El gobierno que no devalúa, acelera la devaluación
Mientras con las devaluaciones diarias lleva un ritmo cercano al 100% anual, el Gobierno mantiene un discurso prometiendo estabilidad del tipo de cambio. La columna de Rodolfo Cavagnaro.
Desde el presidente Alberto Fernández hasta el ministro Sergio Massa vienen repitiendo que este gobierno no va a devaluar la moneda porque de esa manera se generaría mayor pobreza. La realidad es distinta, como siempre pasa. El Gobierno devalúa la moneda todos los días y lo hace a un ritmo menor que la inflación, pero empuja a repetir el ciclo.
"Lo fundamental es defender un discurso y no escuchar ninguna crítica o comentario. Nosotros decimos que no devaluamos y no aceptamos que nos digan nada. Mientras tanto, devaluamos", parece ser el argumento oficialista. Durante el mes de octubre el dólar oficial se depreció un 6,5%, aunque estará por debajo de la inflación estimada, que rondará el 7%. Además, la tasa anualizada de devaluación de los últimos cinco días octubre fue del 115%.
No obstante, la velocidad de la depreciación se aceleró en la segunda quincena, cuando datos preliminares de inflación adelantaban otro mes complicado. Hasta ahora, y según cálculos finos, el atraso cambiario de este año sería cercano al 10/15%. Los especialistas aducen que este se ha visto compensado por una apreciación del real, pero el problema es que la inflación no cesa, y no es por influjo directo de la devaluación, sino de la feroz emisión monetaria, que ya no financia gasto, sino que es para pagar intereses de los bonos que emite el Tesoro y el BCRA.
Lo significativo es que, aunque la tasa de devaluación siga alta, no compensa las pérdidas anteriores y, además, se encuentra con el problema que muchas empresas no pueden exportar porque no están pudiendo importar insumos. Lo real es que, pese a la aceleración de las devaluaciones, las exportaciones no reaccionan y no traccionan dólares para las arcas del Banco Central.
Mientras tanto, el ministro Massa sigue inventando formas de hacerse de dólares que no le llegan por exportaciones ni por turismo, simplemente, porque al tipo de cambio lo atrasaron para usarlo como ancla contra la inflación, estrategia que fracasó con todo éxito, ya que tenemos una tasa de inflación en un escalón muy alto, entre el 6 y 7%.
Esta semana surgieron nuevas novedades, como un dólar para turistas extranjeros, al cual podrán acceder si compran con tarjetas. Se quiere desalentar la venta de dividas físicas en las "cuevas" y que luego los turistas anden por las calles llenos de billetes. Este "dólar-turista" cotizará a los valores del MEP, alrededor de $290, igual o más caro que el blue, pero más seguro.
El problema más complejo vendrá el año próximo. Los recientes acontecimientos climáticos (sequías, heladas) pintan un panorama muy complejo para la actividad económica el año 2023. Casi seguro será un año recesivo y por más "platita" que quieran inyectar en manos de las personas, no hay chances de evitar la recesión. Y esto dará más complicaciones a la hora del ingreso de divisas, que seguirán escaseando de manera más aguda.
Está claro que el gobierno no tiene un plan económico ni le interesa tenerlo. Solo quiere llegar hasta las elecciones sin que explote la bomba combinada de tipo de cambio atrasado y deuda acumulada del Tesoro y el BCRA. Por ahora, están buscando forma de atravesar el desierto de la falta de dólares hasta que aparezcan los de la soja, a partir de marzo 2023. Mientras tanto, intentan ver cómo enfrentar seis meses donde faltarán dólares, maíz, trigo, pollos, huevos, cerdos, verduras y legumbres, entre otros consumos básicos.
El mundo se pone más complicado
Esta semana la Reserva Federal de Estados Unidos aumentó nuevamente la tasa de referencia en 0,75% y promete que para el año próximo las subas serán menos agresivas. No obstante, todos los analistas estiman que tanto el país del norte como Europa seguirán en recesión. Por supuesto, con el conflicto entre Rusia y Ucrania aún vigente, los problemas de los precios de las materias primas se mantendrán más actuales que nunca.
Esto significa, en principio, que el costo del crédito se encarece en todo el mundo, pero, además, que habrá menos disponibilidad de capitales, tanto para gobiernos como para particulares. Por otra parte, se están notando cambios en los flujos de capitales, que pueden determinar cambios importantes en los equilibrios regionales.
Un artículo de esta semana estuvo lleno de recomendaciones, firmado por Thomas Friedman, y publicado en el New York Times, con un título muy significativo: Cómo China pierde América (How China Lost América). El autor analiza la salida de capitales americanos de China y cómo cambió la mirada de los estadounidenses sobre el gigante asiático. En 2012 el 40% tenía una mirada desfavorable, hoy esa mirada llega al 80% de los norteamericanos.
Aparentemente, los americanos centran sus objeciones sobre el líder chino, Xi Jimping, sino que los especialistas afirman que Biden ha puesto en marcha la guerra fría que comenzó Trump. Con la concentración de poder del líder asiático, algunos piensan que la guerra puede llegar a ser caliente, en medio de un mundo convulsionado. Además, la inflación sigue presionando, y eso justifica las decisiones que comentábamos de la Reserva Federal.
Argentina tiene un presente complicado porque el Gobierno se niega a tomar las decisiones que debería, con convicción. Pero el contexto internacional lo hace más difícil y las perspectivas de futuro, para 2023, no son nada buenas. Habrá que prepararse.