Vendimia
La curiosidad de la primera vendimia dentro de la bodega, al pie de los viñedos. El relato en tiempo real de Esteban Tablón que despierta la imaginación.
Preludio
La vendimia 2020 no será una más. Me toca vivirla desde una perspectiva de privilegio. Desde adentro de una bodega y sus viñedos.
Aquí, hace dos semanas ha ido creciendo un sentimiento general. Se percibe en el ambiente, en el lenguaje corporal, en las miradas que cruza la gente.
Este clima, este ambiente se nota en todo, cada tarde, por ejemplo, miramos el cielo, con esas nubes negras tan típicas de esta época por estos terruños, tratando de adivinar que se traen. Algún comentario es escuchado. "No pasa nada, no se arma tormenta hoy", u otra tarde, "cuando viene de aquellas montañas, y así con esa forma, esta noche llueve por lo menos" La posibilidad de una tormenta de granizo no solo es relativamente alta en esta época del año, si no que además, sus consecuencias podrían ser realmente desastrosas en este preciso momento en que los granos enveran, los racimos van tomando forma, los precursores se van concentrando.
"Este año viene adelantado", se escucha. Es que da gusto ver el viñedo tan vital, tan verde, tan pletórico de vida y frutos. Y para el ojo experto, y experimentado, esto está ocurriendo unos días antes que otros años.
Los Agrónomos están en máxima tensión, que además crece cada día. Son los días finales, críticos, definitorios. Aunque nada tremendo ocurra, igualmente hay muchas decisiones que tomar. Si llueve mucho tampoco es bueno, cuanto de sol, todo confluye al momento esperado del año. En el momento justo, ni antes ni después, realizar todo el proceso de recogida y acarreo, sacar finalmente el racimo de la cruda intemperie, para ser entregado cálida y cariñosamente por un ejército de operarios en su destino final, la bodega.
Se produce un hito, que pasa casi desapercibido para ellos, ya acostumbrados. La contratación del primero de una cantidad de personal temporario, que refuerza el plantel para la vendimia. El muestreador. Hay ir a cada viñedo, propio o de los productores, ya señalados hace meses o años, caminar los cuarteles, tomar muestras. Veo llegar a Lucas, cada tarde, con su "hielera" en las que porta los racimos que recolectó durante el día. Con sus largos pasos la entrega en el laboratorio (que, en una coincidencia para nada fuera de lugar, maneja su madre). Todos esperamos para el final del día la planilla de variables que indicará la madurez. Hasta yo. Grados Brix, acidez, PH. Si, efectivamente, este año estamos adelantados. Mirá este productor, ya tiene el Sauvignon Blanc en 18. ¿El año pasado como estábamos? Y así sigue la tarde. Es muy fácil aprender de gente que sabe tanto.
Es que da gusto verlos trabajar. A todos. Los enólogos, en cónclave, donde los últimos blends son diseñados, probados, consensuados. Los operarios, atentos, apresuran la ejecución de las ordenes de trabajo resultantes. Los últimos fraccionamientos se apuran. Hay que hacer lugar en los tanques, barricas, toneles, piletas para recibir el fruto del trabajo de todo un año. El objeto preciado, la vid. Y está mantenimiento. Hace ya dos meses largos que desfilan las pequeñas camionetas de los diferentes proveedores, cada engranaje, cada bomba, cada mecanismo se revisa, se limpia, se cambia, se engrasa, se alinea. Los operarios conocen cada maquina en detalle. Alguno parece tener visión de rayos X, saben adónde mirar, adonde adelantarse a un fallo, como hacer para que todo el proceso fluya.
- Este año quiero hacer un Gran Viognier, comenta uno de los enólogos en un almuerzo casual.
- ¿De qué depende?, pregunto. No pierdo oportunidad de aprender todo el tiempo.
- "Uno no puede ir más alto que la uva que recibe", explica, con la mirada perdida en la lejanía del viñedo, como si quisiera anticipar el futuro de aquel cuartel que tiene la preciada variedad que intentará destacar luego en su vinificación, superando sus propios estándares. Y agrega: "Pero tengo unas ideas desde hace tiempo...", la frase se pierde. ¿Que harías? Insisto. El conocimiento me apasiona. No sé, se dirige a otro enólogo, si hacemos la primera maceración más larga en frío? Y así sigue... Estoy en un universo paralelo, diferente, separado del resto del mundo.
El viñedo esta impecable, cada canopia primorosamente en su lugar. Da gusto verlo. La bodega, bueno, la bodega está preparando una gala, el clima de taller mecánico dejó lugar más bien a prácticas de relojería. Si uno se deja llevar, y los mira, en algún momento uno cree estar en una joyería. La limpieza, siempre cuidada, mejora sutilmente. Mire, es que se prepara la casa, como para un cumpleaños. Que digo un cumpleaños, para el casamiento de la primogénita. Finalmente entiendo, por un diálogo oído al pasar, que no es mi imaginación, que todos sienten lo mismo. Estaban comentando de la ceremonia del primer camión, que implicará festejo, asado, celebración...
¿Como viene la uva? Pregunta el gran enólogo desde un destino vacacional en el que va a cargar las pilas para el año, pero en el que obviamente, no deja de tener un ojo en el bendito fruto. Cruzamos miradas, sonrisas, si, el jefe está atento, pero más, todos se sienten acompañados en esa sensación que envuelve, en este preludio de la vendimia.
¿Que cómo lo sé? Es que es muy fácil aprender de gente que sabe tanto, pero especialmente que tiene tanta pasión por lo que hace. Y que encima hace una cosa noble.
Y uno cree que el vino no puede salir mal, si a su origen, la vid, se la recibe tan profesional y apasionadamente...
Después le sigo contando.