La rebelión de los sentidos en cada copa
Una nueva edición de "vinos & comidas", de Juan Marcelo Calabria.
El vino, esa bebida milenaria que ha acompañado a la humanidad en sus momentos más íntimos y festivos, hoy se libera de las cadenas de reglas, costumbres e imposiciones de degustación, y de la mano de las nuevas generaciones abre nuevos caminos desconocidos hasta hace unos años. Los jóvenes tienen claro que es hora de reivindicar la rebelión de los sentidos por encima de las reglas con una impronta creativa y original que celebra la libertad de disfrutar del vino, más allá de las normas establecidas.
¿Quién dijo que el vino tinto solo acompaña a las carnes rojas? ¿O que el blanco debe servirse a una temperatura exacta de 8°C?, sugerencias y aportes válidos sin lugar a dudas, que ayudan a comprender este fascinante mundo del producto insignia de Mendoza, pero olvidemos por unos momentos los manuales y hagamos un brindis por la espontaneidad. El vino es un compañero de vida que no entiende de protocolos ni de convenciones de vanidad.
Dejemos que cada sorbo sea una rebelión de los sentidos, un acto de valentía que desafía lo convencional. La verdadera degustación es aquella que nos hace cerrar los ojos y sumergirnos en un mar de sensaciones y sabores, sin importar si estamos en un picnic o en la mesa de un restaurante con estrellas de la Guía Michelin. Hoy, de la mano de las nuevas tendencias de consumos, podemos decir que el vino no entiende de prejuicios ni de etiquetas. No discrimina entre jóvenes o mayores, expertos o novatos. Su único requisito es ser disfrutado, ya sea en la soledad reflexiva o en la efervescencia de una reunión con amigos.
Diversas publicaciones especializadas han ido dando cuenta, desde hace algunos años, de los cambios de tendencias en el consumo de bebidas alcohólicas y dentro de ellas en especial del vino, este año en particular se han cumplido varios pronósticos no sólo en cambios de gran impacto como por ejemplo los vinos con baja graduación alcohólica o sin alcohol directamente, sino también una considerable reducción en el consumo y la aparición de nuevas propuestas cada vez más atractivas y originales que bien pueden conjugar la tradición de más de 500 años de producción por estas tierras con innovación y creatividad, aprovechando la versatilidad de las nobles uvas de nuestro país que dan lugar a más de 6000 etiquetas para todos los gustos y paladares.
Esto también ha generado algunas tendencias muy interesantes que van más allá de los sabores y aromas, dando lugar a programas de consumo responsable a nivel internacional y que por supuesto también surgieron en nuestro país, no solo desde el punto de vista del cuidado de la salud, sino también desde la responsabilidad de la conducta social, que junto a la famosa frase: beber con moderación, incluyen la idea de disfrutar de una copa que active todos los sentidos y nos permita deleitarnos con responsabilidad, quedándonos con el recuerdo de risas compartidas y no de amarguras por las consecuencias del consumo desmedido.
Por eso decimos que la temperatura ideal del vino es aquella del momento que estamos viviendo. Un vino fresco en una tarde de verano o un tinto robusto frente a una chimenea, lo importante es la perfección de ese instante y el disfrute en compañía o en soledad, en reflexión, en descanso o plena fiesta, ya sea que experimentemos con maridajes inesperados, en una copa de vino de prosapia en una degustación en un entorno sofisticado y soñado como los que ofrecen las maravillosas bodegas mendocinas o un sodea'o en un asado con amigos. Desde un espumoso con pizza, un dulce moscatel con sushi o un rosado con postres con pimienta y especias. La cocina contemporánea es audaz y en Mendoza tiene muy buenos ejemplos y el vino es su cómplice perfecto. La única regla es que no hay reglas para disfrutar de una rica comida y una copa de vino.
Así desde estas premisas, el enoturismo se transforma en una aventura sin guiones. Cada viñedo es un mundo por descubrir, cada copa una historia por contar. Viajemos para conocer, pero sobre todo, para sentir, porque no hay copa pequeña si contiene la esencia de la felicidad. Un vino modesto compartido en buena compañía puede tener el sabor del más exquisito y sofisticado elixir reservado en una botella, en una lata, en caja o en el clásico y tradicional pingüino, porque está claro que la calidad se mide también en momentos y compañías y no sólo en añadas y descriptores.
La cultura del vino se renueva con cada generación. Los jóvenes se acercan a él sin preconceptos, con la curiosidad de explorar y la valentía de romper moldes. El vino se rejuvenece con ellos, y surge la invitación de esto días: liberemos al vino de las cadenas de los preconceptos, disfrutémoslo con la libertad con la que se elabora, con la pasión de quienes lo crean y con el amor de quienes lo comparten, porque como aseguraban los antiguos: el vino es vida, pero también es alegría, es memoria y es futuro. Es el testigo silencioso de nuestras vidas y el protagonista de nuestros brindis. Levantemos nuestras copas por un mundo donde el vino se disfrute con alegría y sin prejuicios, pero con responsabilidad y moderación.
Y al final, el mejor vino no es el más caro ni el más premiado, sino aquel que nos acompaña en los momentos gratos de la vida. Así que, un brindis por nosotros, por la vida y por la libertad de disfrutar cada sorbo de vino como más nos plazca, con responsabilidad en el consumo, en cada momento en compañía o soledad, pero en absoluta libertad. ¡Salud y a disfrutar Mendoza!