Una agenda pluralista entre Mendoza y Chile
Mendoza tiene experiencia y ha aportado embajadores que conocen suficientemente el manejo de las relaciones bilaterales. Lo mismo, con empresas que tienen desde hace décadas un pie de cada lado de la cordillera.
Mendoza puede encarar sus propios diálogos con Chile sin pretender suplir a la Cancillería o al Poder Ejecutivo Nacional. A partir de la decisión de no invitar al gobernador Rodolfo Suarez a participar de la visita que este martes encabeza Alberto Fernández al presidente chileno Sebastián Piñera, lo que puede hacer Mendoza es repasar su historia. Allí encontrará caminos ya recorridos y esfuerzos que dieron frutos a pesar del desinterés del Puerto de Buenos Aires.
Ni siquiera hace falta actuar con rencor. Se trata de la provincia que tiene activos y vigentes la mayor cantidad de comités de integración con Chile, como son el de Cristo Redentor, Pehuenche y Las Leñas, con protagonistas multisectoriales que siguen en pie, gobierne quien gobierne, con los objetivos bien claros.
El gobernador Rodolfo Suarez habló al asumir de la imperiosa necesidad de internacionalizar Mendoza y tiene herramientas a mano, aunque podría generar más, con ProMendoza como centro de relaciones internacionales, con todo el músculo obtenido del ejercicio de una política de Estado en materia de comercio exterior, por ejemplo.
Mendoza necesita que Fernández tenga algo más que una agenda partidaria en Chile
Es necesario, además, restarle importancia a esta coyuntura política adversa, en la cual un presidente ignora al gobernador de la provincia más activamente vinculada con Chile. Es que del otro lado de los Andes las cosas funcionan de manera diferente: mientras aquí la viveza criolla nos hace creer que con cancherear un poco y hacer mucho lobby es suficiente para conseguir el aval del vecino país para obras o acuerdos, allí lo que prima es la verdad técnica.
La rigidez con la que las estructuras del Estado chileno maneja los temas cruciales, como por ejemplo, la construcción de un nuevo túnel que acerque a ambos países no tiene comparación con la laxitud con la que se manejan los gobiernos y la política en Argentina.
Todo el mundo sabe -aunque aquí se rellenen de frases lobistas los discursos épicos de gobernadores y presidentes- que a Chile el único nuevo paso que le interesa construir es el de Las Leñas, a la altura de San Rafael. Los estudios técnicos avalaron esa opción y allí pondrá el poderoso MOP (Ministerio de Obras Públicas de Chile) todo su peso.
A quiénes subirá al avión Fernández en su visita a Chile: dos gobernadores y ninguno es Suarez
Nunca le interesó -y así lo demuestran los hechos- construir un túnel por Agua Negra: caro, alto, que aumenta los costos logísticos y que no encuentra un puerto de gran calado del otro lado, sino uno pesquero.
San Juan ha armado bien su esquema de la mano con la región de Coquimbo: actúan, porfían y aunque no consiguen el objetivo final, llevan adelante acciones consensuadas en otros aspectos, como el turismo, por ejemplo.
De allí que Mendoza puede liderar un camino de alianzas. El gobernador actual, que es radical tiene en el intendente de San Rafael, Emir Félix, a su mejor aliado para llegar juntos a Santiago y avanzar hacia abajo, fortaleciendo los vínculos con las regiones de Valparaíso, O' Higgins y del Maule.
Este trabajo entramado de índole subnacional será una alianza estratégica, pero también serviría para cuestiones tácticas, como la de ahora. En el ajedrez político, municipios y provincias argentinas, comunas, intendencias y gobiernos regionales chilenos ya han construido y pueden levantar coordinadamente una relación que las fortalezca.
Los instrumentos legales ya están vigentes. Hay que activarlos, promoverlos, militarlos insistentemente. Un acuerdo binacional le permite a los empresarios y particulares de Argentina acceder a beneficios para desarrollarse, encadenarse, proveer y exportar en Chile. Y viceversa.
El paso Las Leñas podría llevar a que San Rafael crezca hasta tener medio millón de habitantes
Mendoza tiene experiencia y ha aportado embajadores que conocen suficientemente el manejo de las relaciones bilaterales. Lo mismo, con empresas que tienen desde hace décadas un pie de cada lado de la cordillera.
Una agenda propia es posible para cuando un gobierno nacional requiera de apoyo o quiera apoyar, concertadamente, con respeto y metas de desarrollo claras, más allá de las efímeras disputas político partidarias.