Vinos de autor, inspiración mendocina
Una nueva edición de "Vinos & comidas", de Juan Marcelo Calabria, para poner en valor la identidad mendocina.
Recientemente, tuve el placer de sumergirme en la esencia de nuestra identidad mendocina y especialmente sanmartiniana a través de un encuentro educativo titulado "Fortaleciendo Nuestra Identidad Sanmartiniana", en el que más de veinticinco instituciones educativas de jóvenes y adultos de la Zona Este se dieron cita en este foro de aprendizaje, celebrado en el corazón vinícola de nuestra provincia, en el maravilloso Templo del Vino ubicado en el predio del Centro de Congresos y Exposiciones Francisco, un santuario de la cultura y el turismo, que se destaca como un espacio de excelencia para encuentros culturales, sociales, empresariales y turísticos, que con su diseño dinámico y versátil, armoniza con la belleza natural del tradicional Parque Agnesi; este edificio con salas multifuncionales y con el auditorio bautizado "José Francisco de San Martín" en honor al ilustre vecino, es un espacio digno de ser visitado y aprovechado en su máxima expresión.
Durante dicho encuentro, un entrañable amigo de mis años de escuela secundaria en el querido "Comercial de San Martín", me envió un Malbec excepcional llamado "Tierras del General", un vino de autor, nacido en el este mendocino y que constituye uno de los tantos ejemplos del arduo trabajo de enólogos/as, viticultores y pequeños productores, quienes, a pesar de las dificultades inherentes a la producción a pequeña escala, logran infundir en cada botella un pedazo de nuestra tierra y nuestra historia. La etiqueta de "Tierras del General" es un tributo a la gesta sanmartiniana y lugares emblemáticos como la "Chacra de los Barriales": la Tebaida de San Martín, hoy ciudad histórica declarada por Ley Nº 8525, donde se entrelazan tradición, patrimonio y cultura.
Este obsequio me inspiró a reflexionar sobre las riquezas de una de nuestras principales regiones vinícolas desde La Paz a San Martín, pasando por Santa Rosa, Rivadavia y Junín, que tanto aportan a nuestra vitivinicultura nacional. Estos vinos, que representan el esfuerzo y la dedicación de los productores locales, son embajadores de nuestra cultura en Argentina, y también en el exterior, en aquellos casos que han logrado, cruzado fronteras, llevar consigo la esencia del trabajo y pasión por el vino. En este punto quisiera destacar el incansable esfuerzo de las familias viticultoras mendocinas, cuyas manos expertas dan vida a varietales exquisitos como Bonarda, Cabernet Sauvignon, Sangiovese y Tempranillo; Pedro Jiménez y Sauvignon Blanc, entre muchas otras, verdaderos tesoros, que encierran en cada botella en cada copa un recordatorio constante del valor y la capacidad de transformación e innovación de nuestra gente.
Los invito, queridos lectores, a deleitarse con la riqueza de nuestros vinos, a apoyar a los hacedores de vinos artesanales, de autor y claro de todas las escalas y con ello honrar la herencia de nuestro vino mendocino. Más que un simple placer, cada copa es un testimonio del esfuerzo colectivo y de la identidad que hemos forjado en esta tierra que, alguna vez desértica, hoy florece con reconocimiento mundial, tal como hemos destacado en distintas oportunidades. En Mendoza, los vinos de autor son la firma personal de los enólogos mendocinos, cada botella es una obra de arte que encapsula la pasión y el espíritu de su creador. Estos vinos son el fruto de una selección detallada de las mejores uvas y una elaboración que se realiza con sumo cuidado, buscando siempre reflejar la identidad única de nuestra tierra. Su importancia se manifiesta en la habilidad de narrar la historia de su origen, despertar sensaciones y forjar una conexión especial con aquellos que los degustan.
Porque son además un homenaje a la herencia vitivinícola que nos precede, y un impulso hacia la vanguardia y la creatividad y permiten a los productores, enólogas y enólogos, experimentar con nuevas técnicas y variedades, rompiendo esquemas y aportando al mundo vinícola obras llenas de audacia y carácter y precisamente por ello se han convertido en símbolos de la excelencia y la diversidad de Mendoza, llevando consigo la historia y el fervor de sus hacedores. Como simple consumidor y admirador de este gran trabajo, y más allá de lo sensorial, puedo decir que los vinos de autor son emblemas de identidad y de un orgullo que trasciende fronteras. Tal como asegurábamos algunos sábados atrás, así como el tango, el Malbec y otras uvas han encontrado en Mendoza el escenario ideal para expresarse, convirtiéndose en un ícono de la cultura argentina. Cada copa de estos vinos celebra nuestra identidad, una identidad forjada con la misma pasión y meticulosidad que autores invierten en cada creación y que llega a nosotros como una explosión de creatividad y sabor. ¡Salud y a disfrutar Mendoza!