Perfiles

El descendiente de Emilio Civit que mira alrededor de Mendoza y pide retomar el cauce de la historia

Edgardo Civit Evans cree que ya es tiempo de deponer banderas y competencias internas en Mendoza para darse cuenta de la decadencia. Cree que se puede salir.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Lejos de embanderarse con los conservadores, Edgardo Civit Evans, hijo del gran arquitecto Arturo Civit y sobrino nieto de Emilio Civit fue (¿es?) peronista y pretendió dar la lucha adentro de esa fuerza para seguir el linaje y ser gobernador de Mendoza. Ahora está al frente del Partido de los Jubilados, una lucha que lo identificó por décadas y que se convirtió en instrumento electoral. En la última elección, luego de que nadie les prestara demasiada atención en las instancias previas, se volvieron seductores, repentinamente: tuvieron un resultado alentador, que los ubicó inclusive por encima de sus expectativas y por encima de fuerzas que sí tuvieron los recursos que ellos no consiguieron.

Desde allí, con una Coca en la mesa y toda una historia de militancia y lucha, que recién en los comicios de medio término del año pasado le vinieron a dar una satisfacción, aunque no consiguieran bancas, Civit Evans mira alrededor de Mendoza y reclama un "retorno al cauce de la historia de Mendoza".

Saca cuentas, revisa las acciones concretas que hicieron del desierto un vergel y una opción de vida justo en donde las condiciones parecían adversas para la radicación humana, y plantea: "Hay que hacer algo para que todos bajemos las banderas y nos juntemos a pensar qué nos pasa que Neuquén y San Juan nos han pasado por arriba y si nos dejamos estar un poco, pasará lo mismo con San Luis y La Pampa y allí si será tarde para echar culpas y buscar responsables".

Su voz es la de la experiencia: hay años de porfía, de remar en dulce de leche; hay fracasos y alegrías. Y sobre todo, años vividos. Hacia atrás puede mostrar las acciones de su padre y su familia en lo que para no alardear justifica señalando que "eran otros tiempos". Observa que la política está atomizada y que grupitos buscan conformar sus ansias de existir, más en búsqueda de un "me gusta" que de poder desarrollar un plan. De pensar ese proyecto, ni hablar, dice Civit Evans, tras darle otro sorbo a la gaseosa. 

Se pregunta cómo pudo concretarse el proyecto del Parque San Martín sobre las piedras  de esas tierras que preceden al piedemonte, regando árbol por árbol con tarros, en una tarea que les tocó protagonizar a los vecinos más cercanos. Antes, estuvo Carlos Thays diseñándolo. Y aun antes, el poder político decidiéndolo, en base a su diagnóstico sanitario y urbanístico de Mendoza. "Hubo -da cuenta- una confluencia de sectores y personas, interés, voluntad de hacer el esfuerzo, pero también liderazgo".

Y allí se planta. "A veces los políticos creen o creemos que hay que hacer solo lo que la gente pide. Pero la gente está tan influenciada un día por una cosa y otro día por otra, que más que nunca está claro que no es eso lo que hay que hacer, sino encontrar un liderazgo completo, que sepa, indique hacia dónde ir y a la vez, convoque a todos a hacerlo sin buscar sacar ventaja y cortándoles el paso a los ventajistas".

Lo que pide Civit Evans no es volver al pasado, sino darle continuidad a la historia fundacional que transcurre descarrilando y se entretiene en cuestiones nimias, superficiales o se distrae en su camino, sin cumplir el "gran proyecto" de que Mendoza sea "la California argentina" o "la Barcelona del sur". O simplemente, la Mendoza que gobernó José de San Martín en medio de la pobreza y las dificultades y en la cual juntó la energía (y todo lo demás que hacía falta) para la hazaña de los Andes que liberó a tres países.

Otro sorbo para luego convidar con un nuevo café a su interlocutor. A pocas cuadras de su departamento, mira uno de esos atardeceres naranja rosáceos de Mendoza y los piensa "únicos e irrepetibles; uno mejor que el otro, siempre, día tras día". Y deja la idea de que "si bajamos las banderas y nos juntamos una vez por semana aquí, en un café, sin más pretensiones que cultivar un 'mendocinismo' que está latente y no muerto, creo que podemos darnos cuenta del camino que hay que seguir".

Dejó el optimismo disponible para quien lo quiera acompañar a hacer uso.

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