Funcionariatazo

Los ministros de la nada: apenas, una bolsa de empleo

A qué hay que estar atentos con los cambios en el Gabinete: ¿a los nuevos ministros o a qué cargos derivan a los que se van? ¿Qué cambiará con nuevos funcionarios alrededor de Fernández en un Gobierno que no encendió los motores, pero igual gasta combustible político?

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

A diario, desde hace 3 años, en Memo realizamos el seguimiento al que denominamos Funcionariato. El trackeo de la oficialización de funcionarios en cargos, reemplazos, sustituciones, renovaciones de nombramientos, escalamiento en la estructura, se puede conocer el perfil de todo un gobierno.

Un primer resultado cuando queda poco para que termine el mandato de Alberto Fernández al frente formalmente del Poder Ejecutivo Nacional, da cuenta de que el Gabinete es el resultado de una distribución del capital conquistado por el grupo que ganó las elecciones, con pujas por quedarse con las áreas que más recursos manejan, y que casi nunca son ministerios, lugares de exhibición pública y más fáciles de auscultar para la mayoría de la gente.

El recambio de ministros que hoy ocupa la agenda no le sirve de nada al país y probablemente resulte no más que un eslabón más en la bolsa de empleo por la que pujan decenas de pequeños grupos que quieren ocupar el centro de la escena por obtener un financiamiento para su continuidad.

MONTIVEROS Fantasía y realidad

El domingo lo contó con claridad Santiago Montiveros en su columna de Memo: solo un puñado de funcionarios se dedica a gestionar, al menos algo. El resto, vive en una pulseada permanente por conquistar más cargos, posicionamientos y regular actividades sobre las que pretenden tener el control o posicionarse como únicos "dueños" de los temas encargados.

En cierto modo ven a la "gestión" como una jactancia de republicanista, con los que se diferencian en que sostienen que "todo debe cambiar", un objetivo lejano y probablemente innecesario, pero horizonte tan lejano que les permite sentirse revolucionarios y no cumplir con la norma existente, la Constitución.

De hecho, la Carta Magna les parece pequeña, les tira de sisa y quieren otra, siempre, en donde puedan moverse a gusto y sin controles, desaforadamente, aunque tampoco saben cuál ni qué es lo que quieren: no pueden ponerse de acuerdo en el torbellino de pequeñas reivindicaciones de sector que chocan unas con otras, como sucedió en Chile. Se trata de patear la posibilidad de que hagan algo concreto para el futuro lejano y, mientras tanto, entretenerse con los fondos públicos y mucho biribiri justificador de su paso por el momento histórico que les toca.

Gabinete: sólo 5 de 21 ministros que asumieron en 2019 siguen en el cargo

Lo que se verá en los próximos días en el Funcionariato es una nueva ola de recambios, ingresos, egresos y reacomodamientos. Lo dicho: las normas les repugnan y, por lo tanto, se burlan de ellas. Aquella que determinó no nombrar más gente en el Estado, tal como unos integrantes del Gobierno (en contra de otros) les prometieron al FMI, tiene una cláusula que dice que será así mientras no sea necesario meter gente en el Estado. Se anula a sí misma. Y todo la "revolución" sigue su ruta hacia la nada.

Por ello, en lugar de estar atentos a quiénes les toca la lotería de ganar la cabecera de un ministerio en un gobierno que nunca encendió sus motores, pero que consume todo el combustible económico y social existente de igual forma, hay que fijarse bien a dónde ponen, en qué cargos y con qué plazos por delante a los que salen, a los reemplazados.

El gobierno que descree de la meritocracia está siendo, al menos, absolutamente coherente con su fe: cualquiera a cualquier parte. Y castigos por inoperancia e inutilidad para nadie: indulto permanente para todos y todas.

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