Disculpe las molestias, estamos trabajando para usted
"¿Qué pasaría si en los diarios de febrero y marzo apareciera cada día un varón muerto, violado, descuartizado o cocinado en la parrilla por su pareja mujer?", se pregunta Emiliana Lilloy.
Cuesta en estos días ver a la gente que se burla de ciertas expresiones de los feminismos. Cuesta agraviarse porque en las marchas feministas se canta alguna canción subida de tono, o porque en algún lugar del planeta se encendió una fogata o se pintó una pared.
Cuesta porque "que matan a una mujer cada 30 horas en la Argentina" hoy es pasado. Es cada 23.
En definitiva, lo de las horas da igual. Se hace para generar algún impacto en las autoridades y en la gente, con la intención de que por fin despertemos y tomemos las medidas necesarias para que deje de ocurrir. A las mujeres nos da igual, no porque no nos afecte y angustie ver morir a otras mujeres, sino porque no nos hace falta ningún número para sentir el miedo y la inseguridad.
Lo vivimos cada vez que caminamos en la calle de noche o por lugares en donde no hay gente. Lo sentimos cuando estamos solas y vemos a muchos hombres reunidos. Lo experimentamos en nuestras relaciones o por alguna amiga o pariente que sabemos corre peligro en las suyas. Lo vivimos en soledad, cuando imaginamos qué haríamos frente a una violación y barajamos las hipótesis o posibilidades de acción que tendríamos: correr, gritar, golpear, convencer, ceder. Porque lamentablemente, en algún momento de nuestras vidas, todas y cada una de nosotras hemos tenido miedo de los varones y hemos previsto la posibilidad de ser violadas.
La desigualdad la sentimos a cada paso que damos y en cada espacio del que participamos. Pero estas son las consecuencias más profundas y que por suerte no nos tocan a todas todo el tiempo. Lo escribo sin miedo a exagerar y sin ánimo de agredir u ofender a nadie. Más miedo da negar la realidad y lo que pasa: nos están matando.
Estos días todas las mujeres argentinas abrimos una computadora o un teléfono y vemos noticias en que somos abusadas, asesinadas, calcinadas, descuartizadas y enterradas por varones. Cada día, sin respiro. A plena luz y en todos lados, por un pariente, una pareja, dos extraños, un amigo. En sus casas, de vacaciones, paseando, sin hacer nada, haciendo quien sabe qué. Nada importa.
¿Y qué pasa? No pasa nada.
¿Qué pasaría si en los diarios de febrero y marzo apareciera cada día un varón muerto, violado, descuartizado o cocinado en la parrilla por su pareja mujer? Así cada día, uno distinto, cada día un varón de 10 años o de 24 quemado por una mujer, metido en una bolsa, quizás en pedazos, enterrado, a quien le maten además un hijo de cinco años porque sí.
¿Qué pasaría?
Ojalá nunca les pase.
El feminismo en sus múltiples expresiones y manifestaciones está trabajando por las mujeres y por la sociedad. Desde la calle reclama, desde las redes y grupos piensa y construye lazos. Desde la academia forma y planifica estrategias. Desde los espacios de poder diseña y genera política pública. El feminismo es incómodo por definición porque viene a desarmar el estado de cosas, este actual, este que nos mata.
Ya no hay más lugar ni tiempo para estorbar, ponerse en contra, criticarlo porque sí. No hay tiempo para "no todo" ni para "denuncian porque mienten". Habrán debates y eso es bueno. Pero no podemos negar más que necesitamos cambiar y que el reclamo es honesto y urgente.
¿Podremos como sociedad entenderlo y trabajar sobre la desigualdad para que esta ola de crímenes contra las mujeres termine, se detenga?
Ojalá esto sí nos pase.
Hoy 8 de marzo marcharemos y ocuparemos las calles para vindicar y celebrar nuestros derechos conquistados y para reclamar los que aún no se cumplen. Por la libertad, la igualdad en el acceso y la no violencia. Ante la incomodidad que esto pueda provocar, pensemos que esta marcha (como tantas otras) es para todas/os y por una sociedad libre de violencia para las/os que vienen. Entonces sí de verdad, disculpemos "las molestias" y apoyemos.