El largo y triste adiós de Fernández: de House of Cards a Designated Survivor
El presidente Alberto Fernández se despidió del Congreso con un mensaje menor, muy partidario, con recursos de poca monta en busca de efectos previsibles.
El último discurso al Congreso de Alberto Fernández como presidente de la Nación fue menor, sonó prefabricado y estuvo dirigido a los muy propios. Lejos de mostrarse como primer mandatario nacional, se exhibió como un puntero cargado de datos que alguien le escribió y una serie de ídolos personales (o compromisos apremiantes) a los que mencionar una y otra vez: necesitó colgarse de otros nombres ante la levedad del propio.
Un mensaje al Congreso firmado por un funcionario que ya no lo es
El evento lució poco institucional y más como un acto de defensa y ataque hacia adentro y afuera del espacio político que lo llevó a ocupar el Sillón de Rivadavia. Inclusive, le escribieron largas parrafadas de chicaneos a la oposición, más propios de un tuit de su inefable portavoz que del mensaje sobre el estado de la Nación de un presidente.
Echó manos al cinismo cuando, apenas horas después de un nuevo asalto a los recursos del Estado para otorgar en el año electoral una moratoria previsional, habló de que no necesita que el FMI ni nadie le diga que hay que achicar el déficit. Fernández, con ello, se burló de todo el que no vive en el tapperware del que todo le aplaude solo por ser del mismo espacio político y, con ello, tener garantizado algún privilegio en el funcionariato.
Podría decirse que, al sumar a su mensaje casos reales de personas de carne y hueso, presentes en el recinto, imitaba algunos de los modelos con los que otros mandatarios del mundo -con los que le gusta codearse, abrazarse, tocarse mucho- aplican en este tipo de discursos. Pero no. El esquema pertenece a la ficción de Netflix. Quienes le escribieron el mensaje (que por otra parte está impreso desde hace por lo menos un mes, ya que lleva la firma del anterior jefe de Gabinete) seguramente se impactaron con un capítulo en el que Francis Underwood, el particular presidente de EEUU en la serie House of Cards, tenía que tapar sus acciones más oscuras apelando a recursos que pudieran despertar la sensibilidad del público.
Apenas 3 minutos demoró Fernández en cuestionar a la Justicia y 5 en criticar a los medios
Así y todo, el largo y triste adiós de Fernández, se pareció más que a esa magnífica tira al presidente que mostró Designted Survivor, Tom Kirkman (quien no la vio, no la vea completa, pero busque referencias).
No podía esperarse mucho más, es cierto. A su lado, pareció pensar esto mismo la vicepresidenta Cristina Kirchner, que animó la exposición con el particular uso de sus expresiones faciales. Pero no debería admitirse que se le tome el pelo a toda una sociedad, a la que se considera o "enemiga" o ajena al discurso, algo que solo puede ser usado por el sector afín al presidente y que ni siquiera podría imaginarse en un libro de historia en el futuro.
Queda claro que la caricaturización de la primera magistratura no corre por cuenta de los críticos al Gobiernos, los opositores o la prensa libre de sus presiones, sino que es una obra de autoría propia del mandatario (y el equipo) que se va.