El macrismo "anibaliza" a Kicillof y el peronismo apura un furioso desembarco

El final de la campaña por la primera vuelta presidencial está dejando cundir afirmaciones y pronósticos vengativos, tanto como acusaciones incomprobables.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Mauricio Macri en Tucumán ya no solo se mostró, en su recorrida del "Sí se puede", como presidente y candidato, sino que hasta se dio por ganador, aun cuando las encuestas lo colocan 20 puntos por detrás de los Fernández. Dio un salto hacia delante y hasta ofreció tenderle una mano a su contrincante para avanzar en la agenda de urgencia que el país requiere: una mezcla de remedios contra una enfermedad autoinfectada por la actual gestión y pedido de que "no se borre" para quien ayudó en el último tiempo a abonar la incertidumbre.

De todos modos, no solo Alberto Fernández se cree ganador, sino todo aquel que alguna vez haya pasado aunque sea cerca de algún local del peronismo. Puede vérselos discutiendo lugares en una próxima gestión, ahora que las redes sociales transparentan todo aquello que antes se hacía en los sótanos del poder.

En materia de discusión pública, la acción concreta de embarrarse la cancha mutuamente poco favor le hace a un debate con altura y, de hecho, los analistas políticos más delicados dan cuenta de que, finalmente, todos podrían terminar igual de manchados y poca tajada ventajosa podrían sacarle a esta situación de "todos contra todos" que se percibe desde una audiencia atónita, cansada, golpeada y en algún punto, resignada.

No hay un horizonte gigante de esperanza movilizador de grandes sectores de la población, sino más bien una expectativa pasiva. Pero si el peronismo logra saturar a la sociedad, pinchará uno de los globos que infla Juntos por el Cambio, que es que más gente concurra a votar el 27 de octubre y que lo hagan por ellos.

En este tren de descalificaciones, el macrismo intenta "anibalizar" a Axel Kicillof tras sus afirmaciones en torno al vínculo entre narcomenudeo y pobreza, mientras desde el Frente de Todos se ensañan en una tarea riesgosa: señalar a los adversarios. Tal vez, dejarlos pintados con una marca fluor. O incentivar la revancha.

No fue otra cosa que racismo absurdo y de baja calidad el que ejecutó el presidente del Partido Justicialista, José Luis Gioja, al tirarle piedras a los mendocinos por el solo hecho de no disciplinarse dentro de sus gustos y objetivos electorales.

Tampoco son un aporte potable las declaraciones de un Miguel Ángel Pichetto converso, acusando -en forma tardía- a sus compañeros peronistas que están del otro lado de la grieta de cosas que ya sabía y que había evitado contar antes.

En este marco se desarrollan los últimos días antes de que se vote para presidente y vice, con este último cargo cada vez con más peso: ya sea por Pichetto y determinar quién fue, quién es y quién podría llegar a ser si asumiera la presidencia del Senado, y por Cristina Fernández de Kirchner, la exmandataria con despacho en La Habana, que controlaría no sólo la campanilla de su Cámara sino la baja también, en donde acomodó a los soldados de La Cámpora.

Alberto Fernández ya no niega a nadie y abraza a todos, aun los señalados como "impresentables" en estos últimos años por él mismo. Mauricio Macri está a punto de desdoblarse hasta repudiar su propio paso por el gobierno, de tanto pedido de perdón que suelta en su gira que busca "dar vuelta" los resultados, como lo hicieron en Malargüe.

Un show tragicómico que, como dato relevante, deja sincerada cuáles son las calidades del debate político en la Argentina. Queda en la ciudadanía si es o no un reflejo claro de la "argentinidad" o un exabrupto que salta fuera de los límites de calidad y convivencia buscados.

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