Nunca un presidente peronista imprimió un billete de mayor denominación

Desde que se dejó atrás el austral y debutó el peso, a comienzos de la década del '90, ningún presidente peronista autorizó la impresión de un billete de mayor denominación que el vigente, ni siquiera en las peores devaluaciones, ni cuando se estandarizó una inflación de dos dígitos.

En primer lugar, Carlos Menem estableció la convertibilidad en 1991 con el de $100 como billete de máximo valor, y lo mantuvo así sin inconvenientes a partir de una inflación anual de un dígito -incluso con años de deflación- y sin devaluaciones.

En este punto, el primer presidente peronista en tener argumentos para imprimir un billete de mayor valor al de $100 fue Eduardo Duhalde, tras la devaluación de 2002 (el tipo de cambio pasó del "uno a uno" a "3,50 a uno") y una inflación anual que ese año llegó al 30%. No lo hizo.

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Entre 2003 y 2007, si bien no hubo grandes devaluaciones, Néstor Kirchner tuvo también argumentos para imprimir un billete de mayor valor, pero tampoco lo hizo; fue durante su gestión cuando -más allá del asterisco de 2002- la inflación se estandarizó en dos dígitos. Y fue también durante la recta final de su gestión cuando se encendió una luz de alerta por lo que estaba pasando en el Indec.

Con una inflación anual promedio real del 28% entre 2007 y 2015, y un dólar que quintuplicó su valor en pesos, la entonces presidenta Cristina Kirchner fue otra peronista que se negó a autorizar la impresión de un billete de más valor que el de $100 que se había lanzado en 1991, teniendo argumentos para hacer lo contrario.

En ese escenario de alta inflación y un peso cada vez más devaluado, Cristina Kirchner centró sus esfuerzos en modificar el rostro del billete de más valor, introduciendo la imagen de Eva Perón en el papel de $100, reemplazando de a poco a Julio Argentino Roca.

La necesidad de imprimir billetes "más grandes" fue tapada por la disputa política que generó el rostro de Eva Perón en el billete de $100, que incluyó además un debate colateral por el legado de Roca, defenestrado desde el kichnerismo y aliados.

Ya en 2011 existía un fenómeno nuevo en Argentina por la negativa del gobierno peronista de imprimir billetes de más de $100: la escasez de dinero. Comenzaron a observarse largas filas en cajeros automáticos y en algo cedió Cristina Kirchner: con la "maquinita" a full en Argentina, aceptó importar billetes de Brasil.

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Así se llegó al final de esa presidencia y, tras la asunción de Mauricio Macri (PRO) en diciembre de 2015, rápidamente se sinceró la crítica situación y comenzaron a imprimir billetes de $200, $500 y $1.000, esquema que persiste hasta el día de hoy, habiendo terminado un año (el 2022) con una inflación anual cercana al 100%.

Valga un ejemplo para que se represente mejor aún esta situación. En los '90, con el billete de mayor denominación ($100) se podían ir a un quiosco y comprar 100 latas de gaseosas Coca-Cola. Hoy en día, con el billete de máximo valor ($1.000), apenas alcanzaría para 6 latas.

En este punto, Alberto Fernández, ya hacia el final de su gestión, podría quedar en la historia como el primer presidente peronista en autorizar la impresión de un billete de más denominación que el vigente, si finalmente se ratifica esta idea.

Históricamente, ningún peronista quiso imprimir un billete de mayor denominación porque, en parte, sería la aceptación de que los precios eran cada vez mayores. Esta fue la razón principal de Cristina Kirchner, ya que si imprimía un nuevo billetes aceptaría que los números que daba el Indec no representaban la verdadera inflación.

Sin embargo, el escenario actual es distinto, lo que podría facilitar la tarea de Fernández de imprimir nuevos billetes: para el mercado la inflación anual en Argentina es de casi el 100%, y para el Gobierno también.