Gente durmiendo en la calle: "No debemos normalizar esta decadencia"

El presidente de la UCIM (Unión Comercial e Industrial de Mendoza), Daniel Ariosto, opina en esta nota sobre la situación que se vive en Mendoza con más gente en "situación de calle".

Daniel Ariosto

Gente durmiendo en las veredas, en cajeros de bancos, en plazas y parques, en ingresos a edificios, por doquier. Es un paisaje para nada habitual en Mendoza, una postal no solo no querida sino inadmisible.

Las bajas temperaturas hacen de esta condición, de demasiadas personas, aún más insoportable e injusta.

Solo las colas que se ven en ciertos lugares, en espera de comida que personas organizadas entregan y los espacios brindados por algunos credos en donde permiten alimentarse o asearse, parecen mitigar el sufrimiento que antiguamente solo estaba destinado a personas con enfermedad mental o "estilo" de vida elegido, por quién sabe qué historias.

Postales de la pobreza. Hoy la calle es un destino obligado para personas que por la falta de recursos no pueden proveerse de un techo. Gente sin trabajo o changas tan poco redituadas que no alcanzan para satisfacer las más mínimas necesidades.

Todos los que andamos por las calles del Gran Mendoza somos angustiados testigos de gente que permanece por meses y meses en lugares indignos, para cualquier vida humana.

Hemos permitido tantas cosas. Los argentinos, todos, hemos soportado destratos y políticas empobrecedoras, hasta el hartazgo. Medidas en contra de todos nuestros derechos, privilegios de castas, corrupción, ineptitud para manejar la cosa pública, errores dignos de ignorancia, inoperancia o intenciones lejanas al bien común. También las empresas, únicas generadoras de riqueza y sobre todo las pymes, llevan años de supervivencia, de lucha. Con cada vez más ajustes, debido también a malas decisiones tomadas por "nuestros representantes", no importa el signo político al que pertenezcan.

Niños que siguen cayendo en la pobreza, educación, salud y seguridad (responsabilidad de los Estados nacionales y provinciales) en franca caída, vuelven a nuestra sociedad en realmente un ambiente invivible.

Esta violencia contra los más básicos derechos y necesidades de la población, resultan inadmisibles y no debemos normalizar esta decadencia.

Tanto el Estado nacional como el provincial deben hacer lo que corresponda para que los argentinos (mucho menos los niños) no pasen hambre y tengan un lugar a donde cobijarse. No pueden quedar librados a su suerte.

Y a la vez (no nos cansamos de decirlo) la generación de riqueza y trabajo solo son responsabilidad de la empresa y para ello, también los esfuerzos deberían estar dirigidos a estimularla, promoverla y protegerla para que este desastre que vivimos pueda revertirse y convertirnos al fin, en una sociedad digna.


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