Murió Héctor Polino, amigo de la economía solidaria y solidario él también
Una despedida a un hombre que fue consecuente y que deja legado, Héctor Polino.
Héctor Polino fue un hombre correcto, y así se lo vio siempre en sus intervenciones, tanto en su rol de diputado como de defensor de usuarios y consumidores. Socialista clásico, democrático en el real sentido republicano de la palabra, escuchó en dosis iguales a las que habló: fue un político cabal y esto lo saben tanto sus partidarios como sus adversarios y, de allí, que no tenga prácticamente detractores.
Murió este domingo tras una larga internación, "afectado por una bacteria", según la fría crónica sobre su desaparición.
Había empezado a militar en el Partido Socialista a los quince años, una edad que vuelve a ser iniciática hoy en día, como en sus tiempos, pero para "el otro lado", con la irrupción de los pibes y pibas "libertarios" que encuentran motivo para discutir y defender ideas.
E 1960 como concejal de la Ciudad de Buenos Aires y en 1983, tras el retorno de la democracia, el presidente Raúl Alfonsín lo designó como Secretario de Acción Cooperativa de la Nación. Polino llegó a ser diputado nacional en tres mandatos consecutivos entre el 10 de diciembre de 1993 y el 10 de diciembre de 2005.
Pero hay más Polino que lo que se conoce públicamente. Fue una persona realmente interesada en promover la economía solidaria y, en esa tarea, fue un motor -junto al incansable mendocino Héctor Antinori, que aun no termina su tarea- del cooperativismo y sus formas más posibles, reales y palpables, menos oportunista y contrario a su uso como "fachada" por parte de empresas para desgravar impuestos y otros menesteres.
Vino muchas veces a Mendoza, sobre todo invitado por el legendario Foro de Economía Solidaria que supo reunir a cultores de "otra economía" como el mencionado Antinori, Delia Bracco, Eduardo Becerra, Aldo García, Alberto Granata y tantos otros.
Son memorables sus juntadas en la esquina de Pampa y Avellaneda, en "la vía" de Villa Nueva, un bolichón al que todos podían acceder a pagarse un sánguche y poder hablar con el siempre impecable porteño de saco y corbata, o en Don Claudio de Tiburcio Benegas.
Allí, emprendedores con espíritu social se enteraban de primera mano -antes de que existieran las redes sociales y las vías rápidas de comunicación- en torno a las novedades en torno al asociativismo y las formas de encarar desafíos productivos y laborales con "propósito", como se les llama ahora.
Un pionero y un impulsor que deja legado. Y eso no es poco en la política argentina.