Mendoza Este, 140 años

El historiador Pablo Lacoste inicia una serie de columnas para dar cuenta del potencial latente del Este de Mendoza, sus momentos más destacados en la producción y la industria y su resurgimiento en marcha.

Pablo Lacoste

Mendoza Este emergió hace 140 años, como el corazón de la vida económica, cultural y social de la provincia y su aporte fue decisivo para que la capital cuyana esculpiera su nueva identidad como principal provincia vitivinícola de América. Todavía hoy, con 60.000 hectáreas de viñedos, el Este mantiene su liderazgo, al representar el 42% de la vitivinicultura provincial, con apenas el 15% de su población. En otras palabras, los viticultores de Mendoza Este representan una pieza silenciosa y eficaz del prestigio nacional e internacional conseguido por la provincia.

Un hito fundamental de este proceso se registró en 1884. Ese año llegó el ferrocarril al Este y el impacto fue mayor porque se inició la llegada masiva de los vitimigrantes, originarios principalmente de zonas vitivinícolas de Italia, Francia y España, fundamentalmente. Con ellos ingresó una tradición de 3.000 años de manejo de la vid y de la elaboración del vino, que se asentaron en el Este para levantar su progresista cultura de pymes.

Muchos de aquellos inmigrantes que llegaron al Este provenían de las zonas vitivinícolas de Europa, afectadas por la filoxera, plaga que afectó 4.000.000 de hectáreas de viñedos europeos. Con tal de continuar con la práctica de su oficio, muchos europeos eligieron abandonar sus tierras natales y venir a Mendoza Este; ellos fueron los vitimigrantes que fundaron la nueva era de este territorio. 

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El impacto fue tan grande, que alteró completamente la geografía política de Mendoza. El mismo año de la llegada del ferrocarril (1884) se crearon dos nuevos departamentos (Rivadavia y Santa Rosa), y se redefinieron los límites de los otros tres (La Paz, San Marín y Junín). Se definió así la división política vigente hasta hoy, con los cinco municipios.

El proceso de asimilación de los inmigrantes a la vida económica y social de Mendoza Este, fue gradual y sostenido. Al principio, llegaban algunos cientos de inmigrantes por año, pero a medida que el territorio se consolidaba, los flujos se intensificaron. Igual que en Buenos Aires, se levantó un hotel de inmigrantes, en el límite entre San Martín y Junín, para facilitar la llegada y adaptación de los viajeros. La tradición oral recuerda también que los empresarios enviaban a sus capataces a las estaciones para tratar de reclutar a los inmigrantes que venían en los trenes. Los registros comenzaron a documentar, poco a poco, la llegada de estos inmigrantes al territorio. La población de Mendoza Este subió de 18.000 habitantes en 1869 a 26.000 en 1895, 37.000 en 1910 y 60.000 en 1914. La llegada masiva de los vitimigrantes, iniciada en 1884, permitió triplicar la población en treinta años.

La llegada masiva de inmigrantes tuvo efectos también en la salud. La hasta entonces tradicional Mendoza, acostumbrada al ritmo de la economía artesanal-preindustrial, carecía de la infraestructura para hacer frente a los nuevos desafíos, entre ellos, en el plano sanitario. La epidemia de cólera que ingresó con el ferrocarril sorprendió a los menducos sin la infraestructura adecuada para afrontar la crisis. La epidemia de cólera cobró la vida de más de 600 muertos, con particular incidencia en el Este, que puso la mitad de las víctimas. Fue el primer tributo que el Este pagó para que la provincia se industrializara.  

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La comunidad de Mendoza Este no se rindió ante el dolor causado por la epidemia; al contrario, se sobrepuso a la adversidad, y redobló el compromiso por el desarrollo territorial. Poco a poco, los campos incultos se convirtieron en oasis productivos. Predominaban empresas micro, pequeñas y medianas, porque el vector de desarrollo eran los campesinos inmigrantes y criollos, que se apoyaban principalmente en la cultura del trabajo. La modesta condición de aquellos campesinos, determinó que, con sus precarios medios debían alimentar a sus familias; por lo tanto, evitaron el monocultivo orientado a la industria; alternaron las tierras con diversas producciones para satisfacer las necesidades domésticas; los viñedos se articulaban con olivares y huertos, juntamente con la crianza de animales; surgió así una singular gastronomía, apoyada en el patrimonio cultural aportado por los inmigrantes desde sus países de origen, y enriquecida por los alfajores, las empanadas, el mate, las conservas, los quesos y los jamones de elaboración local.

:l "emporio"  Gargantini.

:l "emporio"  Gargantini.

El ferrocarril se consolidó como vector de inmigración y desarrollo. En 1883, la punta de rieles del Ferrocarril Andino cruzó el río Desaguadero e ingresó en Mendoza Este, para llegar primero a La Paz y luego a San Martín y Junín (1884) (Garcés Delgado, 2004). Esto ocurrió un año antes que la llegada del tren a Mendoza y San Juan (1885). Particular impacto causó la llegada del tren a Palmira (1 de agosto de 1884), donde se estableció un polo de reparación y mantenimiento de equipos ferroviarios de primer orden que se convirtió en referente nacional. Posteriormente se construyó el circuito local, que enlazaba los departamentos de San Martín y Junín con Rivadavia (1908). El ramal comenzaba en la estación Alto Verde y realizaba un circuito al sur de la línea principal, con las estaciones de Phillipps, Santa María de Oro, Rivadavia y Medrano, en homenaje al patriota Pedro Medrano, integrante del Cabildo abierto de 1810 y del congreso de Tucumán en 1816. La localidad circundante tomó su nombre por los usos y costumbres, para convertirse en uno de los pagos más prestigiosos de la vitivinicultura provincial: Medrano. Desde allí la punta de rieles continuaba hasta Palmira, donde se conectaba con la vía principal. Las redes ferroviarias forjaron una densa trama de ramales que conectaban las bodegas y viñedos locales con los mercados nacionales y transformaron en profundidad los paisajes culturales de Mendoza Este. En algunos casos, las empresas vitivinícolas desarrollaron sus propios trenes con carros-tanque para trasladar el vino a granel y envasarlo en las grandes ciudades, principalmente en Buenos Aires, Rosario y Santa Fe. En Rivadavia, la bodega Gargantini tenía veinte vagones-tanque para trasladar sus vinos al litoral.

En este 2024 se cumplen 140 años de estos sucesos que significaron la refundación de Mendoza Este que, de territorio predominantemente inculto y desértico, se convirtió en el corazón de una provincia totalmente nueva, que pasó rápidamente de la era artesanal a la industrial.  

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Lamentablemente, la clase dirigente provincial no ha tenido presente a Mendoza Este en sus planes de desarrollo por demasiado tiempo; simplemente, se desentendió de su relevancia y significado; para las elites de Mendoza (incluyendo dirigentes políticos, empresarios, intelectuales, medios de comunicación), existe clara conciencia de la relevancia del Gran Mendoza, el Valle de Uco y el Sur; en cambio Mendoza Este es un territorio invisible, sin mayor significado ni interés, lo cual se traduce en las decisiones y distribuciones de recursos. Los recientes reclamos de los intendentes de Rivadavia y San Martín son buenos indicadores de esta realidad. Lo mismo ocurre con la industria vitivinícola: las grandes empresas compran la uva y en algunos casos el vino en Mendoza Este, para luego comercializarlas sin revelar su origen, pretendiendo lugares más de moda como Luján, Maipú o Valle de Uco.

Todos hemos sido parte de este proceso de invisibilización y minimización de Mendoza Este. Ello incluye la necesidad de una autocrítica personal. Hemos realizado esfuerzos por visibilizar justamente las partes privilegiadas del territorio provincial, incluyendo la producción vitivinícola de la Primera Zona, y el desarrollo del Valle de Uco y el Sur. Ahora llega el momento de compensar aquella tendencia, y ocuparnos de Mendoza Este, a la cual dedicaremos este espacio.

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