La simbología peronista fuera de los edificios públicos

Una decisión gubernamental. Opina con su particular estilo punzante Darío Lopérfido.

Darío Lopérfido

Es muy importante la decisión que tomó el gobierno de sacar toda la simbología peronista de los edificios públicos.

El peronismo sigue siendo fascista y, por eso, han llenado el país de sus fetiches partidarios. Ver cómo se quitan imágenes de Evita, Néstor y de todos los símbolos peronistas es una gran medida en términos de la batalla cultural. Los lugares públicos son de todos, y el peronismo se los apropia.

Fue así siempre, por eso las fotos en las cuales se ve cómo quitan patéticos bustos de Kirchner o cuadros de Evita son tan gratificantes. Implica normalizar imágenes de lo público, que en la Argentina estuvieron siempre tomadas por la secta fascista y corrupta llamada peronismo. El cambio de nombre del centro cultural llamado, increíblemente, Kirchner va en la misma línea.

Es de esperar que el entusiasmo del gobierno siga con el adefesio fascista de la Av. 9 de Julio. El autoritarismo de CFK llevó a poner una imagen enorme de la fascista Eva Perón en la avenida principal de una ciudad que nunca fue peronista.

El peronismo, históricamente, saca entre el 20 y el 25 por ciento de votos en la ciudad de Buenos Aires, y sus ciudadanos tienen que convivir con una escultura gigante que tiene todos los vicios del autoritarismo: culto a la imagen, glorificación de una persona a la que muchos, con razón, consideran parte de la decadencia argentina.

El gobierno tiene que tener cuidado con Kicillof, que está en campaña, y gasta muchísimo dinero en cosas que solo sirven para alimentar a su secta. Sus anuncios de crear un instituto de cine provincial o de restablecer jubilaciones de privilegio en el Banco Provincia (en la votación en la Legislatura votaron a favor, junto a los K, los diputados de La Libertad Avanza que están enfrentados con Milei y comprados por el PJ).

También gastan dinero en estrafalarios organismos para investigar no se sabe qué de la dictadura. Todo en una provincia que lo único que ha producido en años son villas y barrios precarios. Kicillof es una de las personas más idiotas de la Argentina. Sus malas decisiones les costaron cerca de 50.000 millones de dólares a la Argentina.

Es un tipo de idiota muy común en Argentina: muy ideologizado y ambicioso, lo cual lo convierte en un tipo peligroso. Lo que demanda Argentina es menos gasto y menos impuestos. En la provincia de Buenos Aires se gasta más y se pagan cada vez más impuestos y tasas.

Lo de siempre en el PJ: los pobres pagan con sus impuestos las campañas políticas de los dirigentes inescrupulosos y corruptos. Lo mismo que hizo Massa. Hasta que alguien no vaya preso por gastar fondos públicos en campañas políticas, esto seguirá pasando. Es la esencia de los peronistas.

También es muy típico del peronismo ser intolerante. Esta semana se discutió, en ese antro de corrupción llamado Legislatura Bonaerense, un homenaje a Rodolfo Walsh. Son interminables sus absurdos homenajes y relatos distorsionados sobre los conflictivos años 70. El diputado Guillermo Castello se opuso y dijo la verdad: que Rodolfo Walsh fue responsable de la muerte de muchas personas en atentados terroristas. Walsh fue un jefe Montonero y un escritor mediocre, pero la secta K lo reivindica constantemente, siempre acompañada por la izquierda.

Fue el responsable del sangriento atentado en el comedor del Departamento Central de la Policía que dejo 23 muertos. El disparate llega a tal punto que, en la ciudad de Buenos Aires, hay una estación de subte que lleva el nombre de Rodolfo Walsh. En la Argentina se homenajea a asesinos.

Ahora, los K y la izquierda quieren expulsar a Castello de la Legislatura por decir algo que es cierto y está documentado. Es una práctica similar a la de los nazis, que expulsaban a los diputados que no seguían sus dogmas. La provincia de Buenos Aires se ha convertido en un gran refugio para corruptos y autoritarios. Es imprescindible combatirlos.

Argentina se está reinsertando en el mundo después de años de chavismo llevado a cabo por los K. Una señal de inserción debe ser, sin dudas, que Argentina deje de ser un paraíso para los corruptos. La buena relación que puede tener Argentina con los EE.UU. (reflejada en los dichos de Trump sobre Milei) tiene que ser convalidada por una decidida lucha contra la corrupción. La condena de CFK es un primer paso en ese sentido.

Para entender cómo va a funcionar esto, hay que entender la nominación como secretario de Estado de EE.UU. de Marc Rubio, que había denunciado internacionalmente por corrupción a los K en su función de senador. No hay que hacer nada que implique impunidad para la corrupción.

La nominación de Lijo a la Corte puede ser leída como una claudicación en la lucha contra la corrupción, ya que es un juez que no ha dado nunca esa pelea. Y un cambio de mayoría en la Corte (con Lijo) puede ser leído como funcional a la búsqueda de impunidad de CFK.

Hay una oportunidad para Argentina. Que no se arruine por el error de impulsar jueces que amparan la corrupción. Mucha de la impunidad argentina se la debemos a jueces como Lijo.

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