Todos los días serán domingo y la paradoja de los 33

Una columna de Carlos Varela Álvarez, desde la cuarentena obligatoria, y una analogía fuerte, pero apropiada para dimensionar el aislamiento.

Hace días que no suena la alarma para levantarse temprano en casa, ducharse o lavarse, vestirse, desayunar con los que están y salir al mundo a la pelea de la vida. Cada uno tenía su rutina de trabajo; vender café en bicicleta, ir a la oficina, vender ropa en la administración pública, o el dentista, el gomero, y así miles de trabajadores y así era posible ver gente, conversar, saludar, despedirse y decir hasta mañana, volver a casa con tareas nuevas, experiencias, alegrías, malos ratos, éxitos, suerte y fracasos, de esa manera estaba construida nuestra cotidianeidad. 

Los medios con sus programas de chismes, los crímenes en primera plana, los economistas como nuevos gurúes, las disonancias del poder, las alquimias ideológicas, en fin, la magia del disfraz de la política. 

De repente todo cambió. Mi último abrazo y beso fueron hace tres días a mis hijos y compañera. Da lo mismo un día que el otro, no hay horario de trabajo o vestimenta que sirva, si tenés familia, está todo el día alrededor tuyo y viceversa, apareció la humanidad mezclada con la tecnología. 

Si estás solo, el teléfono es tu nuevo mejor amigo, te sacará todas tus dudas y te brindará las soluciones. En los medios el invitado de hoy es el experto en infecciones. Eso sí no sé hasta cuándo ni a que costo. Sé que todos los días hasta que esto pase será como los domingos en casa, alrededor de la mesa, algunos viendo tele otros consultando telefónos, otros conversando, pero todos eso sí hablando del mismo tema; el miedo y la pandemia. 

Monotemáticos, ya no hay deporte, política, o temas sociales o personales que importen, sólo si no seré contagiado, más que si contagiaré a otro. Aparece entonces la difícil e interesante pelea del yo y el otro. Es como pasará con el respirador, ese aparato que ha aparecido como salvador, todos queremos uno. 

Me recordé de los 33 mineros chilenos, en ese hoyo mirando para arriba todo el día. Parecemos igual, esperando que nos venga a buscar, es decir a salvar, por el miedo a que vayan faltando provisiones, y como haré para sobrevivir sino trabajo y permitir que suba la ansiedad y la desesperanza; ¿a mí me va a tocar? 

Allá abajo se organizaron, pensaron en el otro, nació o renació la solidaridad entre trabajadores tan rudos como ellos, y salieron todos, con el aporte del Estado indispensable y pudieron cumplir con eso que escribieron en el papel "Estamos bien en el refugio los 33 ". 

Sui Generis, esos filósofos sociales del rock nacional, allá por los 70 en "Confesiones de Invierno" cantaba "sólo muero los domingos y los lunes ya me siento bien". Nuestra nueva utopía no es sólo que nos vengan a buscar y nos salvemos todos si nos organizamos y disciplinamos como los 33, sino que llegue el lunes, ese día tan odiado para que vengan nuevamente las rutinas, los viajes, las iras, alegrías, la compra y la venta, la justicia y las injusticias, el dolor, el amor, y por cierto los besos y abrazos. 

Si nos miramos u oímos ahora que podemos y que no hay excusas, habremos dado un paso en favor de la humanidad, no es poco pero es mucho para lo que éramos.

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