Vendimia, acto 2: De la tensión al brindis
La crónica de la cosecha de la vid que nos trae semana a semana Esteban Tablón, con un episodio de encuentro: el brindis de bienvenida a las nuevas uvas, a los futuros vinos.
Los bines vienen en dos tamaños. Obvio... (¡!) Los que vinieron la semana pasada eran de 300kg. Para otros volúmenes de uva, empezaron a entrar los de 500kg. Menuda diferencia. ¡Son enormes!
Una particularidad, otra vez, obvia para todos en este mundo, aunque nueva para mí. Se da la circunstancia de que las variedades que generan "bases para espumantes", o sea, los vinos que entrarán en los procesos que terminarán en esos deliciosos espumantes que tan atados están ya en el inconsciente colectivo con las festividades de fin de año, entran generalmente a la bodega unos días antes que el grueso del ingreso de uva, que suele ser de aquellas variedades con las que se elaborarán vinos llamados, en contraste, "vinos tranquilos".
A todo esto ¿sabían que hay dos métodos para elaborar espumantes? Así es, método Charmat y método Champenoise. "Hay varios más", me acota distraídamente el enólogo. Sí, puede ser, pero créame, ya es suficiente saber que, en nuestra provincia, se usan principalmente estos. ¿De qué se trata cada uno?, se estará preguntando usted. Otro día le cuento, que ya me fui suficientemente por las ramas.
Decía, las uvas para bases de espumantes, entran antes, ¡lo cual es genial! Al final, con la importancia sustantiva que tiene este proceso, también es una especie de entrada en calor, de descarga de tensión -momentáneamente al menos- de ensayo, de ajuste fino. ¿No es genial? Mire, ni que lo hicieran a propósito. Estoy empezando a creer que esta industria tiene cierta fortaleza intrínseca, cierto ordenamiento providencial, dirían algunos, que la hace aun más potente para aquellos que saben ponerse en armonía con los dictados de la naturaleza, y la química, y potenciar la generación del noble producto.
Convivieron esta semana, entonces, la actividad inicialmente frenética, la tensión, el ojo vigilante, atento a cosas que pueden fallar al poner en movimiento la maquinaria, nueve meses inactiva, de la recepción, molienda e inicio de fermentación, con una cierta relajación, con el alivio de que las cosas, en general, van bien. Entre medio, lo que ya es tradición en algunas bodegas, la antes espontánea e improvisada ceremonia del inicio de vendimia, viene potenciada hoy con la respuesta institucional, algo más planificada, sin perder el neto corte popular, se invitaron amigos, otros cayeron -con buenos anfitriones, a veces ni hace falta invitación-. Un brindis. Operarios, contratistas, productores, enólogos, periodistas. En fin, todos. El joven cura, de la parroquia de la villa cercana, bendice y augura trabajo y salud para la temporada. Le cuento, lo hace con una exquisita delicadeza, sin boato, sin vestiduras bordadas de oro, sin reclamar el púlpito ni protagonismo. Con la estola basta. Por ello, llega mucho más. Uno, crea en lo que crea, no puede dejar de simpatizar con el arraigo popular y la humildad predicada de la única manera que puede serlo, con el ejemplo.
La mesa grande queda chica para el almuerzo. No importa, no es día de ser ceremoniosos ni protocolares. Se improvisan mesas, se agregan sillas, nos apretujamos un poco. En serio se lo digo, no es tan frecuente en el mundo de hoy compartir una comida en el clima de todo marcha como debe...
¡Me toca, casualmente, sentarme junto al cura! Quienes conocen de mi explícito aunque siempre respetuoso agnosticismo estarán abriendo los ojos. La charla fue apasionante. Queda en evidencia una vez más, que los que marcamos los tiempos y las armonías somos las personas, el respeto por el otro, no las posiciones teóricas, intelectuales o religiosas. Solo hace falta buena voluntad. Mientras departíamos animosamente sobre historias, la herejía Albigense, Galileo, o los dos Papas, yo pensaba ¡qué innecesaria es la grieta, qué estériles los disensos irrespetuosos e irreductibles!
Ah! le contaba, los bines vienen de dos tamaños, pero eso ya no parece tan importante, sólo fue un indicador, a mi mirada encantada de cada novedad, que el ritmo va acelerando, que se viene lo fuerte, lo enorme quizás.
Ya le contaré...
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