Elegir o castigar: los que integran la "planta permanente" de candidatos

La democracia está entendida como algo que permite elegir. Podría empezar a actualizarse, 40 años después, también para cancelar, vetar, dar de baja a los que no funcionan y trabajan solo por ser candidatos todo el tiempo.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

- ¿De qué trabajás?

- De ser candidato

- ¿Y tenés alguna estabilidad?

- Una vez que obtenés el primer cargo para poder financiar equipos y campañas, es una rueda engrasada: no hay cómo pararlo.


Este diálogo nunca se dará en público, pero bien podría ser real. Hay gente que trabaja de ser candidato, todo el tiempo.

Lo permite la sociedad, en cierta forma.

La ciudadanía lo apaña cuando, en vez de solo elegir, podría adoptar otra actitud y, siguiendo el esquema ludopático en que muchos políticos se ven envueltos, empezar a dar de baja, optar por definir quiénes no están siendo útiles al funcionamiento eficaz del Estado, a las transformaciones de la vida diaria en beneficio del bien común, con hechos concretos.

Un buen parloteo con las palabras que previamente definió una encuesta carísima que eran de pronunciación conveniente, un botox inyectado justo en el lugar adecuado, un shock de "carmela" rejuvenecedora y una sonrisa o ceño fruncido oportunamente, y listo, la sociedad abombada por la propaganda, recontrata a gente que está el 100% de sus vidas pensando en cómo continuar en la rosca.

La democracia, a 40 años de su recuperación, no tiene por qué ser un ejercicio estancado y rígido. Da la oportunidad de chequear, auditar, premiar y castigar, renovar parcialmente o por completo a los que lideran las fuerzas políticas y los cargos a los que acceden sus integrantes.

Nada obliga a que se continúe en una espiral eterna financiando a gente que no se sabe a qué se dedica con la paga que obtiene del erario público. 

¿Alguien se ha dado cuenta que se le paga a gente para que solamente trabaje en torno a sí mismos todo el tiempo? Encuestadores o consultoras que ofrecen ese servicio, personas que les manejan las redes sociales, que les toman declaraciones, que llaman a la prensa para ensalzar a sus jefes, choferes, asistentes, asesores, aplaudidores, operadores...

Por vías paralelas se les paga el salario a municipales de algún intendente afín para que les cuelguen los carteles o pasacalles, distribuyan volantes, atiendan locales partidarios.

El ingreso a la "planta permanente" de ser candidato, es algo no regulado a la vista de todos por el Estado y las negociaciones paritarias se hacen de noche o con las cortinas cerradas. Hay un camino seguro para serlo: postularse a otra cosa en la mitad del mandato ya conseguido. Si se pierde, no se pierde tanto, sino que se continúa en el cargo anterior.

Por supuesto que no todos son iguales, ya que están los que demuestran capacidad para gestionar, totalmente opuestos a los que su única gracia o talento es permanecer, no importa aliados con quién o contra quiénes.

La política es una actividad central para servir a la sociedad, pero no debería ser algo de lo cual servirse en beneficio propio.

De hecho, hay países en donde esto se ha comprendido y no se tolera que alguien que no funciona, siga enchufado al chorro de recursos del Estado. En donde deben rendir cuentas a diario y a su salida: para qué sirvió su paso por un altísimo rol en el Estado, más allá de la cantidad de palabras pronunciadas en un parlamento o minutos de TV o radio en los que dijo justo lo que quería decir, lo que le servía para retroalimentar a su ego y al batallón de asesoretes que los acompaña a todas partes, y poco más.

Trabajar "de candidato" no es un empleo honesto. Tampoco es un delito, por lo que seguir aguantándolo o cortar de cuajo es más fácil de decidir que llevarlo a los estrados de los tribunales, en donde nadie sabe qué pasará ni cuándo, en función de qué vínculos: la sociedad debe tomar la decisión con su voto, esa criptonita ante la que los supuestos superhombres sucumben sin poder ofrecer resistencia.

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