Que gobierne el miedo
Alejandro Jofré se centra en las declaraciones de Eduardo Duhalde, que levantaron polvareda esta semana, avisando de un presunto golpe de Estado, sumando más incertidumbre a una población con miedo por la pandemia.
Las recientes declaraciones del expresidente de facto Eduardo Dualde, nos ponen nuevamente en crisis frente al miedo. Otra vez se agitan fantasmas sobre un pasado tan olvidado y ya viejo, para cualquiera que tenga menos de 50 años, que las declaraciones debieron hacerse en blanco y negro y en el programa de Pipo Mancera.
A pesar de estar inmovilizados ante el miedo producido por un virus que contagia a menos del 2% de la población y produce la muerte al 2% de los que se contagian, que ahora debemos sumar un nuevo factor de miedo: el golpe militar y la guerra civil con o contra militares que no tienen fuerza operativa, ganas y tiempo para algo así y que difícilmente tengan apoyo social para lograr este mentado putsch.
Pero esto último ya no importa, si la finalidad es seguir acrecentando el miedo.
El problema del poder central radica en que al no poder convencer al ciudadano promedio de algún futuro mejor o posible, o al menos a una salida de esta crisis, prefiere inmovilizar con miedo. El fin es el miedo total. El miedo al pasado (con MacriGato estaríamos peor), el miedo en el presente (Covid/VecinosDenunciadores/prisión) y el miedo al futuro (Golpe De Estado/Más Covid/una nueva pelicula de Pablo Echarri)
Un golpe de Estado es inviable, ya que la sociedad no quiere vivir sin constitución, sin garantías a la libertad individual de transitar y circulación, ni dejar de ejercer su derecho a reunirse libremente, y a este panorama tener que sumarle a militares gobernando.
Lo que termina cubriendo este humo de miedo, es el verdadero problema, es la existencia de un estado de derecho cada vez más extraño.
Ya no podemos definir la frontera ideológica de nuestros gobernantes, que jugando un ajedrez tridimensional al estilo Star Trek, suben y bajan por el tablero de la ideología si ponerse colorados ni azules.
Por un lado, como se indigna Mark Fisher, creen en que es un chantaje ideológico que los individuos puedan terminar con la pobreza desde iniciativas individuales, sin la necesidad de ninguna solución politica Estarizante o de reorganización sistémica. Pretenden acaparar o monopolizar la protección del pobre con planes sociales, con la única finalidad de sujetarlo a la dádiva estatal. Aquí aparece la renta básica universal, de los neo socialistas de Rutger Bregman, o de los neo malthusianistas con Bill Gates y George Soros a la cabeza.
Ahora bien, el Dipy promedio no quiere que le den dinero gratis. Él se lo quiere ganar porque todos queremos sentir en algún punto, que somos útiles a la sociedad, en forma genérica, y a nuestra familia en forma específica. Y esta necesidad es la única que parece no importarle al Estado, ya que lo realmente difícil en la Argentina moderna es poder trabajar. Usted puede robar, haraganear o acuartelarse en su casa, que el Estado lo protege, ahora sí quiere solamente ir a su trabajo, que Dios lo proteja.
Pero por otro lado, los mismos que sostienen la necesidad de un Estado garante del bienestar, son los que más esfuerzo hacen por colocar al ciudadano en la mejor condición de soledad posible.
Fabrice Hadjadj dice que lo que define esencialmente al régimen totalitario es la ideología del poder, que busca desarrollar una conciencia en el ciudadano que no distinga entre el hecho y la ficción, y que la distincion entre verdadero y falso ya no exista para él o al menos no le importe. Quieren individuos, seres aislados, desolados, escondidos tras redes sociales impersonales, sin fuertes ataduras sociales, ya que lo que contiene a la persona, las relaciones familiares, sociales o religiosas han sido cuidadosamente destruídas.
Es decir, que el Estado no solo nos quiere en casa, nos quiere en casa solos, amargados e impotentes, frente a una pantalla de la PC, viendo una charla de zoom, esperando el depósito de ayuda estatal, sin que nos importe la moral o la ética del gobierno de turno y teniendo un sacrosanto terror a las corrientes de aire y a la gripe.
En definitiva, me animo a decir, que más allá de cualquier aproximación teórica que podamos hacer a los tiempo que vivimos, lo cierto es que gran parte de esta descripción es muy actual, y así como individuos vamos perdiendo sentido de las distinciones, de lo que es real o fabulado, como sociedad hemos perdido el sentido de pertenencia a un ideal, el sentido de Nación o Patria, y en este contexto estamos dejando que el Estado se termine de adueñar de nuestras libertades y afectos, con el solo gobierno del miedo.
Y el miedo, como sentimiento, encoge la voluntad de la persona y nos reduce como ciudadanos a tal punto, que volver a conquistar derechos será tan difícil como salir a la calle sin barbijo.