Quién gana y quién pierde en el Vaticano con la muerte de Benedicto XVI
El clima político sigue en tensión. Bergoglio se volvió "progre" en Roma y los conservadores no le quieren permitir que afiance sus reformas y deje "puesto" a su sucesor.
Lejos de vivirse una distensión entre los sectores en pugna dentro de la Iglesia, la muerte del papa Benedicto XVI, Josep Ratzinger, parece haber abierto las compuertas que él, con su autoridad, mantenía cerradas y ahora, los sectores más conservadores, podrían estar preparando fuego a discreción contra Jorge Bergoglio, el papa Francisco.
La Plaza de San Pedro, en la Ciudad del Vaticano, congregó a una verdadera multitud de "partidarios" del pontífice alemán que renunció a gobernar la iglesia católica y la Ciudad Estado. Fue un adiós, pero muchos analistas locales lo ven además como una demostración de cuántos piensan como él, cuánto le querían y, por consiguiente, qué fuerza tiene el veto interno a muchas de las aperturas realizadas por el pontífice argentino.
La multitud mostró carteles pidiendo la canonización de Ratzinger: "Santo súbito". Pero su secretario personal y guardián de los secretos de la renuncia papal, Georg Gänswein, su "viudo", en el foco de todas las notas y análisis, declaró: "Personalmente, no tengo dudas sobre su santidad, sin embargo, conociendo bien la sensibilidad que me ha expresado Benedicto XVI, no me permitiré dar ningún paso para acelerar el proceso canónico".
Francisco ya puede renunciar en paz
Benedicto supo contener a una lista de cardenales y obispos que fueron desplazados por Bergoglio y reemplazados por partidarios suyos. Ahora no hay quienes los contengan, aunque nadie apuesta por un cisma: más bien, las fichas están puestas en esperar a que "se pase" el tiempo de Francisco y, mientras tanto, tratar de impedir que siga sumando votos para la sucesión en el Colegio Cardenalicio.
Cuando se les cuenta a los periodistas romanos la historia previa del actual Papa en Buenos Aires y sus posiciones conservadoras de entonces, no lo creen o no le encuentran explicación a su cambio de pensamiento. Aquel cardenal primado que llamó "obra del Demonio" a la ley de Matrimonio Igualitario, ahora es tratado de "pro gay" por los sectores que inclusive han pretendido vetar decisiones papales. Su nuevo "progresismo" le juega en contra: cuando Bergoglio se pone democrático dentro del sistema vaticano -que no lo es en absoluto ni está preparado para serlo- les abre resquicios para que claven sus cuñas los que lo enfrentan.
Benedicto es reconocido por toda la Iglesia como el dueño de un papado "conciliador", pero que tras renunciar se ubicó del lado más conservador, aunque sin apoyar abiertamente los ataques contra Francisco ni embestir él mismo.
Esos sectores creen que el Papa tiene demasiadas ocupaciones en temas mundanos y pocas vinculadas a la nutrición del espíritu y la simbología que hace fuerte a la religión entre la gente.
Si bien parece haber funcionado como un preciso torniquete cuando la Iglesia sufría una sangría de fieles y "vocaciones" debido a la aparición de escándalos, delitos y crímenes diversos que habían estado escondidos bajo la alfombra durante el reinado del popular Juan Pablo II, que Benedicto no supo o pudo contener, a Francisco no se le perdona meterse en temas tales como el cambio climático y las reivindicaciones de las mujeres y gays dentro del Vaticano, entre otras cosas más vinculadas a lo ritual, como la prohibición de misas en latín y una cadena de decisiones que solo en lo más profundo del mundillo vaticano valoran y comprenden. (Los argentinos, además, vemos otras cosas en las que se inmiscuye: el sindicalismo, la Justicia, los partidos políticos, los debates sobre temas de la vida cotidiana local).
La ausencia de Benedicto le abre camino al argentino, que ya no tiene a su contrapeso físicamente. Pero en un ambiente signado por la simbología y la fe, el espíritu de Ratzinger cobra, tras sus exequias, una dimensión incalculable.