Querer a Francisco por odio a Benedicto: el planteo de un cura argentino
En una columna de opinión, el sacerdote católico Eduardo de la Serna se refirió a la película "Los dos Papas" de Netflix, pero valoró el papado de Jorge Bergoglio más por "sus enemigos" que por otra cosa. La interna de la Iglesia.
"Benedicto XVI demostró palmariamente que ser un gran teólogo no implica necesariamente que sea un gran papa. No lo fue". Así lo señaló Eduardo de la Serna, sacerdote católico y referente del colectivo Curas en Opción por los Pobres, en una nota de opinión publicada por medios religiosos.
Allí señaló que "lo que más nos hace querer al papa Francisco son sus enemigos".
El artículo se refiere a la película de Netflix "Los dos Papas", que critica por "caricaturesca o estereotipada". También se refiere a la polémica por un nuevo libro que lleva la firma de Josep Ratzinger. Pero sostiene mucho más que eso.
El texto de la carta del cura Eduardo de la Serna:
"Demos un paso más. De la iglesia de hoy saldrá también esta vez una iglesia que ha perdido mucho. Se hará pequeña, deberá empezar completamente de nuevo. No podrá ya llenar muchos de los edificios construidos en la coyuntura más propicia. Al disminuir el número de sus adeptos, perderá muchos de sus privilegios en la sociedad. Se habrá de presentar a sí misma, de forma mucho más acentuada que hasta ahora, como comunidad voluntaria, a la que sólo se llega por una decisión libre. Como comunidad pequeña, habrá de necesitar de modo mucho más acentuado la iniciativa de sus miembros particulares. Conocerá también, sin duda, formas ministeriales nuevas y consagrará sacerdotes a cristianos probados que permanezcan en su profesión: en muchas comunidades pequeñas, por ejemplo en los grupos sociales homogéneos, la pastoral normal se realizará de esta forma. Junto a esto, el sacerdote plenamente dedicado al ministerio como hasta ahora, seguirá siendo indispensable. Pero en todos estos cambios que se pueden conjeturar, la iglesia habrá de encontrar de nuevo y con toda decisión lo que es esencial suyo, lo que siempre ha sido su centro: la fe en el Dios trinitario, en Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, la asistencia del Espíritu que perdura hasta el fin de los tiempos. Volverá a encontrar su auténtico núcleo en la fe y en la plegaria y volverá a experimentar los sacramentos como culto divino, no como problema de estructuración litúrgica". [J. Ratzinger, Fe y futuro, ed. Sígueme, Salamanca 1973 (original alemán: Glaube und Zukunft, Kösel Verlag, München 1970) pág.9.].
No es mi intención comentar la publicitada película que lleva el título de esta nota. Lo han hecho muchos otros. Sólo diré que en general no me gustó, me pareció caricaturesca, o estereotipada. Pero no es el tema.
Lo cierto es que hoy "hay dos papas", pareciera. Uno en ejercicio, y otro emérito. Como sucede en muchas diócesis, también en la de Roma, hay un obispo emérito. Y es absolutamente comprensible que a algunos (¿muchos?) les agrade más uno que otro. Pero fuera de esto, es evidente que strictu sensu, "el Papa" es uno, no el emérito. Él "fue" Papa, lo que es diferente. Nos guste más, o no, uno o el otro... o ninguno.
Las diócesis que tienen un obispo emérito lo saben bien. Cada tanto éste hace su "aparición", y muchos se acercan a él. La convivencia entre el emérito y el titular puede ser constructiva o no, según ambos. O según los modos de ejercicio de la pastoral. Lo mismo pasa en miles de parroquias cuando hay un cambio de párroco y los modos pastorales son (muy) diferentes. "Antes" y "ahora" con frecuencia contrastan. Pero no necesariamente el contraste ha de ser conflictivo. Como sabemos bien, nunca faltan los "más papistas que el Papa", literalmente hablando. El problema es que en este caso, no se trata de un párroco, ni tampoco de un "simple" obispo, sino del de Roma, el Papa. Es decir, de poder hablamos.
Cuando renunció el papa Benedicto XVI (renuncia que muchos celebramos) afirmó que se retiraría para la lectura y la oración. De hecho, vive en un monasterio de clausura dentro de los muros vaticanos y son contadas las veces que se lo ve en público; incluso afirman algunos que su salud está notablemente deteriorada. Muchos de los que no lo hemos amado como Papa solemos reconocerle una gran honestidad intelectual. Se dice que luego de haber sido un teólogo de excelencia, especialmente a partir de todo lo generado luego del "mayo francés", empezó a estar invadido por el miedo. Y el miedo no elimina la profundidad pero acota la creatividad. Por eso fue ya desde el pontificado autoritario de Juan Pablo II una de las espadas del rigor papal y vaticano. No hace falta detenernos en la cantidad de teólogos que fueron censurados o sancionados durante este período de ambos papas.
Antes de seguir, me quiero detener en una expresión que considero importante como revelación de esa honestidad intelectual de Joseph Ratzinger. Durante su papado escribió un libro: Jesús de Nazaret (3 tomos). Y, expresamente lo dice, quiere dejar claro que escribe como teólogo Ratzinger y no como papa, es decir, no pretende una recepción como la que se supone se espera de un texto papal, es decir, Magisterial. Pretende, sí, que sea recibido como se espera de cualquier escrito teológico, una recepción y crítica constructiva. El libro, en su tapa, solía aparecer como escrito por Benedicto XVI (como los textos escritos por el cardenal Luciani ["Ilustrisimos"] figuraron como de Juan Pablo I) por una cuestión de márquetin editorial, pero de ninguna manera debía entenderse como obra de ninguno de ambos papas. Benedicto supo dejar claro que una es su opinión como teólogo, y otra su escrito "magisterial".
En este sentido, llamó la atención un texto del ya obispo emérito de Roma, Joseph Ratzinger, dando su opinión sobre los abusos sexuales por parte del clero, que apareciera como firmada por "Benedicto XVI". Luego de muchos esfuerzos no he podido saber si la firma es suya o es algo "editorial". Figura, sí, en los textos que se han hecho públicos. Pero, es evidente que, los "nombres" de los papas son nombres solamente adoptados (monárquicamente) durante el ejercicio de su papado. Como no estamos habituados a un papa renunciante, esto es algo obvio. Era la muerte la que ponía fin al pontificado, no la renuncia. Pero es sensato afirmar que Benedicto XVI ya no existe, ¡existió! (y, en lo personal, creo que demostró palmariamente que ser un gran teólogo no implica necesariamente que sea un gran papa. No lo fue). El que existe es Joseph Ratzinger.
Algunos pensamos que lo que más nos hace querer al papa Francisco son sus enemigos. Mirar a los cardenales Sodano, Sarah, Burke, Müller y otros por el estilo, nos invita a seguir apostando por Francisco, al menos por aquello del mal menor. Y ahora, el cardenal Sarah publica un libro sobre el sacerdocio. Por lo que parece, consultó algunos apuntes recientes que el teólogo Ratzinger tenía sobre el tema, y los incorporó en el texto. Hasta ahí todo "legal". Hasta podría ser una "trampita" editorial incluir a Benedicto XVI como coautor ya que asegura más ventas que un libro sólo de Sarah.
Después se pueden discutir algunas de las ideas vertidas, al menos según han trascendido, especialmente con respecto a la ordenación de varones casados para la región de la Amazonía. Según parece, dice Sarah (y diría también Benedicto XVI) que el celibato es sustancial al sacerdocio, no hay verdadero sacerdocio sin él, lo que dejaría sin explicar unas cuántas cosas, por ejemplo, ¿cómo subsistió la Iglesia sin verdaderos sacerdotes tantos siglos hasta que el celibato se constituyó en normativo?
No pretendo responder a semejante sandez, simplemente me llama la atención el intento de la utilización de Benedicto XVI para contrastar el juego de opuestos entre un papa ortodoxo y otro casi herético. [Me hizo acordar al intento por parte de muchos obispos mexicanos de que la visita de Francisco fuera un fracaso de convocatoria para contrarrestarlas con las de Juan Pablo II] ¡Papas eran los de antes! Y ciertamente la figura de Benedicto XVI es ideal para el contraste, esté o no de acuerdo Ratzinger con su utilización. Quisiera creer que su nombre es usado por muchos de los enemigos de Francisco sin su autorización, aunque no me atrevo a afirmarlo.
Quisiera creer que es una bandera que Ratzinger no está de acuerdo en levantar. Claro que es una bandera izada a causa de lo que fue su pontificado (y el de Juan Pablo II, que no les sirve porque está muerto, aunque lo de "santo subito" y el absurdo intento del episcopado polaco de que sea declarado co-patrono de Europa y doctor de la Iglesia provoquen risas y espanto).
Para ser precisos, no hay "dos papas", porque Benedicto no lo es; ¡ya no! Pero lo que sí hay es un grupo de cardenales, obispos, curas, periodistas, políticos, empresarios y demás que ven con horror cualquier intento de cambio por minúsculo que este sea. Y Francisco es, para ellos, el abanderado de los cambios terribles que llevan a la Iglesia a su perdición y - quizás - hasta su desaparición.
Insisto: de poder se trata. Sarah podrá vender su libro, y muchos hasta lo aplaudirán (editoriales conservadoras ya han asegurado su traducción a otras lenguas); otros no tenemos el más mínimo interés en leerlo. Pero la Iglesia está ante un buen momento de ser fiel a lo que el Espíritu le dice en este tiempo; puede abrirse a la novedad siempre desafiante del Espíritu o pretender seguir encerrada en los palacios del miedo.
Mirando muchos desafíos que tiene la Iglesia hoy en la historia, el mundo, la vida, los sueños y mirando la triste desambiguación, mirando una institución que parece mirar llena de miedo, por las hendijas, un mundo que la aterroriza, encerrada y atrincherada en palacios y fortalezas, no tengo duda ninguna de qué lado quiero estar de esta grieta. Del de la esperanza.