Una paloma en la Casa Rosada
El 4 de enero fue la primera vez que Adorni desmintió la renuncia de Guillermo Francos, quizás el Ministro que tuvo que soportar más presiones internas, incluso del propio Javier Milei. Interior será por primera vez desde 1854 una Secretaría. ¿Negociar con las provincias será menos importante? ¿O mucho más, dado que ahora tendrán que hablar con el Jefe de Gabinete?
Santiago Caputo decía que, si ganaban, Javier Milei tenía que producir los primeros seis meses las medidas más fuertes, en estilo shock, para cumplir con el mandato que pedía la población en todos los focus group: cambio y ya. "Después ya será tarde", repetía el consejero a quienes quisieran escucharlo, según cuenta hoy un dirigente que formó parte del armado de LLA y hoy no puede entrar a la Casa Rosada.
Por eso la propuesta de Federico Sturzenegger de hacer aprobar una ley la opinión llamó "ómnibus", que había preparado para Patricia Bullrich, cayó como anillo al dedo. Rápida y furiosa fue la reforma que se propuso ahí, a la que se dio inicio con un igualmente disruptivo Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU).
Ese texto (que aún rige porque hubo acuerdo del Gobierno con los bloques dialoguistas para no llevarlo a la comisión respectiva y así evitar que caiga) salió publicado en el Boletín Oficial 20 de diciembre, donde ingresó un texto de 366 artículos modificando 100 leyes o normas que incluyó una reforma laboral (hoy frenada en la justicia) y se derogó la ley de alquileres, la ley de abastecimiento, la ley de góndolas, la ley de compre nacional, la ley que creó el observatorio de precios del Ministerio de Economía, la ley de promoción industrial, la ley que prohibía la privatización de las empresas públicas, la ley de tierras además de la modificación de otra cantidad de normativas.
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Por ejemplo, implementando la política de cielos abiertos, la posibilidad de que los clubes de fútbol puedan convertirse en sociedades anónimas, desregulando los servicios de internet satelital, estableciendo la receta electrónica, eliminando las restricciones de precios a la industria de la medicina prepaga e impulsando la "liberación del régimen jurídico aplicable al sector vitivinícola".
Fue el prólogo de la Ley Bases. Porque el DNU 70/2023 se llamó Bases para la Reconstrucción de la Economía Argentina donde se declaró la "emergencia pública en materia económica, financiera, fiscal, administrativa, previsiónal, tarifaria, sanitaria y social" hasta el 31 de diciembre de 2025.
Por esos días Milei, su hermana y el joven Caputo se veían a sí mismos como duros halcones contra las débiles palomas. Enviaron el proyecto de Ley a la Cámara de Diputados y ni agradecían a los que trabajaban en el texto que, por supuesto, no provenían de las inexpertas filas de LLA.
Es que habían llegado por no saber de leyes, ni de normas, ni de debates. No eran casta. Despreciaban la política. Apostasiaban la negociación.
Cuando se le preguntaba a Manuel Adorni en las conferencias de prensa diarias solo aceptaban que se incluían "mejoras". Había una orden de negar cualquier "negociación".
Así fueron las primeras semanas, cuando Guillermo Francos iba a Diputados y se comprometía con distintas devoluciones de favores a las que primero en Rosada le decían que sí, pero no podía concretar. Pero volvía. Y el vocero ya aceptaba hablar de "diálogo", una palabra que había sido demonizada por el propio Milei durante la campaña electoral.
Francos, mientras tanto, se desgastaba cada día un poco más. No se quejaba hacia afuera, pero presentó la renuncia varias veces.
La primera vez fue el 4 de enero. Todo lo que había acordado había sido tirado por la borda por Santiago Caputo, quien le transmitió a un diputado amigo que "nada de lo que diga el ministro tiene ningún valor". Eran días en que el Presidente creía que podía presionar a los diputados diciéndoles que "reciben coimas para aprobar leyes".
"Acá no hay internas" fue la respuesta que dio Adorni ante la pregunta de los periodistas acreditados en Casa Rosada. "Es un rumor que generó la prensa, sin sustento", agregó.
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El 30 de enero el vocero presidencial tuvo que desmentir que se fuera a coparticipar el Impuesto País, tal como se lo había comprometido Francos con los gobernadores. Los rumores de que el ministro del Interior había tirado las toallas volvieron a instalarse, con renuncia incluida. Pero el hombre siguió.
Para no seguir generando confusiones, Francos le pidió al asesor Caputo que lo acompañara al Congreso para intentar por sí mismo un cambio de actitud de parte de los diputados.
Allí, desde el despacho de Martín Menem y con Francos de testigo, el asesor presidencial fue convocado uno por uno a los titulares de los bloques dialoguistas para convencerlos de que voten la Ley tal como había salido del texto original.
Pero no hubo forma. Hablaban idiomas distintos.
Tanto, que Caputo creyó que metía a la oposición en un problema al decidir el envío a comisión al proyecto, cuando sobre todo demostró la falta de técnica política para llevar adelante los proyectos del Gobierno.
Después fueron de nuevo. Y otra vez les costó. Milei creía que podía sostener la negociación prepoteando a través de los medios. Fue ahí cuando introdujo en un reportaje la idea de que en su propio Gobierno había "halcones" y "palomas".
Entre las palomas listó a todos los que despreciaba por flojos, débiles: Victoria Villarruel, Diana Mondino, Martín Menem y -obvio- Guillermo Francos.
Es verdad que aceptó que "vos no podés poner a un talibán en el Ministerio del Interior, porque estaría peleándose todo el día con la gente con la que tenés que estar dialogando. No vas a poner un talibán de canciller, porque vas a terminar en una guerra", pero es indudable que les bajó el precio, que él prefería a Patricia Bullrich o Luis Caputo, dos halcones en busca de rings.
Francos siempre fue una paloma en un gobierno de halcones. Era el que hablaba con la prensa, el que se animaba a ir a las entrevistas con periodistas que no eran amigos de la gestión, el que explicaba con la mejor cara que tenía a su Gobierno ciclotímico.
Cuando finalmente entre él y Caputo lograron darle media sanción al proyecto de Ley Bases en la Cámara de Diputados, Francos pidió instrucciones. Tiene la suficiente experiencia política como para saber que negociar con los gobernadores tiene todavía más complejidad. Pero nadie le daba las respuestas que esperaba y solo se abocó -y con éxito- cuando le dieron un cargo mayor.
Recordemos que fue funcionario menor en los gobiernos de las dictaduras de Roberto Levingston y Alejandro Lanusse y en la presidencia de Isabel Perón, acompañó el armado del Partido Federal, que lideraba Francisco Manrique. Fue concejal, diputado, fue candidato a vicejefe de Gobierno de Gustavo Beliz, ayudó a Domingo Cavallo en el armado del partido Acción por la República, presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires y colaborador en la campaña presidencial de Daniel Scioli.
En el 2019, por una gestión de Eduardo Eurnekian con el gobierno del Frente de Todos, fue designado representante de la Argentina en el Banco Interamericano de Desarrollo por el presidente Alberto Fernández. Y renunció en agosto de 2023, cuando se incorporó a la campaña de Milei después de las PASO, cuando el libertario mostró un músculo electoral sorprendente.
Hoy Francos es el jefe de Gabinete en el que los seguidores de Milei confían para poner en marcha la gestión, paralizada por Nicolás Posse, más enfocado en concentrar poder que en resolver problemas de gobierno.
El Presidente es el único responsable de semejante estado de cosas. Es conocido su desprecio por la gestión y su obsesión por la única razón en la que es valorado por su electorado, el fin de la inflación.
Quizás, incluso, tenga razón. El Estado ya no le interesa a nadie y no importa lo que pueda resolver o no, se trate de una epidemia o un choque de trenes. ¿A quién le importa la educación pública? Están confundidos los que creen que las movilizaciones fueron realizadas bajo esa consigna, dicen en la Rosada.
Podrían haber seguido así, pero algo sucedió. Se asegura que tiene que ver con espionajes a funcionarios propios, lo que incluye a Karina Milei y Santiago Caputo.
Los problemas, de todos modos, no eran nuevos. Posse dejó de ser mencionado por el Presidente en sus reportajes desde el mes de marzo. Parecía que se lo había olvidado, que funcionaba tan bien que no era necesario empoderarlo. Como sea, algo que se fue rompiendo de a poco, de repente se hizo trizas.
Francos todavía sigue trabajando en su despacho del Ministerio del Interior. Al irse, romperá con una historia nacida en 1854 a partir de la Constitución Nacional, que en primer lugar instauró un ministerio con ese nombre para negociar con el resto del país. Y siempre Interior estuvo allí, en esa planta baja.
Difícil entender si ahora que Interior será Secretaría es porque las provincias serán menos importantes o por el contrario serán más tenidas en cuenta, por eso necesitarán una Jefatura de Gabinete.