Esas chicas en tetas

¿Por qué nos agrede, incomoda o irrita cuando las mujeres exponen sus cuerpos sin buscar gustar o provocar a nadie y no nos molesta cuando vemos esos mismos cuerpos en programas televisivos sexualizados y presentados para generar televidentes?

Emiliana Lilloy

Se dice que cuando el/la artista realiza su obra sana su herida y con ello, la de la sociedad que habita. De lo contrario, si no logra expresar esa idea, dolor, intuición o pensamiento, corre el riesgo de habitar para siempre en el ostracismo, la marginalidad. El mundo simbólico es su salvación, y la destreza de accionar esa válvula social que sólo deja pasar lo que ella necesita en el momento oportuno, exacto y necesario, es lo que hace que el milagro suceda: esa comunión casi mística entre quien crea algo que expresa lo que es necesario liberar, escuchar y sentir en determinado tiempo histórico y su mundo, y así, consagrarse como un héroe o heroína de su época.

No es sólo el historiador y filósofo contemporáneo Juval Noah Harari quién en su pensamiento da relevancia a los símbolos en el imaginario humano, sino que desde antaño, emulado en ese andrógino representado por "El mago" de la baraja del Tarot, la humanidad ha dado valor al arte como expresión de lo divino, ha dado valor a lo performativo ínsito en nuestras sociedades como motor de cambio y timón de nuestras ideas y manifestaciones.

Desde los bufones de las cortes reales hasta las obras de teatro Shakespeare, no importa lo autoritarias que hayan sido las sociedades, ellas han permitido que aunque de forma irónica y sutil, el arte se haya manifestado como un sistema contracultural que denuncia tanto la hipocresía humana como las crueldades, injusticias y aberraciones de las que somos capaces. Porque no solo la belleza y las consignas imperantes han sido su objeto, sino la necesidad de liberar sentires y emociones que no parecen tener espacio. Y es que todo sistema de valores impuesto desde las distintas esferas (religión, estado, educación etc) exige para su preservación en el tiempo, que nadie pueda manifestarse abiertamente en su contra so perjuicio de ser castigado/a o marginado/a por las estrategias que diseña el propio sistema. He aquí donde cobra existencia y valor la actividad performativa: la posibilidad de expresar disconformidad, de mostrar otras posibilidades, de ofrecer un espacio de libertad o liberación de ese sistema de normas al cual, si o si, una/o se siente o está sujeta/o.

El arte propone un espacio en donde tanto el/la artista como el público se siente libre: llora o ríe, mata o muere, y todo ello sin tener que explicar el sentido de sus emociones o actos. Es un lugar protegido en donde podemos expresarnos sin sufrir las consecuencias de nuestras opiniones o sentires, un espacio en donde alguien puede incluso hacer algo que nunca haríamos, pero nos permitimos sentimos identificadas/os al punto de conmovernos.

Pero ¿qué sucede cuando ese lenguaje teatral o simbólico, esa expresión o protesta rompe con las tres o cuatro paredes y se instala en las calles?

Hace un tiempo sucedió en Argentina uno de los más impactantes actos performativos contraculturales, y que hasta nuestros días se utiliza para estigmatizar a todas aquellas mujeres que se dicen a si mismas feministas. Aquel acto denominado "Tetazo" en que las mujeres salieron a la calle con sus torsos descubiertos para reclamar sobre la libertad y apropiación del cuerpo femenino. Este evento es usado aún hoy tanto para difamar a las mujeres que lo realizaron, como una barrera para aquellas mujeres que creen en los valores de la libertad femenina pero no consiguen interpretar aquella representación simbólica como algo positivo.

Sucede que aquella obra teatral callejera y multitudinaria resultó tan disruptiva y desafiante que es difícil obtener su significante. ¿Qué buscaban aquellas mujeres al salir a la calle de esa forma?

O preguntado desde otra óptica ¿Cuáles son los valores o esquemas culturales que intentaba denunciar?

Hecha la pregunta desde esta última perspectiva, nos ayuda a entender por qué el ver a estas mujeres en la calle exhibiendo sus senos libremente causó tanta resistencia, tanto en varones como mujeres. Es que según nuestra cultura las mujeres deben taparse los senos porque los mismos, sin perjuicio de no ser órganos sexuales sino glándulas mamarias, han sido sexualizados. Esta idea resulta clara si pensamos que, en el caso de los varones, cuyos cuerpos no han sido culturalmente sexualizados, no nos ofende ni provoca ninguna reacción sexual el hecho de que expongan sus senos en el espacio público.

Así, los senos han sido sexualizados junto con todo el cuerpo humano femenino. Esto es, que se ha objetivado a las mujeres y se la ha convertido en "algo puesto allí" para satisfacer el deseo y contento visual de los varones. Esta idea o ideología tiene entre otras consecuencias (según como se la use) la de exigir a las mujeres la belleza y juventud como consigna para su validez, la explotación sexual de mujeres y niñas, la exposición como en vidrieras en los programas de teve, la represión de las mujeres debiendo tapar sus cuerpos como objeto de pecado, la culpabilización de las víctimas en la "provocación de las agresiones sexuales" etc.

Entender esto resulta fundamental para traducir el mensaje del tetazo. Porque una interpretación lineal basada en el sistema cultural en el que hemos sido criados/as nos llevaría a pensar en que la búsqueda de la exposición es indigna, obscena y que busca "la libertad sexual" en el sentido de la libertad de "provocar". Cuando es justamente la denuncia los valores que nos llevan a estas conclusiones lo que se busca. Se interpela a la sociedad haciéndonos pensar en una idea muy básica: ¿Por qué nos agrede, incomoda o irrita cuando las mujeres exponen sus cuerpos sin buscar gustar o provocar a nadie y no nos molesta cuando vemos esos mismos cuerpos en programas televisivos sexualizados y presentados para generar televidentes?

¿Por qué nos ofende o irrita la exposición de los cuerpos femeninos cuando no son objeto del mercado? Estas y otras preguntas son las que nos hacen llegar estas valientes mujeres que salen a la calle haciendo algo tan inocente como marchar en son de paz para visualizar que ya no queremos ser objetos de deseo ni explotadas por nuestra cultura sino seres humanos libres y dueñas de nuestros cuerpos.

Estas mujeres que saben perfectamente al monstruo cultural que se enfrentan, ese lleno de significaciones que quitan libertades y se apropian de los cuerpos, a la vez que descarta aquellos que no sirven a sus fines, que estigmatiza a quien no responde a sus paradigmas y que menosprecia el valor humano de las mujeres a través de la pornografía plagada de violencia, son las que salieron ese día a la calle y lo siguen haciendo para reclamar un cambio cultural que devuelva a las mujeres una posición igualitaria y libre en nuestras sociedades.

Estas manifestaciones artísticas callejeras que a veces son interpretadas como lanzas que agreden nuestros valores y nuestra cultura, representan la búsqueda de sanar esta herida social que es la violencia, y que, si es entendida, si logra ser captada por la sociedad de su espacio y tiempo lograra su objetivo: la paz feminista.


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