La grieta, el último paso para la argentinización chilena
Chile está completamente dividido y polarizado. Ahora los actores de la política son todos los que aprovecharon y sacaron rédito del estallido social. Se acabó el país de los acuerdos transversales.
Finalmente lo consiguieron. Siempre se dijo en la Argentina que la grieta se mantiene porque le conviene a la política, les permite mantenerse en sus lugares de poder y se hacen sentir como necesarios ante una ciudadanía desamparada. La grieta es un gran negocio y en Chile algunos se dieron cuenta. Muchos sectores que no tenían forma de lograr instancias de poder por las denominadas vías tradicionales, finalmente están encontrando sus espacios con una floreciente grieta que está cada día más marcada, principalmente a partir de los últimos procesos vividos en el vecino país.
La grieta se instaló en Chile y hoy tiene dos nombres, apruebo y rechazo. Sí, las opciones que aparecerán en la boleta para el plebiscito del 4 de septiembre son -por ahora- los dos lados de esta grieta que es cada vez más grande y que antes del estallido social simplemente no existía.
Hasta octubre de 2019 los chilenos tenían posiciones políticas marcadas, pero no podíamos hablar de una grieta porque más allá de las diferencias, existía voluntad en los actores políticos para lograr grandes acuerdos y hubo políticas transversales que se consiguieron en base a la negociación siempre necesaria.
Hoy, ese escenario es impensado, con los sectores políticos tradicionales (los que gobernaron en los últimos 30 años) en un segundo plano, al frente pasaron los extremos y la intolerancia se transforma en una cuestión cada vez más presente.
Gran parte de la culpa la tienen muchos actores de los procesos que se iniciaron post estallido social, los cuales generaron un ambiente en el que dejaron claro que ahora las reglas las ponía un sólo sector (el que sumó mayor adhesión en la votación de constituyentes) y el resto se tenía que acomodar a lo que ellos decidieran (como se deja claro en el video inferior).
Así, por ejemplo, trabajó el sector mayoritario de la Asamblea Constituyente que redactó la nueva Constitución (elegida sólo por un porcentaje que equivale al 20% del padrón que votará el 4 de septiembre), apuntando a un texto que reflejara lo que era su pensamiento y no que apuntara a un reflejo de las necesidades de los chilenos. De ahí, por ejemplo, que gran parte de la población esté pensando en rechazar el documento porque no se identifican y tienen objeciones en general o particular.
Tal fue la posición que tomaron, que las iniciativas ciudadanas que se sometieron a votación vía Internet para sumar apoyo y que fueran consideradas en el texto constitucional, fueron rechazadas por la asamblea. Las más votadas no fueron consideradas y si se tomaron en cuenta las que estaban más abajo en el conteo, pero que eran impulsadas por los sectores mayoritarios.
Ahora, a poco menos de un mes del plebiscito, Chile se transformó en un país polarizado y con una clase política más violenta, con los extremos de la derecha y la izquierda ocupando espacios en los paneles de la televisión con posturas cerradas y cero posibilidad de negociación. Sin duda esa grieta es un gran negocio para la clase política que gana más espacios y que logró arrastrar a una parte de la población en la defensa de sus posiciones.
Entonces, lo que queda es esperar a ver cómo esas posiciones van siguiendo el mismo camino que ha seguido la grieta en la Argentina, porque por ahora en Chile la grieta es "apruebo" o "rechazo", pero que no les quepa duda que todos los actores que se benefician con esto -de derecha, centro o izquierda- no van a permitir que esto cambie y la van a extender más allá del plebiscito, porque así ellos ganan y se mantiene en los espacios que lograron a punta de división y posturas extremas.
No sabemos qué nombre tendrá la grieta en el futuro, pero lo cierto es que ese fenómeno llegó a Chile y eso puede generar muchos perjuicios, porque gran parte del éxito del modelo chileno -que hoy está en tela de juicio y que puede desaparecer pronto- fue la política de los acuerdos entre todos los sectores políticos, algo que hoy no es posible.