Marzo fue el mes de inflexión para la clase media

Mucha gente sintió que marzo duró 60 días. Los asalariados no llegaron al 15. Los que producen o comercian, vieron desvanecerse oportunidades. Se acelera una situación muy crítica. El gobierno sostiene a sus votantes con placebos. Pero habrá estallido, en otros términos.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Definitivamente, todo indica que el mes de marzo tuvo por primera vez en la historia en 2023 unos 60 días, o bien que representa una bisagra en la situación económica letal para la clase media en la Argentina.

Más allá de lo que vaya a indicar el Indec como dato de aumento de la inflación, en los cuerpos de los sectores que obtienen sus recursos mediante la actividad laboral tradicional, el comercio, la producción, los servicios o la industria, se ha notado un mazazo justo ahora.

Tal vez haya llegado con retardo. O peor: sea solo un anticipo de lo que puede venir en los meses posteriores.

No han funcionado los artilugios retardatorios de la crisis que se propuso el triunvirato gobernante al empujar a uno de sus integrantes, Sergio Massa, a hacerse cargo del Ministerio de Economía y, con ello, tratar de disimular el desastre en el que se encuentra inmerso el funcionamiento total del país.

Es cierta una parte de su argumentación llorosa: la pandemia y la guerra en Europa son factores que han contribuido a llegar a este punto de inflexión. Pero es falsa su épica: no han solucionado nada, no hay heroísmos que marcar ni tampoco han conseguido encaminar ningún proyecto que represente respaldo a los sectores medios, que es el motor de todo el resto.

A diferencia de los más pobres, a quienes se mantiene en esa condición, pero insuflándoles recursos, las familias de clase media no saben, dónde pedir ayuda, si es que la hubiera. No son parte del círculo vicioso que merodea al Estado todo el tiempo para surtirse y seguir más o menos en pie. No es parte de la población a la que gran parte de la política prefiere como zombi.

Inyectar planes "platita" ya no sirve, porque la gente se está deshaciendo de sus bienes, está perdiendo oportunidades económicas y ve con pavor que sus hijos pueden estar peor que ellos, por primera vez en mucho tiempo.

Y sucede algo más: las contenciones para que no se produzcan aquellos clásicos estallidos a los que los integrantes y socios del actual gobierno echaban mano cada vez que les tocaba ser opositores, no se activan. Probablemente -y esta es solo una hipótesis- ya no solo porque tengan la habilidad de la manipulación de las masas, ahora mediante el onerosísimo costeo de intermediarios. Sucede que la bronca ya es depresión; la energía se pincha de desesperanza: nadie quiere caer arrodillado a pedirles nada a estos dirigentes, aunque ellos hagan todo lo posible para tener a la sociedad por el suelo.

El problema es mayor que el que podría analizarse con las herramientas clásicas de la ciencia política, porque el fenómeno es nuevo y hay más confusión que certezas. Pero está claro que han llevado a la Argentina a una situación tal que quien no puede irse del país, se va de la democracia.

Ante este panorama, no alcanza la palabra gastada que califica de "incierto" al futuro, sino que sí puede haber estallido y producirse en las urnas, como último grito masivo posible. Y sobre sus consecuencias podremos hablar después de que suceda.

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