editorial

La Argentina berreta que no se terminará el 19

La elección de nuevo presidente no será una tarea definitiva, sino el principio de una misión fundamental: conseguir una nueva dirigencia y un nuevo clima politico, que se aleje del berretismo imperante.

Memo

El tuiteo cruzado que se originó con un mensaje de Mauricio Macri dando cuenta de que el gobernador jujeño y jefe de la UCR, Gerardo Morales, votará al mismo candidato que Milagro Sala -Sergio Massa- y que recibiera réplicas altisonantes del aludido y una multiplicidad de rebotes, dice mucho de la situación que terminó con la exclusión de Juntos por el Cambio del panorama electoral.

Mientras la dirigencia más centrada del radicalismo trata de hacer una autocrítica por los fuertes debates internos que se dieron en la fuerza y que golpearon fuertemente las chances de ser gobierno en el futuro, los hechos de este fin de semana dan cuenta de que en realidad, era imposible que ganaran. ¿Mejor así? ¿Hubiesen representado una copia del internismo del peronismo que recién ahora se acalló oportunamente para volver intentar ganar, tras cuatro años de pésimo gobierno?

Los modales de Gerardo Morales se acercan más a los de un amigote encargado de la tarea sucia de Sergio Massa que la de un gobernador que preside un partido histórico como la UCR. Y las provocaciones de Macri, se entienden como las de un protagonista político que busca más agradarle a sus otros expresidentes amigos del mundo que asumir la responsabilidad de ayudar a Javier Milei de refundar la democracia, que llega a gatas a sus 40 años, envejecida prematuramente.

De algún modo puede decirse que esto es la herencia cultural de los últimos 20 años: una política que se mueve sobre carriles muy berretas.

Unos mienten demasiado y se sacan de encima las responsabilidades que ya tienen, otros proponen cosas irracionales y usando modos que estimulan al enojo y el levantamiento popular sin pensar, mientras que los que se sostenían al centro, como el equilibrio posible, empiezan a dar cuenta de una carencia total de estatura para conducir equipos y, muchos menos, un país.

Alguien tiene que asumir que lo hay no sirve y trabajar dentro del esquema de la Constitución para recuperar los valores que Juan Bautista Alberdi imprimió, mirando los ejemplos de naciones exitosas, libres, con democracia vivas y activas ya en su momento, y que aquí todos pisotean agitando un falso vanguardismo.

El 19 se podrá elegir un presidente. Pero la tarea seguirá quedando pendiente: construir un nuevo clima político con dirigentes capaces.

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