Terminó el año con turbulencias y empezó otro con demasiadas incertidumbres

El año finalizó con alteraciones cambiarias. En 2023, se suma la incertidumbre política propia de un proceso electoral en Argentina.

Rodolfo Cavagnaro

Terminó el año 2022 y quedará para las estadísticas de la economía argentina como el año en que la inflación volvió a coquetear con el 100% e hizo acordar a los peores momentos de la década de los ´80. Y, aunque fue menor que la inflación, el dólar paralelo subió casi $120 y le agregó incertidumbre a un año donde la mayoría de los argentinos tenían que lidiar con un escenario que no conocían, aunque habían escuchado de sus mayores.

El año que se fue nos dejó dos partes bien diferenciadas. Los primeros seis meses con la conducción del exministro Martín Guzmán, que se caracterizaron por la fuerte presión de la expresidenta y sus equipos de La Cámpora presionando por las negociaciones con el FMI, pidiendo mayor emisión monetaria para asistencialismo, mayor presión tributaria a las grandes empresas y bregando por tomar por asalto al Poder Judicial.

El exministro, y sobre todo Cristina, consiguieron una brusca disparada del dólar paralelo porque los niveles de desconfianza e incertidumbre crecían. En ese contexto, apareció la figura del entonces presiente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, que aceptó hacerse cargo la economía. Massa tenía una ventaja: era una de las tres patas que habían conformado el Frente de Todos, tenía una cuota de Poder y era respetado por sus socios.

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El nuevo ministro planteó algo sencillo: cumplir el acuerdo con el FMI para no pasar un papelón internacional y para ello hacer el ajuste fiscal solicitado. Otra cosa pedida por Fondo era licuar las jubilaciones, algo que hizo con creces ya que les hizo perder un 20% y promete otro 15% para 2023. También disminuir los subsidios sociales y los subsidios económicos. En los primeros no pudo avanzar mucho por la presión de los líderes de los grupos piqueteros y en los segundos el avance ha sido lento por presiones políticas.

En el plano fiscal, Massa se ha había comprometido a reducir el déficit, con la ventaja que el FMI no le objeta los métodos. Es que, en realidad, el ministro no bajó el gasto, aumentó impuestos y postergó pagos para que, en el percibido, se advirtiera una reducción. Para el año próximo tiene que bajar un punto del PBI y le deja al próximo gobierno el problema de tener que pagar los gastos cuyos pagos fueron postergados y ajustar totalmente el gasto en serio.

El desafío inflacionario

El ministro Massa sabía que no podía seguir financiando el déficit con emisión monetaria y anunció la intención de hacerlo tomando pesos en el mercado doméstico. Para poder hacerlo tuvo que pagar altas tasas de interés, que también contribuyeron a generar aumento en la circulación de pesos y presionar sobre la inflación.

A efectos de sostener esta estrategia (y de paso sacarle recursos al negocio del dólar paralelo) también el Banco Central amentó las tasas de referencia, que llegaron a niveles del 78% anual (con un rendimiento efectivo del 113%) , y el mismo BCRA aumentó las tasas que paga por las Leliq. Esto generó una masa de interés mensuales muy significativa. Aunque no había recursos directos para el déficit, la masa monetaria aumenta de forma peligrosa.

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Otra fuente de expansión monetaria surgió cuando el mercado comenzó a no renovarle vencimientos al Tesoro. Ahí debieron recurrir a emisión del Banco Central para comprar esos bonos e, incluso, a fondos de Gobernadores amigos e intendentes, que compraron estos títulos. Otra fuente el programa para que los productores de soja anticiparan liquidaciones a cambio de un valor diferencial, primero de $200 y luego de $230. Esos dólares liquidados eran comprados con emisión monetaria. La última, dólar soja 2, en diciembre, implicó la emisión de $700.000 millones.

La última carta que sacó Massa para frenar la inflación fue el plan Precios Justos, donde involucró 1.200 productos con precios congelados por 4 meses, mientras que el resto de ellos productos de las compañías solo podían aumentar un 4% mensual hasta marzo. Esto incluía a los combustibles y quieren armar ahora una canasta de productos escolares.

Tuvieron un éxito relativo en noviembre, cuando los precios crecieron un 4,9% y decimos relativo porque es un mes donde, siempre, los precios suman menos, por lo que es más mérito de la estacionalidad que del programa en sí mismo. Para diciembre y enero se esperan índices superiores al 5% y, viendo la cantidad de pesos circulantes y con los programas financieros del Gobierno, la presión inflacionaria se mantendrá muy elevada.

Aunque el ministro Massa promete terminar el año con índices del 3% no hay posibilidades técnicas que lo haga, por más artilugios que haga. No obstante, el presupuesto 2023 prevé un 60% de inflación, y el consenso de los consultores calcula entre 90 y 100%.

El otro punto complejo es el nivel de actividad. La economía argentina viene mostrando signos de recesión desde el mes de setiembre y no hay signos de que vaya a experimentar una recuperación. Para que la economía se comience a recuperar haría falta más consumo, pero la estrategia del gobierno fue atrasar los salarios y las jubilaciones, con lo cual la capacidad adquisitiva de los salarios es cada vez más baja.

La falta de divisas, a su vez, no permite una recuperación de los indicadores de producción adecuados y, de esta manera, no hay muchas posibilidades de recuperación. Si le sumamos los daños que la sequía produjo sobre la cosecha de granos, cierra un círculo de malaria casi perfecto.

De todos modos, el Gobierno ha decidió dar prioridad al cumplimiento del acuerdo con el FMI. Pero hay que tener en cuenta que este acuerdo es recesivo, porque las decisiones (tasas elevadas, bajos salarios y jubilaciones, entre otras) tienden a fortalecer al sector financiero en desmedro del sector productivo. Pero también es inflacionario porque obliga al gobierno seguir endeudándose y no lo presiona para bajar el gasto.

El dólar pareció indómito

El mes de diciembre fue un mes de furia para las cotizaciones de la moneda norteamericana. No obstante, terminó el año 2021 a $208 y ahora termina el 2022 a $346. De esta manera el valor del blue creció un 66% y lo mismo se dio en las otras cotizaciones paralelas. O sea que la tenencia de billetes no fue una inversión rentable y se anticipa que podrían estar ingresando divisas como inversiones extranjeras directas. Por esta razón, y más allá de alguna corrida corta, el dólar no muestra un recorrido exitoso.

El Banco Central cerró el año con un aceptable nivel de reservas, US$ 43.798, después de haber concluido el operativo soja 2 con más de us$3.000 millones de liquidación y una compra neta de us$2.000 millones. Si bien no es la gloria y se deben administrar con mucho cuidado, le permitiría mejorar la entrega de reservas a los importadores. Con algunos de ellos hubo un compromiso de entrega a cambio de compras de bonos.

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Habrá que ver el comportamiento de las cosechas. Si bien el gobierno asegura la cosecha de trigo ha sido buena para garantizar abastecimiento interno y permitir exportaciones. Del sector privado las informaciones son totalmente distintas. Respecto del maíz y soja es todo un interrogante porque, si bien hubo lluvias, no se sabe cuál ha sido el nivel de efectividad sobre los campos.

El año también arranca cargado de incertidumbres por el futuro político, más allá de la conformidad con muchas medidas de Massa, hay cortocircuitos por la presencia de Cristina Kirchner y La Cámpora, exigiendo medidas populistas y criticando al gobierno como si ellos no fueran parte del mismo.

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