Amigos no son los amigos

Sebastián La Rosa analiza el contexto internacional, en donde, dice, "el pragmatismo superó al dogma".

Sebastián La Rosa

Los vaivenes en ciertas concepciones políticas, dentro del campo de las relaciones internacionales, continúan en el andar del gobierno de Javier Milei, donde el juego ideológico discursivo no es menor. China fue, en su momento, el enemigo moral comunista con el cual había que dejar de tener relaciones. El tiempo dijo lo contrario. El pragmatismo superó al dogma.

Hoy, la suerte se traslada a Europa de Este, donde el discurso oficial suelta la mano a Ucrania en el apoyo en la guerra (invasión) con Rusia. Y todo en un contexto marcado por el nuevo ordenamiento del tablero mundial, producto de la asunción de Donald Trump al poder. El dogma contra tiranos o autócratas sucumbe nuevamente. El caso ucraniano llama por demás la atención si revisamos la historia reciente.

En la asunción de Milei como presidente, a fines de 2023, Volodímir Zelenski estuvo presente y sostuvo una reunión bilateral. El propio Milei le entregó un obsequio personal, una Menorá como símbolo (judío) de apoyo y amistad. También, se habló de la entrega de dos helicópteros de combate al fuego, pero que hasta el momento no hay certeza si realmente fueron entregados o ni siquiera estaban aptos para operar y permanecen en suelo argentino.

Todo el 2024 fue de un apoyo explícito en la causa ucraniana. Incluso cuando Zelenski tentó a Argentina de apoyarla en cuestiones de provisiones bélicas y de conformación de industrias conjuntas. Una gran muestra de apoyo se dio en junio, cuando en la 1ra. Cumbre Global por la Paz, organizada por Ucrania en Suiza, Milei asistió y declaró su "máximo apoyo al pueblo de Ucrania" ante la "aberrante invasión rusa". Esto le valió que Zelenski le entregara la "Orden de la Libertad" a su par argentino por el apoyo a la soberanía ucraniana, la paz y la democracia. Enseguida, Argentina se unió al Ukraine Defense Contact Group, una coalición internacional de 54 países que coordina la ayuda humanitaria y militar a dicho país.

Cuando una periodista argentina de Clarín le consultó a Zelenski sobre si el apoyo de Milei era suficiente respondió que "nada para reprochar, sólo puedo agradecer su apoyo (...) ya hizo lo que le pedí". Y para coronar el año pasado, al cumplirse el aniversario como Presidente Argentino, en la red X destacó las reformas implementadas y el respaldo que Argentina ha brindado a Ucrania en el contexto de la guerra contra Rusia.

Sin embargo, con la asunción de Trump, el pragmatismo oficialista tiene hoy en extrema tensión la amistad; al punto de poder considerarla rota. En la reciente Asamblea en la ONU, la Argentina se abstuvo en la votación para que Rusia retire sus tropas del suelo ucraniano. Esto significó un giro en la política exterior libertaria y, para variar, en el discurso; independientemente de la lógica alineación que se esperaba de Milei para con su par norteamericano. Poco tiempo antes, en el Foro de Davos, ante una reunión conjunta entre ambos presidentes, Cancillería no emitió información del contenido de la reunión, aunque si la ucraniana comentando la continuidad del apoyo argentino a su causa.

Consultamos al especialista en esta área, Bruno Ané, hoy radicado en Suiza, y creador del Podcast El Ginebrino quien nos comenta: Lejos de una política exterior basada en un planeamiento estratégico que busque maximizar el interés nacional y ampliar el margen de maniobra de Argentina, la actual gestión parece responder a las afinidades ideológicas del jefe de Estado. Como consecuencia, la noción de autonomía estratégica queda desplazada por una lógica de alineamientos personales, donde la coherencia ideológica se subordina a la conveniencia coyuntural exaltada con el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca.

Se observa una diplomacia de favoritismos, donde el alineamiento internacional fluctúa según la cercanía personal del presidente con determinados líderes, sin una evaluación sistemática de los costos y beneficios para el país. Las decisiones no parecen considerar el impacto en foros multilaterales ni el posicionamiento histórico de Argentina en el sistema internacional. La reciente decisión de Argentina de abstenerse en una votación en la ONU para exigir a Rusia retirar sus tropas de Ucrania demuestra esto de forma inequívoca, que hasta compromete nuestro histórico reclamo por Malvinas.

En este esquema, este tipo de giros abruptos, que no responden a maniobras calculadas para ampliar la autonomía del país, sino a reflejos de una política exterior conducida por impulsos individuales, no solo erosionan la previsibilidad y credibilidad de Argentina en el escenario internacional, sino que también reducen su capacidad de negociación y debilitan su posición en foros multilaterales claves.

Las preferencias del gobierno son los acuerdos económicos bilaterales a explotar bajo el mecanismo legal que pueda lograrse (un tratado de libre comercio sería romper con el espíritu del MERCOSUR y requiere aprobación parlamentaria), las negociaciones con el FMI y tentar con el RIGI a inversores norteamericanos entre otras aristas.

La conducta en materia de política exterior se ha establecido de manera pendular y asombra a propios y extraños.



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