El feminismo mueve la aguja

Emiliana Lilloy en esta nota: "En esta etapa histórica, asistimos al salto fundamental de que, ya educadas y beneficiarias de todas las luchas de nuestras antepasadas, -ya sea que seamos conscientes de esto o lo hayamos naturalizado- incluso las mujeres que no son parte militante del feminismo, e incluso las que se desmarcan de él, no toleran ni toleraran más las injusticias y exclusiones en el ámbito político que antes se veía con tanta naturalidad y era aceptado: el espacio del poder era de ellos".

Emiliana Lilloy

El movimiento que nació en los alrededores de 1840, -año en que cuatro mujeres Cuaqueras-Protestantes Estadounidenses, primeras activistas para la liberación de las personas racializadas, viajaron al Congreso Antiesclavista de Inglaterra y no se les permitió la entrada por su sexo-, hoy ya no constituye una minoría aislada, sino que incluso gobierna en algunos países del norte de Europa.

La mitad de la población humana de las sociedades occidentales salió de la esclavitud que implicaba la obligatoriedad de utilizar su fuerza de trabajo las 24 hs. a favor del varón y la crianza, o en su defecto, de la necesidad de pedir permiso al marido para trabajar, para que a fin de mes éste último tuviera la total soberanía de la administración del dinero ganado a su preferencia acrecentando su poder en la familia.

Rompiendo ese pacto macabro que se institucionalizó a través de la figura del matrimonio -trampa adornada de vestidos blancos pompas y platillos que hacían resonar el canto al amor romántico y la abnegación maternal-, las mujeres del mundo occidental despertaron a la incipiente conquista de derechos políticos y sociales, producto de la obtención del primero y más necesario para cualquier proyecto de liberación: la educación no diferenciada según sexo y la adquisición de herramientas para disputar el poder en el espacio público.

Hoy el movimiento, tanto en el mundo como en Argentina está diversificado, no hay un solo feminismo, ni un solo movimiento en dónde pensarnos. No sólo porque existen debates que están activos como los referentes al trabajo sexual, la maternidad subrogada y tantos otros. Tampoco porque como es evidente las mujeres vivimos en diferentes culturas con distintos ejes que condicionan nuestra vida como la religión, raza, pobreza, ruralidad o no de las sociedades en que vivimos. Ni siquiera porque también nos atraviesan creencias e ideales partidarios locales que nos ponen en diferentes posiciones en cuanto a cómo creemos que deben llevarse a cabo las políticas públicas, no solo para las mujeres sino para la sociedad en general a fin de eliminar la pobreza, las desigualdades y lograr un país productivo y sano que mejore la calidad de vida de todos/as sus habitantes.

En esta etapa histórica, asistimos al salto fundamental de que, ya educadas y beneficiarias de todas las luchas de nuestras antepasadas, -ya sea que seamos conscientes de esto o lo hayamos naturalizado- incluso las mujeres que no son parte militante del feminismo, e incluso las que se desmarcan de él, no toleran ni toleraran más las injusticias y exclusiones en el ámbito político que antes se veía con tanta naturalidad y era aceptado: el espacio del poder era de ellos.

Estas mujeres, que, a veces se incomodan aún ante la palabra "feminista"-quizás por las difamaciones de los medios que las muestras como extremistas, por algunas manifestaciones disruptivas del movimiento que nos resultan extrañas y contraculturales (como fue para el sufragismo salir a la calle a pedir por derechos estándoles prohibido el espacio público y alzar la voz a las condenadas a la domesticidad obligatoria) o por la confusión de creer que para ser feminista tengo que pensar igual que cada mujer que dice serlo-, por lo que fuera, hoy ellas se rebelan ante la evidentes injusticia de no poder participar activamente de la política o de no verse representadas por mujeres en las boletas de quienes aspiran a gobernar nuestras sociedades.


Hoy el movimiento ya no es de quienes militan. Hoy el movimiento dio sus frutos y el resultado es que la mayoría de las mujeres, se digan feministas o no, se han sumado al cambio y son todas ellas, las militantes y las que no, las que mueven la aguja de estas elecciones.

Porque no importa cuán cooptado este el movimiento por un partido político en Argentina, lo cierto es que muchas mujeres de distintos partidos o sin inclinación, si se quiere, mujeres igualitarias, ya no votaremos a personas que en sus discursos y gestiones no aboguen por llevar a cabo lo que hemos conquistado, esto es, participación en las listas, políticas públicas que nos favorezcan como antaño han favorecido a los varones, y una fuerte presencia de nuestra diversidad como seres humanos en el discurso. Ya no hay vuelta atrás, ya no vivimos en un mundo diseñado por y para los varones. Hoy mujeres y varones votamos pensando en nosotras y en nuestras hijas.

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