El país conurbanocéntrico: los respiradores y las mañas que tienen premio
La histórica lucha de Mendoza por hacer valer su esfuerzo frente a quienes no lo hacen y se nutren del esfuerzo que hacen otros. Una pelea triste por los respiradores en tiempos de pandemia y la pretensión de subordinar en forma centralizada como excusa para no tener que pedirles a las gestiones mañosas que dejen de serlo, temerosos de su poder.
Hay una cuota de racionalidad en el discurso centralizador de la distribución de los respiradores a los hospitales en esta situación de pandemia por coronavirus covid-19. Pero también es cierto que esconde mucho más detrás. Lo aceptable, es que se quiera imponer coordinación en medio de la batalla. Sin embargo, hay muchas otras que terminan desmoronando lo que aparece, entonces, como una puesta en escena.
Llegamos tarde a la batalla. Ya en enero el exembajador en China, Diego Guelar, le advertía a un ministro de Salud tozudo, recostado sobre un prestigio adquirido en el pasado, que la expansión del nuevo coronavirus surgido en Asia debía abordarse de inmediato. No le respondieron desde la Casa Rosada y es más: lo ridiculizaron y negaron. El trasfondo: era un peronista "colaboracionista" con el gobierno de Mauricio Macri, a quien representó en Pekín. Y ningún otro. El Gobierno, se burló de las advertencias y hasta el ministro dijo que era difícil que el virus llegara a este país.
El coordinador no está disponible. Ya en medio del "baile", un ministro que tuvo que salir de escena durante dos semanas porque generaba desconfianza, no solo volvió sino que se subió al ring para pelearse con el gobernador de Mendoza, Rodolfo Suarez, quien reclama que el gobierno nacional permita que los respiradores que su provincia adquirió no sean secuestrados en Buenos Aires. Suarez llamó al presidente y solo pudo departir con su secretaria. Montado en las encuestas que le dan cómodamente un 60% de apoyo, Alberto Fernández ignoró al mandatario que le ganó a su candidata y lo subordinó a su staff.
Mañosos. El argumento esgrimido por el ministro tiene una dosis de razón cuando dice que es necesario concentrar recursos y decisiones, y distribuirlo, pero a la vez esconde los propios miedos del Gobierno y las mañas del esquema político del que se nutre: provincias que jamás hicieron un esfuerzo y municipios del conurbano bonaerense con poder de amenazar con un estallido, que debe ser leído como "pánico a perder respaldo y el poder".
Una Constitución de plastilina. Así como se decide suspender el ejercicio de la Constitución para cerrar las puertas de casa a miles de argentinos, a quienes se estigmatiza por haber podido pagar un viaje al exterior, también parece hacérselo al definir que, por un virus, el país dejó de ser federal y pasa a un esquema centralista. ¿Por qué la sociedad lo permite? Ya lo ha hecho muchas otras veces, embobada o bien, paralizada por el temor. Pero más temprano que tarde se cae y la realidad vuelve a aparecer.
Provincias de cuarta categoría frente a municipios con poder de fuego. Esta vez no es porteñocéntrico, porque no pueden darle ningún mérito a un jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que representa a la oposición, sino que se vuelve conurbanocéntrico, en donde radica el 40% de los votos del país y, coincidentemente, la mayor concentración de población sostenida en estado de miseria y gestiones desidiosas afines al biribiri discursivo que condena a la población a vivir mal y sin la posibilidad de que se le cumplan derechos fundamentales.
Qué es Mendoza en Argentina y frente al poder mañoso. Las cifras económicas de Mendoza son horribles. Desde hace casi una década que no puede generar más puestos de trabajo legítimos en empresas privadas porque su actividad económica está muy acotada. Así y todo, su nivel de dependencia en todos los aspectos con la Nación ha sido siempre ínfimo, salvo cuando se obligaba a los gobernadores a arrodillarse aplaudiendo al Ejecutivo instalado en Buenos Aires, so pena de no recibir siquiera la porción de lo que le correspondía.
Distintos. En el esquema de provincias argentinas, la política, las empresas, las organizaciones de la sociedad civil y las instituciones conforman un ecosistema que busca salir de la medianía de las provincias y mirar de frente con dignidad a quien se lo plante. Así, Mendoza no solamente es una provincia argentina, sino un lugar en el mundo, identificable per se y con capacidad de salir, por ejemplo, a vender su producción y condición a cualquier punto del planeta sin tener que pedir permiso a ningún canchero de turno en la burocracia central.
Ecosistema con contrapesos. En estos días de crisis sanitaria, tomó medidas que la Nación discutió y después tuvo que asumir como las apropiadas. Pero además aquí, la política recortó sus salarios para hacer un ahorro e invitó a todo el mundo a hacerlo. Empresas de diversa magnitud y con capacidad de aportar, en tanto, compraron respiradores para donar a los hospitales a los que vamos todos: ricos y pobres, porque un endurecimiento de la pandemia no perdonará condición social alguna.
Solidaridad con esfuerzo de otros. Y aquí es donde aparece un supuesto rol "solidario" del Estado nacional. Argumenta con palabras edulcoradas que definiriá a quién les dará los respiradores que compró Mendoza y se sube al paternalismo anacrónico -pero a la vez basado en premisas mentirosas- de otorgar igualdad de posibilidades también a los sectores más pobres del país, como están repitiendo los apóstoles que son incapaces de cuestionar nada y se entregan a la alabanza y la propaganda de lo que hacen sus mandamás.
De cuál país somos parte. Lo que resulta factor de bronca en esta pelea en el espantoso barro de una crisis sanitaria es que no hay provincias ricas y pobres, sino gestiones responsables e irresponsables, municipios que hacen esfuerzo y los que lo despilfarran todo, estados provinciales o zonas del país en donde se hace ahorro y esfuerzo y otros en donde todo lo esperan de arriba, o del esfuerzo y el ahorro de otros.
Injusticia. Aquí hay una injusticia histórica que ya Mendoza analizó en el año 2001 cuando puso a un plantel de abogados a estudiar el régimen jurídico para plantarse ante Buenos Aires con un mayor nivel de independencia. Inclusive, tuvo gestos fuertes de rebeldía ante el poder conurbanocéntrico cuando en aquellas fechas rechazó la aplicación del estado de sitio, algo que el gobierno instalado en el puerto aplicaba sin analizar ninguna particularidad provincial y solo viendo los noticieros de los canales porteños, que hablan de sí mismos, una y otra vez.
Qué le importa al que detenta el poder desde el Puerto. Lo que pasa ahora en esta triste discusión por conseguir lo que Mendoza compró para sus habitantes, en función de unos esfuerzos multisectoriales que no han hecho otros, no es un asunto inherente a una realidad de tensión partidaria puntual, sino que es histórico. Los políticos del Puerto no quieren perder el poder y lejos de respetar el funcionamiento como país federal construyen atajos ideológicos, jurídicos, verborrágicos y hasta místicos si quieren con tal de que no se les desate la vaca, cuya soga la sostienen gobernadores de provincias que jamás pensarían en bajar los salarios de la política, y jefes comunales del conurbano bonaerense que administran pobreza, pero no la combaten.
Gatopardismo reciclado. El argumento de querer "cambiar" es falso: solo quieren que todo siga igual, pero rodeado de muchas consignas pegadizas y rítmicas. El viejo y muy admirado gatopardismo del poder central, del partido que sea, sigue vigente.