Contra todo Estado terrorista, como el que ya había antes del 24 de marzo de 1976
Un feriado antojadizo que celebra una fecha horrible, pero que solo consolidó lo que venía sucediendo a manos de gente sin uniforme. Evolucionar para celebrar la democracia, sin que sus operadores recurran "Nunca más" a las armas.
No se puede ser un poquito nazi o un poquito antinazi. Se es o no se es. Con el terrorismo de Estado pasa lo mismo: no se puede admitir para algunas cosas y rechazarlo para otras: se rechaza, repudia y condena, porque el Estado no debe ser terrorista, sino adecuarse a su regla máxima, que es la Constitución y someter a todos los demás que la violen a sus estructuras.
En la Argentina se jugó con esos límites.
Por eso hoy conmemoramos un poquito del terrorismo de Estado y no todo. El Estado ya era terrorista y funcionaba por fuera de la Constitución antes del 24 de marzo de 1976. Pero a algún dueño de las decisiones le convino que no se le recordara la culpa a su partido en desatar, encubrir y hasta financiar la violencia antes del golpe.
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En ese día, el 24 de marzo que hoy conmemoramos con un feriado en lugar de celebrar la recuperación de la democracia el 30 de octubre o la asunción del primer gobierno democrático tras el horror, un 10 de diciembre, se consolidó la oscuridad, porque el poder pasó de manos civiles a militares. Pero la opacidad ya era evidente desde antes, mucho antes. La Triple A ya era un mecanismo de terror que funcionaba desde dependencias estatales bajo las órdenes de políticos y mandaba a matar a personas que no coincidían con el gobierno de Juan Domingo Perón. Y la orden de "aniquilamiento de la subversión" fue firmada por el gobierno surgido de la democracia y jaqueado por las disidencias internas del Movimiento Nacional Justicialista, aun con Perón vivo, y ni qué hablar cuando se lo heredó a su esposa, "Isabelita", y a su némesis José López Rega.
Claro, la ceguera política argentina que no cesa ni aprende, va a buscar siempre que estas cosas no se sepan, o disminuirlas, o buscar la regla de "un poquito" o, inclusive, gambetear la discusión profunda con la clásica respuesta que dice que el tema "es complejo". Sin dejar de serlo, esa complejidad merece ser analizada tramo a tramo, dejando de lado el "poquito" partidario o contrario a lo que sucedió antes o después.
Es como un manojo de lana que se desparrama a propósito y no permite ser hilada, de modo tal de encubrir - con un "poquito" de menos culpa, a los promotores del terror, sean políticos o militares, no importa, pongámosles o saquémosles los uniformes, lo que hay dentro es el asunto: ambición, desprecio a la vida, desapego a las normas de convivencia que da la Constitución, sobrevaloración de ideas de grupitos o sectas...
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Y todavía no hablamos del terror que generó la batalla de sectores minúsculos que no apostaron a la política, sino que usaron el atajo de las armas para querer imponer sus ideas: llámenles "sueños" o "idealismos", pero eran de un puñado de miles que quisieron forzar a millones a arrodillarse ante sus locuras.
Los grupos guerrilleros, como el de Montoneros, fueron asesinos sin justificación alguna y sembraron la discordia al extremo, empujados quién sabe por qué frustraciones de clase, partidarias o religiosas. Querían someter a toda la Argentina a que ser gobernada por algún loco de su grupo en forma dictatorial y bajo el excluyente imperio de su rosario de ocurrencias ideológicas del momento.
El horror de la última dictadura es inconmensurable. Un conjunto de asesinos y ladrones lanzados a hacer de las suyas sin ley, ni controles. Los que querían "ordenar" fueron iguales o peores que los "desordenados" pero con un elemento especial: lo hicieron con los recursos del Estado.
No en vano cuando se constituyó la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas para evaluar el impacto del paso de la dictadura en la vida de los argentinos, y que presidió Ernesto Sábato, hubo sectores que no se sumaron, y que les habían prometido a los jerarcas que pasaron al frente del país habiendo sido designados en sus cargos en las FFAA antes del 24 de marzo de 1976, ser amnistiados por sus crímenes.
Por algo luego fueron indultados, al igual que los jefes de los grupos guerrilleros que habían sido condenados tras la recuperación democrática.
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Algunos sectores políticos se negaban a aceptar sus culpas. Fueron solamente "un poquito" -una vez más- democráticos, lo suficiente como para escalar hasta el poder, pero no tanto como para someter su pasado a la consideración de la Justicia.
Hoy es un día triste del que ningún partido político o gobierno debe aprovecharse para vanagloriarse, porque está llena la política argentina de promotores del horror de aquellas épocas, sea como protagonistas o simplemente, como aduladores de lo sucedido.
Llegará el día, si evolucionamos, en que haya un consenso para que los políticos, los militares, los curas, los periodistas y todos los argentinos no evoquemos con nostalgia épica a ningún promotor del terror. Ese día será el triunfo de la vida política en su definición más ancestral y positiva: el diálogo y el intercambio para solucionar problemas, sin excusas ni ídolos con pies de barro... ensangrentados.