Fin del cepo: el discurso radicalizado ya no es una opción
El análisis de Rubén Zavi sobre la salida del cepo y lo que puede significar para el país.
El anuncio de Javier Milei sobre la inminente salida del cepo cambiario representa, sin lugar a dudas, una excelente noticia para la economía argentina. Marca el fin de una distorsión que afectó durante años el normal funcionamiento del mercado de divisas y puede interpretarse como una señal de normalización financiera. Sin embargo, la forma y el momento del anuncio abren interrogantes sobre su trasfondo político y comunicacional. La medida fue comunicada el mismo día en que el INDEC informó que la inflación de marzo fue del 3,7%, lo que invita a pensar si la coincidencia fue casual, estratégica o distractiva.
Según el Informe Especial del 13 de abril de 2025, elaborado por la consultora 1816 para el Banco de Servicios y Transacciones S.A., la flexibilización del cepo beneficiará de forma más directa a individuos que a empresas, en un contexto donde el 38,1% de la población se encuentra por debajo de la línea de pobreza. El informe sostiene que, si bien representa un avance en términos de liberalización, la medida no elimina del todo las restricciones al acceso de divisas para actores productivos, y su impacto real en términos de inversión aún es incierto.
El riesgo de la desconfianza: macroeconomía y geopolítica
Como señala el informe económico, si bien la medida apunta a abrir el mercado de cambios, su efecto real será más perceptible a nivel individual que empresarial. En un país donde el 38,1% de la población es considerada pobre, facilitar el acceso al dólar oficial puede interpretarse como un gesto simbólico, más que como un incentivo estructural al desarrollo productivo. Las empresas, por ahora, seguirán enfrentando dificultades en el acceso al mercado de divisas.
Esto obliga a preguntarse si esta salida parcial del cepo es un atajo discursivo o una verdadera transformación. Pero más allá del tecnicismo económico, lo fundamental es el clima de previsibilidad política. Porque la estabilidad no solo se construye con metas fiscales y reservas en alza, sino también con señales claras hacia la comunidad internacional y los actores del mercado. Y allí, el estilo confrontativo de Milei puede ser un obstáculo más que un activo.
De la motosierra al pragmatismo diplomático
En sus primeros meses de gestión, Milei ha mantenido un tono hostil con referentes clave de la política argentina. Desde sus reiterados ataques a gobernadores como Axel Kicillof o a ex presidentes como Cristina Fernández de Kirchner, hasta sus descalificaciones a legisladores, su narrativa apuntó a dinamitar "la casta". Sin embargo, el riesgo de aislarse institucionalmente es cada vez más alto, sobre todo en un sistema donde el Congreso sigue siendo el escenario inevitable de toda reforma estructural.
A nivel internacional, el presidente argentino ha tensado la cuerda con Brasil y Colombia, calificando a Lula da Silva de "comunista corrupto" y a Gustavo Petro de "asesino terrorista". Incluso en el escenario europeo, mantuvo choques verbales con referentes progresistas que hoy lideran importantes bloques parlamentarios. En esta etapa, Argentina no puede permitirse erosionar la red diplomática regional, clave para renegociar con organismos multilaterales y atraer inversiones directas.
El discurso radicalizado ya no es una opción
En medio de una crisis económica, social y simbólica, un discurso de confrontación constante solo alimenta la incertidumbre. La credibilidad internacional -como muestra el informe con la evolución de la inversión extranjera directa, en baja desde 2023- está en juego. Los mercados no solo analizan datos macroeconómicos; también leen los gestos, los tonos y la coherencia política del gobierno.
La pregunta es si Milei está dispuesto a mutar su identidad comunicacional, sin perder su base electoral, hacia una versión más racional y previsible. Si quiere consolidar la "fase 3" de su plan económico y atraer fondos como los prometidos por el Banco Mundial (12 mil millones USD) o el BID (10 mil millones), deberá apelar al pragmatismo, no a la provocación.
¿Populismo al revés?
Resulta llamativo que el anuncio del levantamiento del cepo -una medida esperada por los sectores más liberales- beneficie principalmente a personas físicas y no a empresas. El informe detalla que el acceso se liberará en forma gradual, y que las compañías aún enfrentarán trabas. ¿Es esta una forma de populismo de mercado, donde el individuo se prioriza simbólicamente por sobre el tejido productivo? Si así fuera, Milei corre el riesgo de quedar atrapado en una contradicción discursiva: denunciar el populismo del pasado mientras ensaya uno propio, aunque liberal.
En definitiva, la moderación discursiva no es una concesión a la política tradicional, sino una condición necesaria para sostener un plan de transformación en tiempos de fragilidad institucional y económica. Javier Milei enfrenta hoy el desafío más complejo de su presidencia: dejar de pelear para empezar a gobernar.