Panorama

La vitivinicultura, en otro de los ciclos de crisis habituales

En esta oportunidad, por la profunda caída de la producción, se repiten reclamos históricos en el área vitivinícola. El análisis y las perspectivas en la columna de Rodolfo Cavagnaro.

Rodolfo Cavagnaro

La industria vitivinícola acumulará tres años de magras cosechas. Después del año 2020, donde grandes stocks fueron acompañados por inesperado crecimiento de las ventas en el mercado interno, atribuidos a las consecuencias de la pandemia, que hizo que mucha gente se quedara en su casa y retomara hábitos que, por la vida cotidiana, se habían perdido. Ese año había comenzado con el temor de un sobre stock y, de hecho, durante 2020 los precios estuvieron planchados y eso favoreció el crecimiento de las ventas.

En 2021 se registró una menor cosecha y se terminaron de consumir los excedentes acumulados. Ese año el precio comenzó a recuperarse con un agravante. Los proveedores de insumos quieren participar de la renta y aumentan sus precios cuando ven aumentos de precios o de ventas y asfixian al productor y al que desarrolla mercados. En todos los casos, el crecimiento de la inercia inflacionaria empujó el proceso, pero mucho no se notó por la escasa presión de los stocks.

Con la cosecha 2022 con una importante caída, sumado a una inflación del 95,8% en todo el año, los vinos encontraron la oportunidad para seguir subiendo y los proveedores (que tienen dólar subsidiado) siguieron aumentando al mismo ritmo. El vino en envase cartón registró un aumento del 110% y muchos vinos fraccionados en botella siguieron el mismo camino.

Para este año, donde se espera una caída mayor de la cosecha, todos los productores salieron a pedir aumentos que les compensen la inflación y que, además, hagan lo mismo por las pérdidas por causas climáticas. Demasiado pretensiosos para un mercado que tiene una notable elasticidad al efecto del precio. De hecho, ya hay una caída en las ventas y se podría profundizar. El problema es histórico, cuando se produjeron eventos similares, los precios aumentaron, las ventas bajaron, pero nunca volvieron a subir. Los aumentos expulsan consumidores.

Por ahora, hay una puja en las negociaciones entre productores y bodegas. Los productores especulan con que estos bodegueros tienen compromisos, sobre todo en el exterior, y necesitan las uvas. Los bodegueros, sin bien aumentaron los precios, están lejos de las pretensiones de los productores. Ahora todos esperan un árbitro: el pronóstico de cosecha que daría INV.

El viernes pasado el INV dio a conocer su estimación de cosecha para todo el país. Para el caso de Mendoza, la estimación es de 10 millones de quintales, un 23% menor que en 2022 (que había sido un 20% menor a la de 2021). El pronóstico total del país es de 15,3 millones de quintales. Hay que recordar que el promedio de los últimos diez años fue de 23,4 millones de quintales, lo que marca el nivel de caída de la producción.

Otro dato que esperanzaba a los productores era el anuncio del ministro Sergio Massa, hecho en La Rioja, de no permitir importar vinos hasta que todo el vino argentino haya sido vendido. Estas son declaraciones propias de quien no conoce como es la industria ni cómo se manejan los mercados con las distintas variedades de uvas. Lo cierto se conoció la información que en enero pasado el Grupo Peñaflor había importado de Chile 564.000 litros de vinos Sauvignon Blanc y ardían algunos sectores.

Y aquí es donde no prima la racionalidad. Si se prohíben las importaciones y una empresa, como en este caso, tiene un compromiso de exportar Sauvignon Blanc, ¿qué puede hacer? ¿mandar Bonarda, porque es lo que le ofrecen los productores, o una variedad blanca de menor calidad, como Pedro Giménez o Ugni Blanc? Porque la disponibilidad de uvas de esa característica es pequeña y casi toda está comprometida. Si hubo pérdidas, esas uvas no son reemplazables. ¿Qué proponen? ¿no cumplir y perder el cliente? El proteccionismo no es racional, sobre todo cuando algunos de los sectores se quieren alzar sobre el otro como lobos hambrientos que quieren que los nombren cuidadores del gallinero.

A la luz de este pronóstico, es probable que los productores presionen por mayores precios que los bodegueros no podrán pagar para no perder mercados. Pero, a su vez, y de acuerdo a lo que arrojen los datos desagregados, algunas bodegas podrán presionar por faltantes de algunas variedades para poder importar. Este es tema que será polémico todo el año.

El tipo de cambio, en contra

Hay que reconocer que en muchos casos ha fallado la previsión. Desde los que no pagaron el Seguro Agrícola, hasta los que se resisten a tela antigranizo o a la lucha activa contra las heladas. Pero, en el fondo, hay un factor que está complicando la relación entre los productores y los bodegueros y es el atraso del tipo de cambio.

Los productores tienen aumentos de costos en pesos y como la inflación es mayor a la devaluación del tipo de cambio, terminan teniendo inflación en dólares. Con tipo de cambio oficial retrasado el problema también se traslada a los bodegueros, que tienen el mismo problema con los costos, pero además, tienen que exportar con un tipo de cambio atrasado y con retenciones. Esto explica la tirantez que se refleja entre las partes donde, como suele suceder, los dos tiene razón porque el culpable es el Estado.

Las últimas estadísticas del INV muestran que las exportaciones están bajando en volumen, aunque están subiendo en dólares. Esto porque, algunas empresas consiguen que les convaliden aumentos sus clientes. Otros, que no pueden hacerlo, termina sacando líneas nuevas, más caras. Pero el problema es que se están perdiendo franjas de precios más bajos, de mucho volumen, por la pérdida de competitividad del tipo de cambio.

Una buena para el mosto

El negocio del mosto tuvo una buena noticia ya que llegó casi a su fin una larga negociación del gobierno nacional con el gobierno de Estados Unidos, que había aplicado aranceles compensatorios del 12% a las exportaciones de mosto o jugo concentrado de uva, pero la había subido al 30% para dos empresas, Fecovita y Cepas Argentinas, a las que acusaba de prácticas de dumping y las penalizó con un 30%.

Dado que todo comenzó a partir de una denuncia de una empresa privada, se consiguió que la misma retirara la denuncia y que, además, las pruebas aportadas demostraron la ausencia de cualquier práctica desleal. No obstante, la transacción terminó en fijar un cupo para las exportaciones argentinas a ese mercado de 40.000 toneladas anuales, que según los especialistas, era el volumen normal que se vendía, lo que no altera las expectativas, aunque limitaría un potencial crecimiento.

En este caso, volvemos a mirar lo que decíamos antes. Este es un mercado muy sensible a la variable precio. Por tratarse de una commodity, un centavo te puede dejar fuera de mercado. La actual puja de precios de la uva, más allá de que se fijará una cuota de mosto baja, casi con seguridad, seguramente no permitirá grandes negocios, al menos este año.

La industria se debe armar una mesa de negociación permanente entre productores, bodegueros y proveedores para mantener el equilibrio y que todos los sectores conozcan las realidades de los demás a efectos de ir acordando y consensuando los caminos. Esto deben hacerlos ellos solos, sin el Estado y en defensa propia.

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