La "nueva política" mendocina, con síndrome Wiedemann-Rautenstrauch
La interna del PRO es de nuevo escandalosa, como lo ha sido siempre, en realidad y lamentablemente.
El PRO mendocino está en proceso de disolución.
Dos sectores en pugna se quieren llevar la marca que creara Mauricio Macri en la Ciudad de Buenos Aires y a la que siempre le costó extenderse a nivel nacional, haciéndolo en función de forzados acuerdos o apropiaciones de dirigentes que le fueron sacando provecho, sobre todo cuando su impulsor accedió a la Presidencia.
Una serie de paradojas se dan en el mundo de la política, que resulta interesante analizar, pero muy triste de ver: gran parte de la sociedad pide "gente nueva" en los cargos institucionales, pero resulta ser que los nuevos no llenan las expectativas o bien, no saben hacer las cosas.
El derrotero de las terceras fuerzas que llegaron gracias al drama de consumidores y usuarios
Algo peor también ha caracterizado a muchos de los nuevos: como nacieron criticando a "los de siempre", saben con claridad y exactitud cuáles son sus factores negativos y acceden a sus mismas prácticas mediante atajos, inmediatamente. No esperan a que pase algún tiempo prudencial para asumir las mismas prácticas sucias o criticables que ellos mismos criticaron y prometieron erradicar. Son lo mismo. Como si padecieran del síndrome Wiedemann-Rautenstrauch, también denominado síndrome progeroide neonatal, que comienza en el útero, con síntomas de envejecimiento aparente en el nacimiento.
En Mendoza ya tenemos suficientes elementos probatorios de que, a veces, tienen más prácticas de "vieja política" los nuevos que "los de siempre". Se engañan, traicionan entre ellos; engatusan al electorado; ponen a su parentela en las listas de la pauta salarial del Estado. Hacen trampa a la hora de organizarse como partidos políticos; se apropian de las marcas; generan marcas iguales en paralelo para ver quién saca tajada o, inclusive, para ponerla en subasta al mejor postor...
Todo eso está pasando ahora.
Mientras el peronismo, el radicalismo y los demócratas sufrieron una disgregación interna por diversas causas, los que nacieron para renovar la confianza en el accionar político han caducado rápidamente, se han roto en mil pedazos o hacen todo lo posible para autodestruirse, en función de intereses que, generalmente, son personalísimos de los personajes que los lideraron.
Han nacido viejos: se saben todas las mañas, de antemano y basan el ejercicio de sus estructuras y militantes en eso, dejando a lo más virtuoso que tiene la política como una jactancia intelectual, de lo que parecen burlarse.
Así fueron desapareciendo, una a una, las diversas "nuevas" fuerzas. Sucumbieron a la ambición de sus integrantes o perdieron sus máscaras a poco de andar y la gente los reconoció, quitándoles el apoyo, sintiéndose engañados a poco de andar.
No hay caso. En Mendoza hay radicales, peronistas y demócratas. Y lo que se ofrece en la góndola electoral no son más que sus segundas marcas.