Tragando sapos
Ganar con unas ideas y unas propuestas y tener que resignarlas en favor del bienestar común en algún momento. Pablo Gómez define la referencia política de "tragar sapos" en esta nota.
La acción de tragar sapos, entendida como el hecho de tener que hacer algo que no se quiere hacer, y aplicada como regla general a dirigentes de distinta índole que llevan adelante medidas que no son de su agrado, es una acción con muy mala prensa, y en mi opinión, en forma equivocada. Vengo acá a elevar la tragada de sapos al nivel de acción heroica que creo debería tener.
Porque como regla general (y dejando fuera a aquellas personas que se candidatean inescrupulosamente) quien se postula para un cargo tiene sus ideales, claros, precisos, y su plan de acción para llevarlos a cabo. Pero cuando esa persona pasa a ser representante de un sector o partido debe aceptar, dentro de cierto margen de tolerancia, las ideas del partido o sector que dice representar; estas ideas suelen estar (o al menos así debería ser) dentro de la zona de sus propios ideales, caso contrario la persona debería estar en otro partido. Pero aun así, es muy difícil, quizá hasta imposible, que quien se candidatea comparta al 100% los planteos de su partido, atendiendo a que una agrupación política (al menos las que pretenden llegar al gobierno) representan a millones de personas, y deben de este modo tener un ideario que sea aceptable para todos los habitantes que pretenden que los voten.
Clara excepción a esta regla son los partidos que no aceptan correrse ni una coma de sus manifiestos escritos sobre piedra, partidos con ideales muy claros y loables, pero que nunca llegarán a ser aceptados por las mayorías porque, bueno, las mayorías son de pensar en forma diversa y cambiante, y solo pueden aceptar declaraciones que los incluyan; y si este partido en su ortodoxia incluye a tal persona, excluye a la otra, y si no acepta la flexibilidad se queda en eso, un pequeño grupo de habitantes con sus ideas claras, pero sin la capacidad de aceptar diferencias, ni de aportar al crecimiento en conjunto de la región o país en el que se encuentran.
Por otro lado, los partidos que se denominan "de masas", son de llegar al gobierno. Pero al ganar una elección, en esa misma noche de domingo, mientras los papelitos aun caen y la marcha partidaria no ha dejado de sonar en los parlantes, ya en ese momento tienen a alrededor de la mitad de quienes votaron durante el día disconformes con el resultado de las elecciones. Ese porcentaje de inconformismo es de aumentar (como regla general y salvo contadas excepciones) cuanto el gobierno electo decide llevar adelante tal acción o dejar de aplicar tal medida, pues la ciudadanía que los votó empieza a notar los grises que no estaban entre los atractivos que habían notado en quienes se candidateaban: quienes gobiernan, se empiezan a tragar sapos, y cada sapo tragado es un grupo de habitantes favorecidos que siguen adelante disfrutando de sus derechos (pero no necesariamente por ello dando crédito a quien tomó la medida) y otro grupo de perjudicados que se quejan y se alejan del gobierno, decepcionados.
Y de este modo, si quien ejecuta acciones de gobierno es una persona amplia y democrática, y brega por las necesidades de toda la ciudadanía (o al menos por las de las mayorías más amplias posible), va a tener que tomar decisiones a favor de personas que piensan distinto, de personas que aun no habiendo votado por su partido, son parte de la ciudadanía gobernada, y tienen derecho a su cuota de beneficios. Y ahí, quien gobierna cierra los ojos, y se traga un sapo.
El sapo, de todos modos, no es esperable que sea de dimensiones de escuerzo, so pena de tener gobernantes que dijeron blanco y hacen negro. No, Menem ya tuvimos. Pero sí es necesario que quien representa a toda la ciudadanía, aún a aquellas personas que no están entre sus votantes, tenga la amplitud de criterio suficiente para aceptar realidades que se aparten de su propio ideario; no que lo contradigan, no que lo obliguen a bajar sus banderas, pero sí que le permita potenciar medidas que hagan flamear la mayor cantidad de banderas posibles, de todos los colores que estén dentro de los que representan a personas de bien.
Sin importar los sapos que sea necesario tragarse, si se logra un país y una provincia inclusivos, con una gran mayoría de habitantes involucrados y contenidos por sus representantes, habremos logrado, en mi humilde opinión, un equilibrio interesante; habremos construido un puente que una grietas, que acerque posturas ya no tan contradictorias, con banderas multicolores flameando por todos lados.