Pantallas en las aulas: miedos, responsabilidades y oportunidades

El pedagogo Alejandro Castro Santander, especialista en el tema, señaló el rol que deben cumplir los adultos en el buen uso de las tecnologías y cómo esta puede ser utilizada de forma correcta en el ámbito educativo si se encuentra regulada correctamente.

Un tema que suele ser centro de discusión dentro del ámbito escolar es la utilización o no de pantallas inteligentes y cómo integrarlas de manera correcta en el sistema para poder exprimir todo su potencial. El pedagogo, escritor e investigador Alejandro Castro Santander habló con Gabriel Conte, Ana Belén Martínez y Ariel Fernández Lavilla en "Tenés que saberlo", por Radio Post 92.1, y se refirió al tema, el cual viene trabajando desde hace muchos años en diversos libros y artículos.

"Los diagnósticos en general, los dos temas que más se han hablado son por un lado el tema de la distracción y el otro el mal uso que hacen los estudiantes cuando lo usan para burlarse de algún compañero. Generalmente se lo relacionan con el ciberbullying, es una de las cosas más mencionadas. Ni que hablar con esta serie que ha salido, Adolescencia, que relaciona también mucho con el tema de las redes sociales, ciberbullying, dando fundamentos que para mí están más cercanos por ahí al lugar, a esa Inglaterra y no tanto por acá. Pero sirve para la reflexión, es una buena serie como para hacer debate y para meternos un poco en temas que no están por ahí tanto o no los vemos desde nuestra cultura", explicó.

Una integración prudente de celulares, IA y educación

Frente a esto, el especialista señaló que mucha gente se asusta y pide que los saquen del ámbito educativo: "Yo digo hace mucho tiempo: parecería que muerto el perro, se terminó la rabia, como si fuera tan sencillo. Y el tema en realidad es un desafío pedagógico, no tecnológico, como ha pasado en su momento con la televisión educativa, que parecía que había que meterla de prepo. Estaban los apocalípticos y los integrados: los que decían ‘por favor, ni lo metamos porque es la caja boba, el chupete electrónico', y por otro lado decían otros ‘el potencial que tiene, aprovechémoslo'. Ahí nos encontramos en lugares donde estaba absolutamente prohibido en las escuelas y otros que habían acomodado la escuela para que cada aula tuviera un televisor, hubiera una central donde se comunicaba o se pasaban videos educativos a cada una de las aulas. La mayoría de estos elementos, como las filminas, los proyectores y todo ese tipo de cosas, terminaban amontonados en las bibliotecas".

El pedagogo señaló que no siempre hay proyectos educativos que los sepan integrar y que solemos llevarnos mal con las tecnologías de época, como es en este caso el celular: "Esta es una movida muy grande, que ha venido a partir de que se terminó la pandemia porque el dispositivo más importante durante la pandemia fue justamente el celular o las nuevas pantallas. Uno de los informes de Argentinos por la Educación mostraba que el recurso que más se utilizaba era el WhatsApp. Con lo limitado, en un 90% era la que tenían de comunicarse los docentes con los estudiantes".

En esa línea, Castro Santander señaló que una vez terminada la pandemia, Francia fue uno de los primeros países en retirar los celulares y que la Unesco manifestó que algún rechazo, al igual que otros organismos internacionales: "Había países que habían invertido mucho y cuando miraban o hacían el estudio y la evaluación de qué había pasado, no había impactado en calidad educativa. Esto presentado así, recortado, hacía que muchos en sus escuelas dijeran ‘¿para qué quiero el celular? Al final, puede llegar a crear más problemas que soluciones'. Y cuando uno se pone a leer bien qué es lo que dice Unesco y referentes importantes internacionales de la educación, no es tan así. La Unesco apoya la integración estratégica acompañada tanto de la formación docente como de políticas claras de cómo se van a utilizar las pantallas y los dispositivos en la educación. Y la OCDE lo mismo: no respalda la prohibición absoluta de los móviles o los celulares, pero sí lo que hace es ‘metámoslos dentro de la escuela, organicemos bien el currículum, capacitemos bien los docentes y hagamos un uso muy regulado'. No prohibir, sino regular".

El pedagogo recordó que en su momento los libros también fueron condenados porque iban a terminar con la tradición oral: !Siempre tenemos pros y contras, por eso decíamos lo de los apocalípticos y los integrados, yo estoy totalmente de acuerdo con esta mirada del justo medio: aprovechemos, sabemos que puede ser muy bueno. El fuego, la energía nuclear vos la podés usar muy bien a favor de la humanidad o la podés convertir en un peligro absoluto. Podés alimentar ciudades o podés destruirlas absolutamente".

A su vez, el escritor señaló que en la actualidad son los directivos quienes tienen el poder de decisión y que no es cuestión de utilizarlos todo el tiempo, incluso algunos organismos habla de una hora por día: "Estoy de acuerdo que esto lo tiene que hacer el docente, por ahí corremos el riesgo con el improvisador: el que por ahí no sabe qué hacer con sus estudiantes y les dice ‘saquen el teléfono y googleen tal cosa', un trabajo de investigación en el momento, sin planificar nada. Yo creo que todo eso tiene que estar regulado, tiene que ser un uso serio y responsable. Tenemos que tratar de educar usuarios responsables de la tecnología, sino lo estamos poniendo como un juguete nada más, que nos hemos encargado los adultos de dejar que lo utilicen como un juego y no como a uno le gustaría".

Además, recalcó que los adultos también hacemos un mal uso de la tecnología: "Hay estudios hoy que hablan de cómo los adultos se han desconectado, me gusta más incomunicado a mí, de sus propios hijos. Ya no hay una mirada directa, ya no hay charlas en el almuerzo. Hay un estudio que habla de los 30 millones, que hace referencia a cómo favorece el diálogo desde muy chicos en la casa, sobre todo en estos momentos de encuentro como el almuerzo o la cena, que hay una diferencia con otros lugares donde no se habla. Generalmente en aquel momento se hablaba de grupos desfavorecidos, donde no hablaban porque eran incultos, etc. Pero hoy sucede lo mismo cuando todos están con el celular. Hablaba de una diferencia entre un grupo y el otro de 30 millones menos de palabras. Eran el déficit de comunicación real que había y eso, el día de mañana, en la riqueza del lenguaje faltaba".

En esa línea, Castro Santander señaló que la tecnología no es "ni buena ni mala" y que se le está otorgando una cuota de responsabilidad que realmente es de los adultos: "Yo me acuerdo, en las resoluciones que lo prohíben o lo regulan de manera muy estricta al celular, hablan solamente del celular. Algunos han agregado la tablet, pero se olvidan de los relojes inteligentes también. Hace 20 años, en una institución había un chico que había traído de afuera, un reloj que cuando un profesor pasaba en el televisor algún video para que luego hicieran un trabajo, se lo prendía y se lo apagaba todo el tiempo con el reloj", concluyó.

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