Brindis por un país que deje de adorar y eternizar la pobreza y el pobrismo

Somos pobristas. Nos gusta la caridad porque nos satisface individualmente y hay gente que hasta parece disfrutar que haya gente más pobres que ellos así los pueden "ayudar".

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Miles de personas brindarán esta noche con lo que tengan a mano y como puedan. Muchos de ellos, inclusive, gracias a la caridad del Estado o de organizaciones sociales, organizados entre vecinos o tras un esfuerzo de últimas semanas para que las tradicionales fiestas, colmados o no de espíritu religiosos, no pasen desapercibido.

Es un año horrible que deja numerosas lecciones a todos y el asunto estará en si la charla en la mesa o la reflexión posterior, en familia, con amigos o vecinos o bien individual, nos lleva a reconocer (o no) los errores que repetimos una y otra vez como ciudadanos, habida cuenta de que nuestras acciones cívicas no están dando como resultado gobiernos capaces de torcer un rumbo extraviado, que va dejando pobres en la banquina y que se dedica solo a protegerlos, en lugar de encaminarlos para que salgan de su situación.

Nos llenamos la boca hablando de pobres y parece que no quisiéramos nunca dejar de hablar de ellos, ya que se los sostienen exactamente allí.

Los programas son para asistencia y no para que tengan a oportunidad de trepar desde ese pozo que los condiciona y somete reiteradamente a quienes les tienden la mano, pero no para salir, sino para darles algo que los mantenga entretenidos allí al fondo.

Somos pobristas. Nos gusta la caridad porque nos satisface individualmente y hay gente que hasta parece disfrutar que haya gente más pobres que ellos así los pueden "ayudar".

Eso se traspola a las ideas políticas y religiosas, que también sostienen la continuidad de los pobres como tales, llegando a fomentarse una corriente de opinión en favor de como "pobres hubo siempre", lo sigan siendo eternamente.

Actuamos como una sociedad de castas, pero que no se reconoce como tal. 

Se habla del orgullo de ser pobres sin que se les de la posibilidad de sobrellevar una pobreza digna, sino una que requiere todo el tiempo de intermediarios para que les den, ante una ausencia de chances para poder ejercer su humanidad a pleno y autosustentarse.

De esto se habla cuando se menciona la palabra "pobrismo": un fomento y valoración extrema de la condición de pobres que no admite la opción de sacarlos de allí y colocarlos al lado del resto, de quienes no lo son.

¿Es miedo a que dejen de ser obedientes, acaso? ¿Es egoísmo extremo? ¿Es impotencia, maldad, perversión, incapacidad?

Buen momento es este para brindar por un país sin pobres, en donde todos puedan salir del pozo y caminar junto al resto. Un país con oportunidad.

¡Salud!

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