con resultados diametralmente opuestos en términos de calidad de servicios. Por otro lado, Guatemala, con un gasto público del 12% del PBI, también enfrenta insuficiencia estatal, lo que demuestra que tanto el exceso como la escasez de recursos pueden resultar problemáticos si no hay una administración eficiente. Esto confirma que la clave no reside en cuánto se gasta, sino en cómo se administran los recursos.
La tabla de los países con más riesgo país: Argentina hoy y el resto del vecindario
Un Estado eficiente debe regular mercados, evitar monopolios y garantizar servicios esenciales con una sociedad activa que exija transparencia y equidad. Sin embargo, en Argentina, la falta de planificación y la corrupción han distorsionado la administración pública, generando un aparato estatal ineficaz y costoso que no responde a las necesidades de la ciudadanía.
El plano político también muestra signos de tensión. La aprobación en Diputados de la Ley de Ficha Limpia ha puesto en jaque al peronismo y amenaza la influencia de Cristina Fernández de Kirchner, quien refuerza su control para no perder terreno.
Tanto el mileísmo como el peronismo tradicional oscilan entre alinearse con el kirchnerismo o responder a la creciente demanda social de transparencia. La resolución del Senado será clave para determinar el rumbo de la lucha contra la corrupción. No obstante, la resistencia de ciertos sectores políticos sugiere que las viejas prácticas de impunidad aún pesan en el debate público, dejando en evidencia que la corrupción sigue siendo uno de los problemas estructurales más difíciles de erradicar.
En paralelo, el escándalo del "cripto-gate" ha erosionado la imagen de Milei. Su promoción de la criptomoneda $LIBRA generó sospechas de estafa y debilitó su credibilidad, agravada por la intervención de su asesor Santiago Caputo. Esta crisis expuso una contradicción entre su rol de presidente y su pasado como economista privado, generando dudas sobre su liderazgo y estrategia. Mientras el oficialismo avanza con reformas económicas y recortes, su talón de Aquiles sigue siendo la gestión concreta de la realidad. Si bien han logrado ciertos avances macroeconómicos, la falta de experiencia en la administración cotidiana del Estado se traduce en oportunidades desperdiciadas.
La gestión pública requiere más que un enfoque ideológico o teórico: demanda capacidad operativa y políticas bien estructuradas que aseguren resultados tangibles para la población.
Desde el punto de vista sociocultural, Milei mantiene una postura combativa sobre temas que le resultan ajenos, como el "wokismo". Su discurso, amplificado en redes sociales, lo posiciona como un actor beligerante en la batalla cultural, profundizando la polarización social. En lugar de construir consensos o fomentar un debate pluralista, su estrategia parece centrarse en la confrontación constante, lo que contribuye a una fractura en la sociedad y desvía la atención de los problemas más urgentes que afectan a los ciudadanos.
En conclusión, Argentina se encuentra en una encrucijada donde convergen inestabilidad económica, incertidumbre política y crisis cultural. La ilusión de estabilidad económica actual puede desvanecerse si no se abordan los problemas estructurales de fondo.
Para construir un futuro más estable, será esencial avanzar en reformas estructurales, mejorar la transparencia institucional y fomentar un debate político que trascienda la polarización, enfocándose en soluciones concretas. Sin estos cambios, los ciclos de crisis seguirán repitiéndose, condenando al país a una eterna promesa incumplida de desarrollo y bienestar.