Brainstorming del albertismo, en la búsqueda de su propia identidad y competitividad
El Grupo Callao hizo un seminario de "autoayuda". Las divergencias internas del Gobierno y de sus partidos notifican a la sociedad y a sus integrantes que el frente ya no es de "todos". O bien, que son tantos y tan diversos, que no pueden ir juntos al frente, y la opción que les queda no es otra que seguirse enfrentándose.
Para poder competir, primero hay que estar competitivos. La alianza entre Cristina Kirchner y Sergio Massa que parió a Alberto Fernández como candidato a presidente, y todos juntos evitaron una ruptura y así, el peronismo pudo volver al poder, vive sus últimos días. Como siempre, Massa quedará de árbitro y verá con cuáles ideas se mostrará en el año electoral en que se elige presidente. Si no son útiles unas, tiene a mano las absolutamente contrarias. Sin embargo, no es el dirigente tigrense un problema, ya que lo que vaya a hacer lo debe consultar solamente con Malena Galmarina y escasamente con un puñado de socios, aliados o mejor definidos, "beneficiarios" de su estructura laxa y dinámica.
Del trío que le ganó a Macri, Cristina Kirchner tiene claro qué quiere: todo el power. Quienes la siguen no deben discutir demasiado, aunque le llamen "debatir" al hecho de reunirse para hablar sobre frases, dichos o consignas lanzadas por su líder. Es ella la que manda y funcionan como "orga". Hasta están orgullosos de ello. De todos modos, caeríamos en un error si los pensamos como un núcleo de "la izquierda del peronismo", ya que usan la bandera adecuada para el momento indicado, desde el marxismo procubano hasta el capitalismo de amigos putinista, cierta melancolía de Mao y buscan y ejercen una forma de vida de "sucios capitalistas".
Queda el subproducto generado por ambas caras potentes del Justicialismo de este tiempo: Alberto Fernández.
El asunto es que a él le toca ser el presidente, poner la cara (dentro y fuera del país) además de tratar de gobernar, cumpliendo los deseos de quienes lo inventaron o bien, intentando de esquivarlos, cuando no encuentra forma de darles el gusto porque la realidad indica un camino muy distinto al soñado por los que conspiran y pretenden controlarlo todo detrás del Sillón de Rivadavia.
El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional ha resultado un disparador que le pondrá fin a la relación que los mantiene unidos. El asunto resultante es de gravitancia suprema: ¡no quieren/pueden dejar el poder!
Quiénes sostienen ParTE, el partido de Alberto Fernández
Si el (llamémosle) albertismo rompe cuando aun no se han liquidado las causas judiciales en las que se investiga a Cristina Kirchner y los miembros de su gobierno, políticos y empresarios, eso servirá de (en vez de carta de extorsión, digámosle) condicionante para frenarlos un poco en un batalla contra los que no se alinean con la Vicepresidenta. Sin embargo, pocos creen que la amenaza de los fieles al Presidente logre convencer al kirchnerismo de votar a favor del acuerdo con el FMI, momento bisagra de la gestión y posiblemente de la estabilidad del país. Ni siquiera podría servir para conseguir que vayan a la sesión y se abstengan.
En medio de una disputa del peronismo, como ha ocurrido en toda la historia del país, lo que piense la oposición gravita menos. Después verán. Dentro del peronismo las pasiones se exacerban y las cruzadas épicas se sacan de la galera tan rápido como se esfuman minutos después de ser utilizadas. Mientras que "mal que mal", la oposición suele ser más responsable o al menos, finge serlo. La sociedad -como teorizaba Rodolfo Terragno- suele ser más exigente con los radicales, de quienes se esperan otros modales y actitudes, distintas a las de que el peronismo acostumbró a la sociedad, desde que creó tanto a Montoneros como a la Triple A y hasta dar los decretazos del terror que habilitaron a la dictadura del '76, para después autopercibirse víctimas de ellos mismos y obligar al resto del país a ponerse de su lado, siendo lo otro el horror, claramente.
En medio de todo esto, el peronismo de Alberto Fernández, aglutinado en el Grupo Callao y Agenda Argentina (Agenda Mendoza, aquí), realizaron un seminario que nunca mejor que ahora debió calificarse como "de autoayuda".
El referente del "albertismo" en Mendoza se hace cargo de la delegación del Enacom
Allí emitieron su carta liminar en la búsqueda de identidad propia y competitividad electoral. Apuntan alto: la reelección de Fernández, como mínimo. Aunque es muy probable que estén tomando coraje para enfrentar el despiplume que dejará el kirchnerismo cuando se trate el acuerdo con el FMI.
El tema de su documento no fueron las bases de un peronismo más socialdemócrata, como les gusta solazarce a muchos de los más cercanos al Presidente, sino algo práctico y cercano, más vinculado a la gestión del país que a lo doctrinario o ideológico, pero empujado hacia ese rincón por el kirchneriso que todo lo lleva al plano dogmático: apoyaron las gestiones de negociación de la deuda.
Los popes del albertismo son Santiago Cafiero, Matías Kulfas, Cecilia Todesca Bocco, Sabrina Frederic, Cecilia Gómez Mirada, Victoria Tolosa Paz, Fernando Peirano, Ana Castellani y Nahuel Sosa. En su documento dijeron: "La reconstrucción argentina está en marcha. Tiene un rumbo. El acuerdo con el FMI es indispensable para cerrar el capítulo del endeudamiento irresponsable y consolidar esta etapa de desarrollo e inclusión social".
Agenda Mendoza, la usina de recursos humanos para el nuevo presidente
Hubo un párrafo de unidad con el adversario interno y fue el que dedicaron a culpar a Mauricio Macri (aunque si insisten en sacudirle su responsabilidad, seguirán enojando a los únicos que pueden salvarlos en el Congreso). Allí escribieron que el acuerdo se trata del "cierre del capítulo de 'endeudamiento irresponsable'".
El documento completo:
Las divergencias internas del Gobierno y de sus partidos notifican a la sociedad y a sus integrantes que el frente ya no es de "todos". O bien, que son tantos y tan diversos, que no pueden ir juntos al frente, y la opción que les queda no es otra que seguirse enfrentándose, si se permite el juego de palabras, propicio para la descripción.
Igual, los albertistas están buscando lazos de unión con otras fuerzas. Califican a Juntos por el Cambio como el corrimiento hacia la derecha del radicalismo y pretenden recuperar para sí a radicales díscolos, onda Leandro Santoro. Fernández, acusado de "alfonsinista" por personajes ortodoxos del peronismo como Guillermo Moreno, parece confiar en eso y transformarlo en un dato a su favor, para hallar un punto de equilibrio que no deje fagocitado por el cristinismo (lo cual lo transformaría en una inevitable deposición tras su digestión), ni lo empuje hacia el autodefinido como "peronismo republicano", que le saca sarpullido a la mayoría de los integrantes del Grupo Callao, que todavía abrevan en el viejo peronismo de Perón, más nacionalista que liberal y que en lo internacional solo hayan referencia (política, aunque no de estilo de vida) en Pepe Mujica.
El albertismo se lanzó a mucho, con poco. Vale su aventura, siempre y cuando no condene al resto del país a sumergirse en sus propias peleas internas, una crisis de identidad que el peronismo acarrea desde su creación y que simplificó llamándose "movimiento", en donde "todos caben", aunque ni ellos se lo creyeron, porque unos siempre quisieron eliminar -y literalmente- a los otros. Eso pone al PJ y sus circunstancias en crisis cada dos por tres, cual adolescente, pero ya siendo un espacio político setentón, la edad en que hasta el eterno General encontró el final de sus días.