Unos y otros gestos

El Presidente castigó ayer en un diálogo radial a la política que, como en el caso de Mendoza, decidió colaborar en medio de la crisis con parte de sus salarios. Todo un gesto de su parte que enfrenta a la calidad del otro gesto. El gobernador Suarez cobró -sin contárselo a nadie- 75% menos sueldo del que le correspondía. Se compraron 10 mil reactivos para detectar covid-19.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Consagrado el término "populismo" como insulto sin detenerse ya a pensar en su contenido real, el presidente de la Nación, Alberto Fernández, lo lanzó el sábado en un diálogo radial despectivamente sobre los políticos que tomaron la decisión de compartir parte de sus ingresos para poder afrontar la emergencia por la pandemia de covid-19. Fue la coronación de una semana de desenfoques importantes, en donde la búsqueda de que la culpa de los traspiés la tengan "otros" lo llevó a una espiral en donde lo que menos debería importar es que haya rifado su imagen positiva de la semana anterior, pero en la que sí interesa que las malas decisiones, supervisadas por él, hicieron que cientos de miles de personas se lanzaran a las calles en medio de la cuarentena, casi dejando a la medida preventiva sin sentido.

Los argumentos que otorgó para señalar que ni él ni su gabinete renunciarían a parte de sus ingresos del Estado dan cuenta de que entiende a la solidaridad como algo que se ejerce con lo que no es propio, una especie de caridad con lo que sobra, de filantropía con los desperdicios. Los tres puntos de su bronca contra quienes sí donan parte de sus sueldos los contó Memo el sábado:

1- El patrimonio de sus ministros. "Cada uno tiene derecho (a donar), pero yo tengo un gobierno de ministros y funcionarios que no tienen fortunas, no tienen cuentas en el exterior, no tienen bienes, no tienen empresas, y viven de sus sueldos".

2. La carga horaria. "Son funcionarios a los que llamo a las siete de la mañana o a la medianoche, y atienden; los llamo a Olivos, y vienen. Hay un presidente que está trabajando de siete a dos de la mañana atento a lo que pasa en todo el país".

3- Los sueldos del Estado no son elevados. "Además, los sueldos del Estado no son tan importantes. Tampoco tengo a alguien inútil ni que se robe la plata. Hemos terminado con los fondos secretos de la SIDE que ahora se destinan al programa 'Virus'. No me vengan con esas cosas, porque después nos llaman populistas a nosotros".

Sin embargo, puede notarse un exceso de autoconmiseración, ajena a la modestia, por estar en un cargo público: nadie los obliga a hacerlo y, además, cuando se toma la decisión de donar parte del salario no sólo se responde a un clamor masivo sobre la dirigencia política (y no sobre el servidor público esencial, que no comprende al cargo de ministro), sino que tiene que ver con:

- Gestos motivadores y ejemplificadores. Demostrar desde el ejercicio del poder, empatía. Ponerse en el lugar de las otras personas (aunque sea, como quiere fogonear el Presidente, por demagogia). Pensar en todos los que están trabajando sin saber si van a cobrar un salario completo, o si van a seguir teniendo trabajo y, como consecuencia, aportar a un fondo que permite morigerar el impacto de una situación inédita.

- Reconocimiento de la realidad real y no de un relato forzado. Pensar en que, a la inversa de lo anterior, muchos están cobrando sin trabajar.  Miles de funcionarios de la Nación que cobran y no hacen nada en una estructura hiperdimensionada en donde los cargos duplican o triplican las áreas temáticas, y en los cuales las coordinaciones, subcoordinaciones y delegaciones múltiples parecen más un chiste en una comedia de enredos que una estructura de gestión. Funcionarios que miran desde una cuenta de Twitter lo que pasa, agitando no más que militancia, en campaña electoral permanente, mientras afuera de sus teléfonos jardineros, plomeros, albañiles, diareros, personal doméstico, comerciantes, emprendedores no tienen garantizado el depósito de un salario a fin de mes en sus cuentas bancarias y si no trabajan, no cobran. No cobrarán.

Gestos y gestos

Gran parte de la política se construye con gestos, es de manual. Se mide a un gobernante por lo que dice y hace, pero también por las fotos que se hace tomar. Alberto Fernández es un político hábil y experimentado que, por ejemplo, a cumplirse un nuevo aniversario de la muerte de Raúl Alfonsín, se mostró junto a él, de cuyo gobierno fue empleado en su juventud. Así, se mostró al inicio de su gestión junto a líderes mundiales cuando quiso diferenciarse de quienes lo señalaban como partidario chavista, como lo es su Vicepresidenta y con el papa Francisco, hasta que este le quiso imponer una agenda antiabortista.

Pues bien: en medio de la crisis el Presidente no solo se mostró a propósito con Hugo Moyano y les pontificó a sus hijos que sigan su ejemplo, sino que le transfirió 258 millones de pesos a su sanatorio Antártida. Todo esto, además, en medio de un acto público que rompió con el #QuedateEnCasa con el que todos empezamos y terminamos nuestros diálogos.

Excesivo afán de triunfalismo

Al principio de la crisis el gobierno nacional trastabilló con fuerza, llegando incluso a decir el 23 de enero que "el coronavirus está en China, muy lejos, y no va a llegar". Pero después logró borrar con el codo lo que creía que venía escribiendo con trazo firme y se reacomodó. De hecho, desde aquí elogiamos su principal discurso de lanzamiento de la cuarentena: estuvo concreto y firme, sin tratar de conseguir más rédito que el que podría recogerse al final de todo un camino que no sabemos cuándo termina.

Lo que ocurre en la Argentina -y no es solo un asunto de este Gobierno- es que se confunde lealtad con sumisión, respaldo con cheque en blanco. A partir de esa serie de confusiones, posiblemente el núcleo central de la gestión de la Casa Rosada -un grupo de amigos porteños que llegó al poder puestos de candidatos por Cristina Fernández de Kirchner un sábado por la mañana en que se inspiró y logró volver al poder sin ser sometida directamente a escrutinio- hayan caído en la trampa típica del egocentrismo político y pasaran de ser un proyecto de estadistas a candidatos a integrar un puñado de cajetillas cancheros más.

Hay retorno de esta posición, pero no sin grandeza.

El ministro de Salud de la Nación, Ginés González García, venía de una hibernación de dos semanas tras sus desaguisados en medio de la pandemia cuando encontró la soga para salir de su pozo en responder al reclamo del gobernador de Mendoza, Rodolfo Suarez, por unos respiradores mecánicos comprados por el Estado provincial que habían sido interferidos por la Nación para decidir desde allí a dónde mandarlos. Lo maltrató una vez y, al cabo de esta semana, ya son cinco las veces que el funcionario le echó en cara a Mendoza -y no solo a Suarez- que quien manda en la emergencia es él. No había necesidad de ensañarse en ello.

Mientras tanto, ese hecho mal llamado "populismo" por Fernández de donar parte de sus salarios a un fondo contra el coronavirus, ya le permitió a Mendoza comprar 10 mil reactivos. Lo compraron con plata con la que contaban a fin de mes, no con sobras ni dineros de otros: con los propios del funcionariato.

No es la primera vez que en Mendoza pasa una cosa así. Mientras en el Conurbano la presión de los intendentes hace temblar a la Casa Rosada al punto de soltar todos los recursos con los que cuente, rápidamente, aquí las cosas se hacen, con sacrificio propio y también valorando el esfuerzo nacional. En 2001, en pleno estallido social del "que se vayan todos", el gobernador Roberto Iglesias hizo lo propio, en otros términos: no había fondo solidario que alcanzara, pero sí impuso que los primeros que debían bajarse el sueldo eran sus funcionarios.

El mes pasado el gobernador Rodolfo Suarez cobró un 75% menos de su sueldo. No es un héroe por ello, pero le permite una visibilidad de la crisis más clara; tal vez como propia y no desde una torre de marfil. No lo ha dicho públicamente ni enviado un tutorial sobre cómo ser elogiado en las redes a la militancia. Es tan solo un hecho práctico y plausible. Y también han donado parte de sus ingresos diputados, senadores, jueces, intendentes y concejales de todos los partidos políticos.

Ninguno nació de un repollo y quién sabe si alguno con cuchara de plata en la boca. Ninguno, muy posiblemente, podría vivir sin su salario, al menos en el caso de Mendoza. Son producto de esta sociedad y se reconocen como tales y no como seres superiores. Y cuando se han creído ser más de lo que son, la sociedad les ha recordado su finitud.

Resta hacer más y habrá que estudiarlo: la estructura de gente que no sabe para qué está, es una realidad que indica que el Estado estuvo allí pensado más como bolsa de empleo ante la imposibilidad de que se generen puestos genuinos en ámbitos privados, que para prestar servicios prediagnosticados.

La gestualidad política en tiempos como éste, es tan central como la capacidad para tomar decisiones que resulten útiles, conducentes y de las cuales no arrepentirse todos los días después de cada fracaso.


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