Scaloni: El líder silencioso que sanó a la Argentina más allá del fútbol

El autor de esta notable nota, el criminólogo Eduardo Muñoz, propone "un Scaloni en cada barrio, en cada escuela". Sus razones están desarrolladas aquí. ¿Coincidís?

Eduardo Muñoz
Criminólogo. Autor del libro "El Género de la Muerte". Divulgador en medios. Análisis criminológico aplicado a temas sociales de actualidad y seguridad. linkedin.com/in/eduardo-muñoz-seguridad IG: @educriminologo


En la antesala de un duelo histórico contra Brasil este martes, que podría sellar la clasificación de Argentina al Mundial 2026, la figura de Lionel Scaloni trasciende la simple pizarra táctica. 

Ya no hablamos solo de un director técnico exitoso.

 Hablamos de un arquitecto social que, en tiempos de fragmentación y crisis, logró algo que la política lleva décadas intentando sin éxito: unir a un país bajo una misma bandera.

La trilogía Scaloni: humildad, humanidad y honestidad

En una época donde los egos reinan en los vestuarios y en las oficinas de gobierno, Scaloni es la excepción. Su modelo de liderazgo, basado en la humildad, la humanidad y la honestidad, logró lo impensado. Sin grandes discursos ni frases grandilocuentes, construyeron un equipo y una narrativa que abrazaron tanto al hincha del conurbano como al empresario de Recoleta. 

El éxito no fue solo levantar la Copa América o el Mundial: fue devolvernos la sensación de que, pese a todo, podemos ser comunidad.

Un criminólogo sin título

Si Travis Hirschi, padre de la teoría del control social, hubiera visto cómo Scaloni gestionó a la Albiceleste, seguramente lo hubiera citado en sus obras. Sin conocer la teoría, el técnico rosarino aplicó su esencia: los vínculos fuertes previenen la desviación y el caos. En el fútbol, la desunión es desorden, es derrota. Scaloni entendió esto y lo combatió con armas que pocas veces se ven en el alto rendimiento: empatía, escucha activa y un liderazgo horizontal.

Adaptó tácticas sin aferrarse a dogmas, confió en jóvenes que otros habrían mandado al banco y redujo la "Messi-dependencia" a la mitad. ¿El resultado? Un equipo que juega y gana para todos, no para uno.

De equipo roto a familia nacional

En 2018, la selección era una olla a presión. Hoy, es una familia. La escena del abrazo con Messi tras el gol a México en Qatar 2022 no fue solo un gesto de afecto: fue un mensaje. En la era de la polarización, la cercanía, la calidez y la sensación todavía emocionan.

¿Y los egos? Neutralizados. Scaloni dejó en claro que, en su equipo, juega el que lo merece, no el que grita más fuerte o cotiza más en Europa. Su negativa a abandonar la selección por contratos millonarios en clubes europeos no hizo más que confirmar su coherencia. Hoy, las encuestas lo respaldan: un 89% de aprobación no es poca cosa en un país acostumbrado a desconfiar de sus ídolos.

Cuando el fútbol se convierte en antídoto social

En la calle, en la villa y en la oficina, Scaloni ha logrado algo que la criminología moderna estudia con lupa: crear un espacio simbólico de contención y pertenencia. En 2022 en un contexto de inflación galopante y fractura social, la camiseta celeste y blanca se convirtió en un refugio. El fútbol, lejos de ser solo deporte, se transformó en un fenómeno de resiliencia colectiva.

El 78% de los argentinos asegura que este equipo "les devolvió el orgullo de ser argentinos". Y es aquí donde la criminología toma nota: cuando las personas se sienten parte de algo más grande que ellas mismas, las tensiones bajan y el conflicto se gestiona mejor.

Un Scaloni en cada escuela, en cada barrio

Como criminólogo, me pregunto: ¿qué pasaría si replicaríamos este modelo en otros ámbitos? ¿En una escuela de un barrio vulnerable? ¿En una comisaría o una unidad penitenciaria? Scaloni nos demostró que la inclusión, la horizontalidad y el respeto mutuo pueden prevenir conductas violentas y fortalecer la cohesión social.

Al integrar a jugadores de diversas clases sociales, al formar un grupo sin jerarquías tóxicas y al promover un liderazgo empático, el entrenador trazó un camino que no debería terminar en un campo de juego. Su caso es un espejo para aquellos que buscan reducir la violencia estructural, especialmente en los espacios donde más se necesita.

Scaloni no es solo fútbol: es un fenómeno social

Mientras esperamos el pitazo inicial en el monumental, me queda una certeza: Scaloni ya ganó el partido más difícil. No es un ministro, no es un presidente. Pero su gestión silenciosa y efectiva ofrece una lección que la criminología, la política y la sociedad entera harían bien en estudiar.

Porque si un hombre con una pizarra y un silbato pudo sanar a una nación fracturada, quizás sea hora de que otros líderes, dentro y fuera de la cancha, comiencen a jugar el mismo juego.


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