Esteban Tablón

Vendimia, acto 1: llegó el primer camión

Esteban Tablón retoma aquí la historia de la cosecha de la uva, la vendimia, que empezó el domingo pasado. La llegada del primer camión a la bodega.

Esteban Tablón

Llegó el primer camión. Como posiblemente sepan los del palo, el de las uvas para bases para espumantes. Yo, personalmente no lo sabía. Es que estas variedades, Chardonnay, o Sauvignon Blanc, maduran antes. Y el caldo base tiene que tener otra acidez, y el azúcar, y la maceración... Paremos, los datos son un poco abrumadores. Retomo el relato.

Llegó en bines (son como grandes cajas, no el tradicional volquete con una lona puesta en el camión) Blanca. Lista. Prolija. Como todos saben, va a la prensa... Vuelvo a sentir que estoy en un universo paralelo, donde las verdades evidentes son novedades fascinantes para mí. El productor, el dueño del viñedo y en una buena cantidad, precedió al dichoso camión. ¡Vino en persona! Llegó bastante antes, incluso con algunos obsequios, frutos de la tierra también, de alguna de sus otras actividades. Un gesto, si se quiere, de la importancia del momento, para toda la comunidad implicada en esta magia del vino.

La sensación de alivio es tangible. ¡Entró el primer camión! El montacargas trabaja, no muy cómodo porque todo el que no está ocupado en ese momento, está allí, mirando, sintiéndose parte. No hubo convocatoria. Hay que verlos, van llegando desde todos los rincones de la extensa bodega. Respondiendo a un llamado tácito, casi ceremonial. Comunicación inalámbrica pre tecnológica...

Llega personal de la cocina, traen cantidad de copas "flauta", varias botellas de espumante bien frío. Un brindis. No es la ceremonia, ni de cerca, esa está planificada formalmente para la semana que viene. Es espontáneo. Sonrisas. Fotos. Cómo contarle el ambiente de ese momento. Hay gente ceñudamente concentrada en su tarea operativa, los bines son grandes cajas, hay que sacarlas del camión, moverlas, subirlas al receptor de la prensa. Otros, revisando, por enésima vez, los mecanismos de la prensa, presiones, bombas asociadas, programa de prensado -uno específico para la variedad-. El enólogo responsable de espumantes mirando el fruto, probándolo, ofrece unos granos a sus compañeros. Generosamente, me incluye. ¿Qué puedo yo decir? Aplico la regla de oro, si no tienes nada que decir, nada digas... Pero hay comentarios, hay oficio. Parece que viene bien este año. Parece ser que la acidez es clave. Recuerdo la frase escuchada antes "es difícil ir más arriba que la uva con la que se parte"

Todo eso en el mismo espacio, amplio para el trabajo designado, desbordado por el magnetismo de ese día. Otro síntoma de clima, no nos vamos más, hasta que alguien rompe el hechizo con un "¿vamos a comer?". Se ha hecho más tarde que de costumbre, pero nadie se había dado cuenta.

 

Más tarde, con todo más en calma, bajo a mirar los tanques, miro cuántos litros, el termómetro la manguera conectada. De golpe, el visor de la bomba muestra una gran turbulencia. Miro, preocupado, al operario. No es problema, me dice leyéndome la mirada, es el nitrógeno para preservarlo de la oxidación. Hace mucho que no aprendo tanto en tan poco tiempo.

La bodega despertó, procesa hoy sólo a una fracción de su capacidad, y además aun no empezó a cosechar sus propios viñedos, pero se percibe sordamente otra actividad. No es el ruido. No es la gente por los pasillos. Es mucho más sutil. La compleja maquinaria cobró vida. Y su presencia es tangible, enorme, casi abrumadora si uno tiene la sensibilidad. Y uno recuerda la frase del filósofo. El todo es más que la suma de las partes. Y si, es empírico en este caso. Es mucho, mucho más.

Después se la sigo.

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